Las piernas de 103 años más bonitas que quebró el virus
Victoria Álvarez Alderete, que falleció el 26 de abril en el Clínico por la covid-19, se quedó huérfana de padre a los 7 años y viuda a los 50, y a los 90 decidió irse a una residencia
Decíamos que este virus no iba a poder con ella y que iba pasar la segunda pandemia de su vida, después de la de la gripe española de 1918, pero al final sí que pudo», señala Mariví Varona, nieta de Victoria Álvarez Alderete, que murió el pasado 26 de abril, a la edad de 103 años (hubiera cumplido 104 en julio), en el Hospital Clínico de Valladolid, donde ingresó una semana antes después de que en una visita rutinaria a la residencia Nuestra Señora del Carmen, en la calle Chancillería, donde vivía desde que a los 90 años decidió no estar más sola, los médicos observaran que no respiraba bien y recomendaran su ingreso.
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«Estaba muy lúcida y seguía con su genio, que lo tuvo hasta el final. En la residencia realizaban revisiones médicos del Clínico y mi abuela dio negativo, pero en otra visita rutinaria vieron que no respiraba bien y aconsejaron ingresarla en el hospital, allí dio positivo e ingresó el 19 de abril. Mi abuela tenía solo un riñón y fue eso lo primero que le empezó a fallar, luego ya lo demás. Es ley de vida, porque era muy mayor, pero ojalá se hubiera muerto en enero, para haber podido estar con ella y haberla acompañado en el hospital», señala Mariví, que destaca la dura vida que tuvo su centenaria abuela.
Victoria Álvarez Alderete nació en Villardefrades (Valladolid) en 1916, y a los 7 años se quedó sin padre. Ella, sus dos hermanos (Bonifacio y Claudio) y su madre se fueron de Villardefrades a Madrid, a Villanueva de la Cañada, donde Victoria hizo la comunión con un vestido negro por la muerte de su padre, mientras que el resto de niñas iban de blanco.
Victoria y su familia sufrieron de lleno los rigores de la Guerra Civil en Villanueva de la Cañada, municipio que limita al sur con Brunete, donde se libró una de las batallas más sangrientas de la contienda. Antes del conflicto bélico, cuando Victoria contaba con 16 años, ganó un concurso de piernas bonitas, piernas que tuvo que poner a salvo en medio de las hostilidades.
Pasada la guerra, Victoria se vino con su madre a Valladolid. Su hermano Claudio se quedó en Villanueva de la Cañada (falleció a los 97 años) y su hermano Boni estaba ya en Teruel (era guardia civil) y allí se quedó hasta su muerte a los 101 años). Y ya en Valladolid empezó a trabajar en un bar que se ubicaba por donde están ahora las Cortes de Castilla y León. El bar se llamaba Casa Donato y allí ayudaba en tareas de cocina y limpieza. Fue allí donde conoció a quien iba a ser luego su marido, Julio Varona, que era albañil de profesión.
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«Se casaron y primero vivieron en la calle La Pelota, en la zona de San Nicolás, pero mi abuelo enfermó del corazón y falleció con 57 años, cuando mi abuela tenía 50», relata Mariví sobre la vida de su abuela, que tuvo dos hijos de su matrimonio. «Mi tía Lali, que tiene 76 años y que se casó cuando enfermó mi abuelo, y mi padre, Julio, de 74, que se casó al poco de morir mi abuelo y mi abuela no fue a la boda», hace hincapié Mariví.
«De la calle La Pelota se habían ido mis abuelos a la calle Góngora, en la Rondilla. Nosotros vivíamos al lado, así que mi abuela estaba todo el día en mi casa», añade la nieta de Victoria, que incide en que su abuela era «muy cariñosa, pero tenía mucho genio» y que «todo la gente que me conoce sabía de su existencia».
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Es lógico, son muchos los recuerdos que conserva de su abuela, quien, en el año 1981, cuando el intento de golpe de Estado, asegura que «estábamos viendo la tele y ella no dejaba de repetir que otra vez venía la guerra, y mi hermana Noelia y yo no lo entendíamos».
«Su vida no fue fácil, aunque no pasó estrecheces. La pensión la daba para vivir y su vida han sido sus tres nietos, mi hermana Noelia y yo, y mi primo Ángel. Su vida era estar en mi casa o en la de mi tía, ir al hogar del jubilado...», agrega Mariví, que recuerda cómo su abuela, aunque estaba bien y se hacía todo, decidió a los 90 años que no quería vivir sola y se fue a la residencia.
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«Allí ha estado casi 14 años, era querida por todos porque fue la que más tiempo ha estado y la más mayor. Cuando cumplió 100 años le hicieron una fiesta, y un año más tarde la nombraron la reina de las fiestas del Carmen en la residencia», concluye la nieta de Victoria Álvarez. La mujer de 103 años que 85 antes había sido también reina, la de las piernas más bonitas, esas que reposaban ahora en una silla de ruedas y que anduvieron tanto por la vida.
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