El joven Ousama Soikhane, en la sede de la Fundación La Merced de Valladolid. Carlos Espeso

Ousama Soikhane, migrante marroquí en Valladolid: «La gente tiene que sufrir para cambiar de vida»

Solidaridad ·

La Fundación La Merced Migraciones, que acoge en la actualidad a una veintena de jovenes en sus pisos de la capital, presenta su memoria de actividad 2022

M. J. Pascual

Valladolid

Miércoles, 20 de septiembre 2023, 00:03

En la sede de la calle Saturno de Valladolid, la Fundación La Merced está de fiesta. Lo celebran con té y la presentación de ... la memoria anual de la organización a nivel nacional, que en 2022 ha atendido en sus pisos de acogida 154 jóvenes migrantes, 35 más que en el año anterior. Una veintena de ellos residen en Valladolid, donde la organización tiene tres pisos de acogida. Ousama Soikhane, un veinteañero marroquí que llegó a España en una patera de nueve metros con 40 personas a bordo hace cinco años, es uno de estos jóvenes a los que la fundación mercedaria les ha dado una oportunidad de vida lejos de su lugar de origen. Plenamente integrado en la ciudad, trabaja en La Mejillonera y su gran proyecto es algún día poder traerse a su familia.

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Cuenta que temió por la vida de sus seres queridos cuando se enteró del terremoto de Marruecos, pues su familia vive en la vieja casa de sus abuelos, en un pueblo muy cerca de Marrakesh. «Me enteré por vídeos en Facebook del terremoto y tuve mucho miedo. Mi padre contactó conmigo y están bien, solo que han estado durmiendo en la calle por miedo a que la casa se derrumbara, es muy vieja», explica el joven en castellano.

Ousama, que empezó a trabajar en un taller a los 12 años, relata que hizo varios intentos ra llegar a España y la primera vez, que no lo consiguió, vio morir a una persona. «La gente tiene que sufrir para cambiar de vida», señala cuando se le pregunta si esto con lo que se ha encontrado era lo que soñaba. «Dejas todo atrás, no conoces a nadie, es una cosa durísima, es muy fuerte, sin trabajo, sin papeles, te sientes mal si te llaman y le ha ocurrido algo a alguien de tu familia porque no puedes estar allí... Pero aquí te encuentras con gente buena».

Presentación de la memoria nacional en la sede de Valladolid. Carlos Espeso

Cuando tomó su decisión de cruzar el Estrecho solo su padre estaba al tanto de que se iba y subraya que «si mi madre lo llega a saber nunca me habría dejado marchar». Este año ha podido, por fin, volver a su tierra y recuerda emocionado que su padre y su hermano pequeño le esperaban. «Ha valido la pena». Ahora, sonríe, «la cosa va bien, puedo ayudar a mi familia, la gente viene para salir de esa pobreza, para cambiar de vida, tener una seguridad, un trabajo y la fundación ayuda mucho, me ha dado comida, bebida, me ha ayudado con los papeles, he podido estudiar», destaca.

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Elena Castaño, subdirectora de la fundación, ha explicado que desde que las administraciones públicas tienen competencias en materia de protección a la infancia, los mercedarios han dejado de ocuparse de migrantes y refugiados menores de edad. Entre los múltiples proyectos de integración avanzó que próximamente se va a presentar una iniciativa relacionada «con la diversidad religiosa y convivencia» en la que Mercedarios coparticipa con otras organizaciones que trabajan con estos colectivos en Valladolid.

Memoria y responsabilidad

«Sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizás no merezcamos existir», indicó José Ignacio Postigo Cacho, patrono y superior de la comunidad Mercedaria de Valladolid, que hizo el prólogo a la presentación de la memoria de actividad anual con un recordatorio de que este proyecto mercedario para ayudar a migrantes y refugiados nació el 11 de julio de 1985 en tiempos de la presidencia de Felipe González. En Valladolid son seis años y medio de experiencia y cuentan, ha subrayado, además del personal de apoyo psicosocial, técnico y jurídico, con el respaldo de los vecinos del barrio para «seguir siendo una casa abierta al mundo». La misión de La Merced trabaja en Ma­drid, Elche, Valladolid y, desde 2022 en Herencia, Ciudad Real, donde se ha estrenado con la acogida de una familia ucraniana.

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En la capital vallisoletana, La Merced tiene tres pisos de acogida, donde residen en la actualidad 20 jóvenes. Nueve de ellos se encuentran en una primera fase y once dan sus primeros pasos de «autonomía». Desde 2017 han pasado por estas viviendas 150 migrantes.

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