Así luce el altar de La Antigua después de su limpieza
Los trabajos, financiados por los fieles de la iglesia, habrán terminado a finales de marzo, listos para la Semana Santa
Un haz de luz se adentra a mediodía a través de las vidrieras del altar mayor para acariciar los muros restaurados de La Antigua, que muestran una imagen inédita (nunca desde su construcción hace siete siglos estuvieron tan limpios) una vez concluida la fase más delicada en la restauración. Los trabajos comenzaron a principios de octubre, terminarán a finales de marzo (a tiempo para la Semana Santa) y enfilan ahora su tramo final en la parte trasera del crucero y el coro (reconstruida en el siglo XX) después de liberar de andamios el presbiterio y las capillas.
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El resultado es «impresionante», dice Paulino González Galindo, el párroco, deseoso ya de celebrar bodas en su interior (habrá 35 este año) y de que los fieles puedan contemplar el resultado de unos trabajos financiados íntegramente con el cepillo, con las donaciones de los fieles y un préstamo adelantado por el Arzobispado para hacer frente a los 300.000 euros de inversión. La restauración ya ha concluido en las capillas del Cristo de la Preciosísima Sangre (derecha) y de la Virgen del Carmen (izquierda), así como en el altar mayor, en cuyo techo, a más de 17 metros de altura, se recuperaron dos medallones policromados del Pantocrátor y unaVirgen con el Niño.
Debido a la antigüedad de la piedra, en esta zona se ha utilizado una técnica más delicada que la que se emplea ahora en la parte trasera del templo, donde también se han limpiado dos medallones en las claves de bóveda (un Niño Jesús con la bola del mundo y un cordero) y los capiteles neogóticos. Javier Rivero, jefe de la obra, asegura que la limpieza interior de La Antigua ofrece una perspectiva totalmente nueva del templo. «Desde fuera parece una iglesia pequeña porque su escala es perfecta, pero es más grande de lo que parece, monumental, y una vez terminada su limpieza parece aún mayor», dice Rivero. La luz ayuda.
Ahora las paredes ya no son negras. Se han liberado de la espesa capa de humedad, suciedad y humos acumulada durante décadas. «Esta es una iglesia oscura, románica de transición al gótico. Las vidrieras son pequeñas y los rosetones, en su mayoría de piedra», asegura el párroco, cansado antes de que empezaran los trabajos de las goteras «y la cascarilla que se desprendía para manchar el altar y los bancos».Ahora, el templo (que está girado 15 grados respecto a la torre) se prepara para estrenar en dos meses un nuevo y luminoso rostro.
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