Un cliente recoge unos cuartos de lechazo en El figón de Recoletos. Alberto Mingueza

La hostelería de Valladolid solo cubre gastos con el aforo limitado, menús y 'cuartos' para llevar

La restricciones por la pandemia mantienen el sector de la restauración bajo mínimos y sin visos de recuperación

J. Asua

Valladolid

Sábado, 26 de diciembre 2020, 08:10

«El que estaba constipado se va a morir y el que estaba sano se va a constipar». De esta manera tan gráfica definía ayer ... el cocinero Gabino González, del Restaurante Gabino, la situación de la hostelería en Valladolid, un sector que ayer salvó los muebles de milagro y logró cubrir gastos de forma muy justita en una jornada con un vermú más que contenido, por no decir muy flojo, un aforo del 33% en las salas y muchos cuartos de lechazo para llevar a casa. El 'take away' del cordero fue, sin duda, la estrella.

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Los establecimientos que abrieron sus puertas en el día de Navidad lo hicieron con un objetivo inalcanzable: intentar recuperar lo irrecuperable. Mejor dicho, no hundirse más. Los meses de puertas cerradas y fogones apagados han abierto un agujero inabarcable en las cajas de esta importante rama de la industria del ocio. Y las ayudas no llegan o lo hacen con cuentagotas.

Confirmaba el bilbaíno Patxi Irisarri, de La Viña de Patxi, que esto es «pan para hoy y hambre para mañana». Con un comedor lleno –ojo, a un tercio de su capacidad (solo 30 personas)–, y siete pedidos a domicilio de su menú para estas fechas, el chef vasco dejaba claro que este año las fiestas no serán un oasis donde coger fuerzas, sino un frustrante espejismo. El poco negocio previsto para estos días, en los que sí están teniendo buena acogida los bonos descuento impulsados por el Ayuntamiento y la Asociación de Hosteleros, servirá únicamente para pagar facturas atrasadas, pellas que se arrastran del confinamiento y de las clausuras y limitaciones cambiantes de estos meses atrás.

Paco Caballero, del restaurante El Pinchín, en Parquesol. Alberto Mingueza
Patxi Irisarri muestra un rodaballo para dos con patata panadera. Alberto Mingueza

«La campaña está perdida, hay que tener en cuenta que el 20% de la facturación en estas fechas eran comidas y cenas de empresa y de eso no hay nada; sigue habiendo un miedo escénico a salir muy grande; los que estamos trabajando lo hacemos para intentar cubrir gastos», añadía Gabino, ayer completo –con reserva para 30 comensales (sobre una capacidad de 90)– y un menú para llevar de 25 euros con tres entrantes individuales, un principal a elegir entre tres carnes y el postre.

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No hay lugar para el optimismo. Ni mucho menos, a pesar de que el aperitivo del jueves, previo a la Nochebuena, fue de esos denominados 'vermús toreros', con familias y amigos enlazando vinos, comida y copeo. Pero fue solo ese chispazo. Esa llama, ayer, se apagó. Recuerda Tomás Gómez, metre de Los Zagales de la Abadía, las cifras del año pasado. «Tal día como hoy hubo 150 reservas, hoy tenemos 14 y el vermú se prevé flojo», lamentaba este empleado de uno de los locales de tapeo con más fama de la ciudad. Cree este profesional de la restauración que las noticias de los medios tampoco ayudan a tranquilizar a la población, no la animan a alternar para picar algo o tomarse unos tragos.

La familia Ibáñez Caro come en dos mesas en La Parrilla de San Lorenzo. Albrto Mingueza

Por primera vez en su historia, la familia Castrodeza, propietaria de Villa Paramesa, en la plaza de Coca, se veía obligada a abrir este día tan señalado. «Recuperar estos meses cerrados no lo salva el día de Navidad; la botella de vino que no vendí en marzo, ya no la voy a vender, pero si hoy hacemos tanto, eso que tenemos o que no perdemos», resumía Alicia poco antes de comenzar el aperitivo. En esta casa, donde la oferta de exquisiteces es amplia, solo se pudo tomar comanda a 13 mesas en el interior, mientras que se esperaba la visita de clientes a la terraza para paliar esas limitaciones en sala.

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Alicia Castrodeza toma la comanda a unos clientes en Villa Paramesa. Alberto Mingueza

Fueron los asadores los que ayer registraron más movimiento. A las 13:30 horas una cola de cerca de cuarenta personas, con la debida distancia de seguridad, aguardaban en la Acera de Recoletos para recoger su lechazo en El Figón. Rafael Twose, encargado del establecimiento, confirmaba otro 'lleno' ficticio para comer –74 comensales sobre una capacidad de 220–, así como la demanda para llevar: nada menos que 200 cuartos, que el maestro asador Rafael Casado se trabajó desde primera hora de la mañana. Fue una jornada de alivio para este restaurante, pero que tampoco palía el peso de cierres y limitaciones. «La gente es más cómoda, la suegra se ha cansado de cocinar o ya no está y por eso hay más clientes que optan por encargar el asado fuera, algo que a nosotros nos beneficia», argumentaba Twose.

También en La Parrilla de San Lorenzo se pudo apreciar jaleo. Ana y su compañera despacharon 120 delanteros y traseros para degustar en domicilios, mientras la plantilla de camareros esperaba a tomar comanda a 78 clientes, muy pocos para un local como este, con una superficie más que amplia. Explicaba Fernando Lorenzo que ese 'take away' compensa algo las restricciones en el interior, aunque el daño está siendo importante «sin turismo y sin clientes de empresa», lo que le obliga a maniobrar con los ERTE y que le ha empujado también a abrir solo viernes, sábados y domingos.

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Pide Paco Caballero, propietario de El Pinchín, en Parquesol, que las autoridades les dejen trabajar. «Nos deberían dar la responsabilidad de llevar nuestro negocio manteniendo las normas anticovid;al que no cumpla que le sancionen, pero nosotros necesitamos buscarnos la vida, no somos funcionarios con un sueldo fijo a fin de mes, llevamos meses cerrados y ahora sin barra, que no nos pongan más pegas», recalcaba este apreciado hostelero del barrio alto, que se mantiene gracias a una fiel clientela «de veinticinco años».

«La situación es catastrófica, la campaña está perdida»

Hoy recopilará las cifras de establecimientos abiertos y tanteará cómo han ido las cajas en el día de Navidad, pero María José Hernández, presidenta de la Asociación Vallisoletana de Hostelería, es tajante: «La situación del sector es catastrófica, la campaña está perdida, con diez días no se va a salvar lo que se ha perdido en estos meses», subrayaba la portavoz del sector en la capital y la provincia. Hernández cree que los establecimientos están a menos del 50% de facturación sobre las cifras de las fiestas de Navidad de 2019. «Hay mucha gente en la calle comprando en el comercio, pero bares y restaurantes siguen sin recuperar clientes y las ayudas no llegan», lamentaba.

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