Fachada del Hotel de Francia, ya desaparecido, en la calle de Teresa Gil. EL NORTE

La trágica muerte del dueño del Hotel de Francia

El 20 de enero de 1906 hallaron asfixiado a Gastón Marcel dentro de una cuba en su bodega de la Huerta del Rey; había tratado de salvar a su cachicán

Martes, 18 de enero 2022, 00:03

El primero que lo vio fue Natalio, apodado «el de Zaratán». Eran las nueve y cuarto de la noche de un helador 20 de enero ... de 1906. Sus gritos pidiendo auxilio resonaron en aquel inmenso erial que era entonces la Huerta del Rey. De aquello hace 106 años, pero permaneció durante mucho tiempo en el recuerdo de los vallisoletanos. Gastón Marcel, dueño del Hotel de Francia, acababa de morir en circunstancias terribles.

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Marcel no era un cualquiera en la ciudad. Miembro de la colonia francesa en Valladolid, de la que llegó a ser tesorero, compatibilizaba su actividad como corredor oficial del Mercado de Paris con la gerencia del Hotel de Francia. Éste, puesto en marcha en 1883 por Pedro Hourcade Abbadie, ocupaba un lugar privilegiado en la calle de Teresa Gil -su lugar lo ocupa hoy el Colegio Mayor Reyes Católicos- y, como ha escrito José Miguel Ortega, se distinguía por su refinado y exclusivo ambiente.

Marcel había sucedido a Hourcade, fallecido en diciembre de 1893, al frente del establecimiento, y también llevaba en arriendo una finca con bodega en la Huerta del Rey, justo al lado de la fábrica de luz eléctrica, situada en la orilla derecha del río Pisuerga. Ese fue el lugar de la tragedia, acontecida el 20 de enero de 1906. Aquel día acompañaban a Marcel un cachicán llamado Domingo Parra y dos criados, Natalio «el de Zaratán» y Miguel Álvarez.

Los cuatro bajaron los diecisiete escalones de piedra que daban acceso a la bodega, alumbrada por solo dos bombillas eléctricas. En su interior destacaban, imponentes, doce grandes cubas de 600 a 700 cántaros cada una, y cuatro pipas situadas a la izquierda de la entrada. El cometido de los cuatro era aparentemente fácil, rutinario: limpiar la quinta cuba de los restos de vinagre teniendo cuidado con las heces en fermentación. Fue lo primero que hizo el cachicán, pero sin adoptar las precauciones debidas. El resultado fue fatal.

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Golpeado «por los terribles efectos del ácido carbónico», enseguida se le oyó pedir socorro con voz apagada «y se sintió un golpe que indicaba que el infeliz había caído en el fondo de la cuba», informaba El Norte de Castilla. Gastón Marcel no dudó un instante y salió raudo a intentar salvarle. Introdujo medio cuerpo en el tonel pero, según este periódico, «fuese porque adelantó mucho el cuerpo hacia el interior, perdiendo terreno, o porque el mismo cachicán, antes de caer, pudiera haberse asido desesperadamente a uno de los brazos de su amo tirando de este hacia dentro, es el caso que el arrojado señor Marcel cayó también al fondo de la cuba, acompañando al cachicán en su trágica muerte».

Cuando vio el terrible panorama, Natalio subió corriendo las escaleras dando gritos y pidiendo auxilio. A los pocos minutos acudieron Daniel Juárez y Jesús Marcos, vigilantes de consumos, quienes, junto al cabo de la sección montada Gonzalo Villanueva y el guardián de la misma, señor Herrera, nada pudieron hacer para salvarlos. De hecho, dejaron el cuerpo de Parra en la misma abertura, una vez comprobada su muerte, colgando de unas cuerdas pendientes del techo, a la espera de que llegara el juez del distrito de la Audiencia, Mauro Miguel Romero.

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Sacaron los cuerpos a las doce y media de la noche. El concejal Zubillaga y el antiguo empleado de Hacienda, Solalinde, fueron los encargados de dar la triste noticia a la viuda, que les aguardaba en el Hotel de Francia. Dos días después los cadáveres fueron conducidos al Cementerio desde el Hospital Provincial. Una imponente comitiva acompañó a los ataúdes, conducidos en dos carrozas fúnebres. Junto al alcalde, Manuel Semprún, figuraban el cónsul de Francia en la ciudad, Dijón, el presidente de la sociedad de beneficencia francesa, F. Delibes, el coadjutor de San Pedro y el doctor Salvino Sierra.

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