El Cronista | Historias de aquí

La ruta que muestra el arte de construir relojes de sol en Valladolid

Informan de la hora desde una aparente sencillez pero su montaje esconde la complejidad de aliar las matemáticas, la geometría, la astronomía y la cultura

Jesús Anta

Valladolid

Jueves, 21 de marzo 2024, 00:20

En la provincia de Valladolid se catalogan numerosos relojes de sol. Refiriéndonos como tales relojes a los que realmente están construidos de forma científica, no ... como mero adorno de casas y chalets. Son diferentes a otros relojes históricos, pero no es menor la técnica para montar un reloj de sol en el lugar correcto. A eso hay que sumar que se debe lograr captar debidamente el movimiento solar y también hay que colocar con precisión el 'gnomon' o 'stilo', esa varilla que determina la altura del sol, y por tanto la hora, mediante la observación de la sombra que proyecta sobre el círculo en el que se han dibujado los números.

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Los primeros relojes solares se remontan a Egipto y el auge y extensión de estos al parecer se debe a los árabes. No obstante, en el paleolítico se han registrado rudimentarias formas de medir el paso del tiempo también mediante la proyección de la sombra.

Relojes de la dársena del Canal de Castilla en Medina de Rioseco, de La Santa Espina y el que da servicio en la calle Cardenal Torquemada de Valladolid

La aparente sencillez de un reloj de sol esconde la complejidad que ha requerido llegar a su construcción. Para ello se han tenido que aliar las matemáticas, la geometría, la astronomía y la cultura, sin olvidar el valor artístico que muchos de estos relojes tienen.

En Valladolid, como en el resto de España, esta primitiva manera de medir el tiempo ha dejado numerosos testimonios en fachadas de iglesias, conventos y casas consistoriales. Tampoco faltan en viviendas particulares, aunque en general ya nos referimos a épocas más modernas.

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Entre todos los relojes de sol se pueden indicar algunos que tienen cierta peculiaridad. Así, por ejemplo, el reloj adosado a los muros de la ermita de Tiedra se suele considerar como el más antiguo –si es que es factible determinar la fecha con alguna aproximación-; el más pequeño, el de la parroquia de San Pedro Apóstol, de Gatón de Campos; y acaso el más grande es el que en noviembre de 2023 hizo el muralista Demsky en la pared lateral del número 4 de la calle Cardenal Torquemada.

También se pueden destacar el de la plaza del Soltadero de Aldeamayor; o el que hace dos años se instaló uno monumental en la fachada del Centro de Día de Alcazarén representando la vieira jacobea dado que el municipio está en la Vía Madrileña que conduce hasta Santiago de Compostela; o los dos grandes relojes proyectados sobre el suelo en el jardín que hay entre la calle profesor Adolfo Miaja de la Muela y Carrefour, y en el jardín frente al colegio público Profesor Tierno Galvan, ambos en el barrio de Parquesol.

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Relojes en la iglesia inacabada de Villardefrades, en los Santos Juanes de Nava del Rey y en Gatón de Campos.

A partir de estos ejemplos de singularidades se abre una interminable relación de municipios que pueden presumir de relojes de sol antiguos o artísticos, de los cuales, muchos han perdido su varilla.

Relojes de Alcazarén y de la ermita de Tiedra y portada del libro publicado por Agustín Villarroya Lahoz.

Mas, si en algún sitio debe comenzarse o terminarse una excursión en busca de relojes de sol, este debe ser el monasterio de la Santa Espina (Castromonte), porque fue Antonio Sigüenza el que en los primeros años de este siglo publicó el primer estudio sobre relojes solares de Valladolid. Sigüenza era profesor del Centro de Formación Agraria ubicado en este monasterio cisterciense fundado en 1147 por doña Sancha, hija de la reina Urraca I de León. El Centro de Formación lo han gestionado los hermanos de La Salle desde 1888 hasta junio de 2022.

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Reloj de sol en la plaza del Soltadero, de Aldeamayor de San Martín.

El interés de Antonio Sigüenza comenzó al observar una varilla de hierro que sobresalía de la pared de piedra del arco de entrada al monasterio, y que se daba por hecho que era una oxidada palomilla de la luz. Antonio, profesor de ciencias, colocó un andamio y descubrió que se trataba de la varilla de un viejo reloj de sol, que pudo datar como del siglo XVII. A continuación, sus pesquisas dieron como resultado contabilizar otros tres relojes en el monasterio. E interesado por el hallazgo, recorrió los municipios del entorno de las comarcas de Tierra de Campos y Montes Torozos, e inventarió casi otros cien más.

En 2008 una exposición organizada por él en el monasterio, contribuyó a que los antañones relojes de sol comenzaran a ser puestos en valor en el patrimonio histórico y tradicional de los municipios. Y la misma Junta de Castilla y León organizó, cinco años después, otra exposición en el PRAE (Propuestas Ambientales y Educativas), ubicado en la Cañada de Puente Duero de Valladolid.

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