El libro que Cervantes salvó de la hoguera
En Valladolid se imprimió la primera y única edición castellana de 'Tirant lo Blanch', la obra caballeresca indultada en la famosa quema de la biblioteca del 'Quijote'
«Dígoos verdad, señor compadre, que, por su estilo, es éste el mejor libro del mundo (...). Llevadle a casa y leedle, y veréis que es ... verdad cuanto dél os he dicho». Y así fue como la 'Historia del famoso caballero Tirante el Blanco' se libró de la quema de la biblioteca del ingenioso hidalgo don Alonso Quijano, según nos cuenta Cervantes en el 'Quijote'. Una quema ordenada por su ama y su sobrina, con la ayuda del cura (Pedro Pérez) y el barbero del pueblo (maese Nicolás), por considerar que era la principal culpable de los desvaríos de don Alonso. Es bien sabido que 'Tirant lo Blanch', título original de esa famosa novela caballeresca indultada, fue escrita hacia 1460-1464 por el noble valenciano Joanot Martorell, y que disfrutó de un éxito notable gracias a sendas impresiones incunables: la de 1490 en Valencia, por Nicolás Spindeler, y la de 1497 en Barcelona, por Diego de Gumiel.
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Fue precisamente este último el responsable de la primera y única edición en castellano de la novela, traducida como 'Tirante el Blanco' y publicada en Valladolid el 28 de mayo de 1511. Como ha escrito el profesor Rafael M. Mérida Jiménez, además de destacar por la calidad de su prosa y por el dinamismo de su trama, la obra es buena muestra de la gran vitalidad de la cultura aristocrática del momento y de la pujanza cultural de la capital valenciana. Hija de su época (en 1453 Constantinopla había caído en poder del imperio turco, lo que potenció el espíritu de cruzada), 'Tirante el blanco' narra la trayectoria biográfica y las aventuras de un caballero que acaba sus días convertido en emperador de Bizancio, lo que contribuyó al éxito de sus dos primeras ediciones (1490 y 1497).
No ocurrió lo mismo, sin embargo, con la vallisoletana de 1511, que en realidad es una traducción un tanto infiel del original, pues Diego de Gumiel decidió adaptarla a lo que en ese momento era un modelo indiscutible de éxito: el 'Amadís de Gaula'. Como señala Mérida Jiménez, «el gusto por Alonso Quijano y el recuerdo de Miguel de Cervantes se unieron de forma peculiar para rescatar la impresión de 1511: el primero por contarla entre los ejemplares de su biblioteca; el segundo por seleccionarla como argumento privilegiado de la tertulia, literaria e inquisitorial, entre maese Nicolás y el licenciado Pedro Pérez». Una tertulia en la que deciden salvarla del expurgo por tratarse de «un tesoro de contento y una mina de pasatiempos», pues «aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros deste género carecen».
Lo cierto es que hasta el momento no se conoce ninguna impresión en castellano posterior a la vallisoletana, de la que se conservan dos ejemplares: el que en 1540 compró por 26 maravedíes Fernando Colón, hijo el Almirante, depositado hoy en la Biblioteca de Cataluña, y el descubierto por Martín de Riquer en 1975 entre los fondos de Museo Massó de Vigo, que actualmente se encuentra en la Biblioteca del Cigarral del Carmen (Toledo). Ambas ediciones salieron del monasterio jerónimo de Nuestra Señora de Prado (hoy sede de la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta de Castilla y León), donde trabajó Diego de Gumiel tras su llegada a Valladolid en 1501.
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Natural de Gumiel de Izán (Burgos) y calificado por algunos como «impresor volante», Diego estuvo primero en Barcelona, donde imprimió su primera obra ('Scala Dei', de Eximenis), y aprendió definitivamente el oficio en el monasterio vallisoletano, donde imprimió numerosas obras litúrgicas y religiosas además del 'Tirant', empresa esta última que acometió aprovechando, como dijimos, el tirón del 'Amadís de Gaula'. Poco más se sabe de este impresor, que firmaba como «el castellano», más allá de su salida de la capital vallisoletana hacia 1513 para instalarse definitivamente en Valencia, donde también imprimió varias obras de naturaleza religiosa y otras de ficción.
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