El cronista, historia de Valladolid
Cuando el fuego devoró medio caserío de La ZarzaLas llamas, que comenzaron en el corral de un vecino, arrasaron 32 viviendas y dejaron sin hogar a 45 familias el 31 de julio de 1945
«La gente corría despavorida de un lado a otro, pintada en su rostro la huella del terror. Los niños llorando, las mujeres implorando misericordia ... del cielo y los hombres redoblando el coraje, todos luchaban con afán por arrancar a las llamas furiosas e implacables los muebles y objetos más estimados por su valor o por sus recuerdos». Es un extracto de la carta enviada por el alcalde de La Zarza al gobernador civil de Valladolid el 3 de agosto de 1945, tres días después de la tragedia. En ella daba cuenta, en cinco cuartillas escritas a máquina y en letra roja, de la devastación de su pueblo. El fuego había devorado casi la mitad del caserío y había dejado sin hogar a 45 familias. En total, 32 casas fueron arrasadas por las llamas aquel 31 de julio de 1945, hace ahora 80 años. Lo sucedido ese día puede conocerse por la prensa de la época (El Norte de Castilla, Libertad y Diario Regional), pero sobre todo por la documentación que custodia el Archivo Histórico Provincial. Es aquí, en efecto, donde encontramos las noticias más exactas, y dramáticas, de aquel suceso.
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Comenzó el 31 de julio en torno a las cinco y media de la tarde, mientras el alcalde y los técnicos del obispado de Ávila (diócesis a la que pertenecía La Zarza) se disponían a elevar una de las campanas de la parroquia de San Silvestre, recién restaurada. En ese momento advirtieron que de la casa del vecino Ángel Fuentes Gozalo salía un humo denso, acompañado de potentes llamas. En el pueblo, que entonces contaba con 325 habitantes y 75 edificios, apenas había extintores más allá de «cincuenta cubos de cinc». El fuerte viento amenazaba con devorar todo el caserío. Al ver lo inútil de sus esfuerzos, los vecinos corrieron a salvar los muebles, pues «las casas no tenían remedio posible mientras no se dispusiera de mejores elementos». Como el alcalde no tenía teléfono, tuvo que coger el coche del administrador de la diócesis y avisar personalmente al Servicio de Incendios de Medina del Campo, mientras enviaba a un compañero a caballo para que pidiera ayuda en Olmedo. «La espera, que el dolor hacía interminable, fue durísima. (...) Las escenas de desolación ponían espanto en el alma mejor templada y arrancaban lágrimas al corazón más pétreo», informaba el edil, Eusebio Sanz Cendón.
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Y es que, hasta las ocho y media de la tarde, cuando ya estaba quemada la mayor parte del pueblo (las casas, al ser ricas en madera, fueron rápidamente engullidas por las llamas), no llegaron los servicios de bomberos de Olmedo y Valladolid y el Regimiento de Artillería de Medina del Campo. Ayudados por vecinos de localidades cercanas como Gomeznarro, Ramiro y Moraleja, pudieron salvar el edificio del Ayuntamiento, recién reformado y aún no inaugurado, y una veintena de casas de la zona occidental. El resto pereció abrasado, incluido el archivo municipal, el del juzgado y los libros del Registro Civil; el fuego también afectó a la iglesia parroquial. Muchas familias, casi todas de labradores modestos y jornaleros, tuvieron que dormir en el campo, junto a sus muebles, pues «no había en el pueblo zona alguna exenta de peligro», dejando escenas terribles, «que hielan el alma». El fuego no pudo ser completamente sofocado hasta las seis de la madrugada. Las pérdidas, calculadas en más de un millón y medio de pesetas, incluían también cerdos, aves, cereales, legumbres y toda la ración de tabaco «que estaba sin repartir». Como recordaba en su carta el alcalde, «el mes de julio (recogida de los frutos del campo) otros años tan alegre, hogaño ha cerrado para los vecinos de La Zarza con una página de dolor y ruina, de lágrimas y miserias».
La noticia en la hemeroteca de El Norte de Castilla y otros medios:
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El gobernador dispuso el envío de víveres a las familias afectadas, que tuvieron que cobijarse en la iglesia, en el local del Ayuntamiento y en las restantes casas del pueblo, y, aunque no hubo que lamentar desgracias personales, la estampa era desoladora: «Para un pueblo de 325 habitantes significa la ruina más completa, hasta el extremo de que muchos vecinos han tenido que abandonarlo, trasladándose a otras localidades donde encontrar vivienda y trabajo», escribía el gobernador civil al Ministerio de la Gobernación, organismo que aportó 30.000 pesetas del Fondo de Protección Benéfico-Social para auxilio de los damnificados. El reparto definitivo de esta ayuda, hecho público por el Gobierno Civil el 5 de diciembre de 1945, abarcó a 14 familias, las más afectadas y menos amparadas por las agencias aseguradoras, según información del alcalde. Al frente de la lista figuraban Pedro Hernández Cendón, con daños valorados en 10.000 pesetas, lo mismo que Adolfa Gómez Colino, Florencia Martín Marcos (6.000 pesetas), Atilano Llorente Gómez (5.300 pesetas), Juan Rodríguez Sacristán (5.000 pesetas) y Dionisio Llorente Martín (4.500 pesetas). Según informes de la Comandancia de la Guardia Civil de Olmedo, el fuego comenzó cuando la hija de Ángel Fuentes, de solo 11 años, lanzó sin querer un poco de lumbre al corral, y no pudo apagarla por el fuerte viento que soplaba.
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