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El autocar de los excursionistas volcado a la entrada de Zamora. EL NORTE
El Cronista

Una excursión al borde de la tragedia

El viaje a los Saltos del Duero, proyectado por la patronal de la construcción en abril de 1933, tuvo que suspenderse por un aparatoso accidente a la entrada de Zamora

Enrique Berzal

Valladolid

Martes, 29 de julio 2025, 06:48

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Era una de las obras de ingeniería más impactantes, grandiosas y trascendentales del momento: la de los Saltos del Duero sobre la presa del río Esla, en la provincia de Zamora. Tanto, que desde 1929, cuando comenzó su construcción, no dejaron de visitarla colectivos de variada procedencia, desde partidos políticos a asociaciones de toda clase. Una de las más interesadas, qué duda cabe, era la Asociación Patronal de Industrias de la Construcción de Valladolid, por lo que no tardó en organizar la pertinente excursión de sus afiliados. Era abril de 1933. En ese momento nadie era capaz de prever que aquella actividad, tan demandada por los asociados, sería abruptamente abortada por un accidente.

El origen de Saltos del Duero suele fecharse el 3 de julio de 1918, momento en el que se constituyó la sociedad Hispano Portuguesa de Transportes Eléctricos, formada por el Banco de Bilbao, la Sociedad General de Transportes Eléctricos y Horacio Echevarrieta. En 1929 comenzó la construcción del embalse de Ricobayo, situado en el curso inferior del Esla, cerca de la localidad zamorana de Ricobayo de Alba, en el municipio de Muelas del Pan. Completado en 1934, se considera uno de los embalses más grandes de Europa, con una capacidad total de 1.145 hm³ de agua y una superficie de 5.725 hectáreas. Para admirar esta obra de ingeniería, desde diversas provincias españolas se organizaron excursiones que combinaban la curiosidad personal con la experiencia profesional. Una de ellas fue la anunciada a principios de abril de 1933 por la Asociación Patronal de Industrias de la Construcción de Valladolid, que enseguida concitó el interés de numerosas personas.

Tan es así, que días antes de su celebración, proyectada para el 20 de abril de 1933, la Asociación anunció que todas las plazas habían sido completadas. Eran en total 105 turistas, que tendrían que repartirse en tres autobuses. Aquel jueves salieron, desde la Plaza de Fuente Dorada y bajo una lluvia torrencial, los tres vehículos en dirección a Muelas del Pan. Eran las ocho y cuarto de la mañana. El plan consistía en descansar en Toro, comer en los Saltos del Duero, visitar también Salamanca y regresar a Valladolid en torno a las seis de la tarde. Pero todo se torció. La expedición, a la que fueron invitados Emilio Cerrillo y el fotógrafo Cacho, ambos de El Norte de Castilla, llegó a Toro a las diez y cuarto de la mañana. Los excursionistas visitaron la Colegiata y admiraron las vistas sobre el río Duero antes de retomar la marcha.

Ya en Zamora, al llegar al Arco de la Independencia, el conductor del segundo autobús, Antonio Mainar, al darse cuenta de que la carretera no continuaba en línea recta, quiso ralentizar la marcha, pero pisó el acelerador en lugar del freno, tomando la curva muy cerrada y volcando en la cuneta izquierda. Sucedió muy cerca del Cuartel de Viriato, sede del Regimiento de Infantería número 35. Varios soldados y oficiales, al ver la catástrofe, salieron rápidamente a auxiliar a los heridos. La imagen era bastante preocupante. «Los cristales quedaron hechos añicos por efecto del vuelco», informaba este periódico. «El momento fue angustioso. Del interior del coche salían voces pidiendo auxilio, en tanto que los heridos lanzaban ayes de dolor». 18 de los 28 viajeros del autocar sufrieron heridas de diversa consideración.

Arriba, labores de auxilio por parte de los soldados y oficiales del regimiento de Infantería del Cuartel Viriato; abajo, vistas de la presa y del embalse en 1934, y obras de construcción de la misma en 1932. EL NORTE
Imagen principal - Arriba, labores de auxilio por parte de los soldados y oficiales del regimiento de Infantería del Cuartel Viriato; abajo, vistas de la presa y del embalse en 1934, y obras de construcción de la misma en 1932.
Imagen secundaria 1 - Arriba, labores de auxilio por parte de los soldados y oficiales del regimiento de Infantería del Cuartel Viriato; abajo, vistas de la presa y del embalse en 1934, y obras de construcción de la misma en 1932.
Imagen secundaria 2 - Arriba, labores de auxilio por parte de los soldados y oficiales del regimiento de Infantería del Cuartel Viriato; abajo, vistas de la presa y del embalse en 1934, y obras de construcción de la misma en 1932.

Los más graves eran Juan Leonardo, que viajaba en la parte delantera acompañando al chófer -que resultó ileso-, con fractura completa del húmero derecho; Patricio Luengo, con luxación del hombro derecho, probable fractura del mismo, contusión en ambas piernas y en el muslo derecho, y conmoción general; y Bonifacio Gil, con magullamientos generales, fractura de varias costillas y pronóstico grave, que tuvo que ser extraído, con gran dificultad, de debajo del vehículo. La prensa también reseñó el estado de Julián Mañero, con heridas diversas en las partes blandas de la cabeza; el concejal Virgilio Mayo, con herida de escasa importancia en la cabeza; Santiago Vega, con herida leve en la región temporal; Ángel Garrido, con fuerte contusión en la región lumbar; Salvador Merino, con erosiones en cara y mano derecha; Aquilino Luengo, con erosiones en la mano derecha; y Cipriano Sánchez, con herida leve en la cabeza.

A todos ellos los atendieron en el botiquín del Regimiento los médicos militares Martín Luelmo y De la Fuente, mientras el resto, aun sin heridas, se recuperaba en el recién inaugurado Hogar del Soldado a base de coñac, café y pastas. Los tres viajeros más graves (Leonardo, Luengo y Gil) tuvieron que ser trasladados a la clínica del doctor Dacio Crespo y, desde ahí, en ambulancia, a Valladolid, gracias a las gestiones del gobernador José Guardiola Ortiz. «A las ocho y media llegaron los excursionistas a Valladolid dolorosamente impresionados por el sensible suceso», informaba El Norte de Castilla, que también destacaba la generosa labor, nada más producirse el accidente, del coronel Santiago Taboada, los capitanes Cavannas, Fombellida, Cirac, Santos y Gutiérrez, y los tenientes Holgado y Moralejo. Aunque la excursión tuvo que suspenderse, al menos no hubo que lamentar desgracias personales irremediables.

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