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El nombre de la calle Madre de Dios se debe al convento que con ese nombre ocuparon las madres dominicas que hasta 1806 residieron en él, para pasar luego al convento de Porta Coeli, en la calle Teresa Gil. Ocupaba el convento una gran extensión detrás de la iglesia de San Pedro Apóstol, en la calle Real de Burgos. Y es esta iglesia, cuyo origen se remonta al siglo XII-XIII (el edifico actual es del XVI), uno de los dos edificios que dan la entrada a la calle Madre de Dios.
El otro, en la acera izquierda, es el colegio público Macías Picavea, construido en 1929 siguiendo los planos del arquitecto municipal Juan Agapito y Revilla, sobre el solar que hasta 1809 ocupara la Inquisición, que ardió por los cuatro costados la noche del 6 al 7 de diciembre de aquel año. Entonces era una de tantas dependencias ocupadas por los franceses. Luego se construyeron casas hasta que se alzó el colegio.
San Pedro Apóstol tiene uno de los mejores retablos de Valladolid. Del siglo XVIII su construcción se atribuye a Antonio Bahamonde, y las esculturas a Felipe Espinabete.
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En esta iglesia se celebraban los «autillos» de la Inquisición, es decir, juicios de pequeña entidad. Además, cuando a partir del templo solo había descampados y alguna huerta, era el lugar donde tradicionalmente se despedían los duelos, dejando para los más allegados el acompañamiento de difuntos hasta el cementerio del Carmen.
Además de estas potentes referencias históricas, la calle ofrece otras más populares: junto a la iglesia, el bar Oviedo, y al final, de la acera de los impares el bar Benito, dos populares establecimientos que superan el medio siglo de existencia.
A todo esto, sin duda, hay que añadir el Centro Cívico Esgueva, al final de la acera derecha, allí donde Madre de Dios cede el testigo al camino del Cementerio y a la avenida Valle Esgueva.
El Centro Cívico ocupa las dependencias administrativas de la antigua Prisión Provincial que funcionó a partir de 1935 para sustituir a la inhóspita cárcel de Chancillería, hasta 1985, año en el que se abrió el centro penitenciario en las inmediaciones de Villanubla, aunque en suelo de Valladolid.
En el año 1977 la cárcel se convirtió en noticia por sendos motines en julio y noviembre en los que los internos exigían amnistía y libertad. En ambos episodios, unos ochenta reclusos se encaramaron a los tejados e inmediatamente las calles adyacentes se llenaron de simpatizantes políticos, curiosos y policía.
Por entonces, junto a la prisión, unas monjas que vivían en una casa en medio de una huerta, se dedicaban a atender a las reclusas.
El jueves de cada Semana Santa, hasta la cárcel se desplazaba la cofradía de la Piedad para proceder al rito de recoger a presos que se indultaban con motivo de la celebración de la Pasión. El acto era un auténtico espectáculo de público, en el que se juntaban los pasos del Santo Cristo del Perdón, Santo Cristo de la Preciosa Sangre y el de Nuestra Señora de la Quinta Angustias, hasta el punto de que se montaban unas tribunas de espaldas a la fachada para que las autoridades disfrutaran de la procesión y la ceremonia.
Perdida su función penitenciaria, el edificio pasó unos años hasta que en los años 80 la Asociación Vecinal el Refugio (barrio del Hospital) comenzó a reivindicar que los locales se dedicaran a centro cívico y que sus entornos, ajardinados, fueran públicos y accesibles. Su reivindicación ganó la partida a la Universidad de Valladolid, que también puso el ojo en aquellos locales. Así, en marzo de 1987 un nutrido grupo de vecinos y vecinas se concentró en las puertas de la vieja cárcel al simpático grito de «¡queremos ir a la cárcel!».
Por fin, en 1990 se inauguró como Centro Cívico, y el terreno que ocupaba el patio y otras dependencias de la cárcel sirvieron para construir la Facultad de Comercio, que comenzó a funcionar en 1994.
La calle Madre de Dios se fue haciendo poco a poco, y no comenzó a tener viviendas hasta avanzado el siglo XX. Mas, encierra un puñado de pequeñas historias que nos hablan de un Valladolid antiguo hoy inimaginable. Por ejemplo, en la zona del convento ya desaparecido se guardaban los carros de la limpieza de las calles de la ciudad, y la basura, para ser vendida, se amontonaba en una parcela inmediata al Esgueva. A continuación del colegio Macías Picavea estaba la fábrica de gaseosas La Pitusa, cuando casi en cada barrio había una planta de elaboración de gaseosa.
Hasta que en la acera de los impares se construyeron la residencia universitaria Labouré, y los enormes bloques de viviendas que ahora ahorman la calle, esto era una gran hondonada con huertas, conocida popularmente como la «huerta de los pobres».
Labouré abrió sus puertas en 1970. Es una fundación de la Compañía de las Hijas de la Caridad, creada, tras un largo periodo de maduración por impulso de san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac, en Francia el 29 de noviembre de 1633.
Pero, sin duda, lo que ayudó a colonizar la calle fue la gran promoción oficial de viviendas José Solís Ruíz, en la acera de los pares, donde se abre la pequeña plaza del Doctor Marañón, ejemplo de los nombres de las calles que dominan la zona con reconocimiento a un puñado de médicos: Mercado, Barraquer, Bañuelos, etc. El grupo José Solís Ruiz, promovido por el Instituto Nacional de la Vivienda y la Organización Sindical Española, se aprobó en 1954 y permitió la construcción de aproximadamente 700 viviendas. Eran tiempos en los que la demanda de casas era enorme debido a la rápida industrialización que estaba conociendo Valladolid.
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Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
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