
Cada vez que Juan Tamariz salía en la tele, Quique Álvarez le daba al 'rec' en su vídeo VHS. «Luego, cuando revisaba la cinta, iba ... una y otra vez para adelante y para atrás para ver si descubría cómo era capaz de hacer todo aquello». Y aquello eran cartas que desaparecían, que cambiaban de lugar, que coincidían con lo que el voluntario había pensado... «A mí se me encendían los ojos, había una chispa de ilusión en eso que hacía Tamariz. Y eso es lo mejor de la magia, transmitir esa emoción», cuenta Quique, quien descubrió este mundillo gracias a su padre («sabía algunos truquillos:la moneda en la oreja, algún juego de cartas sencillo»).
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En 1996, gracias a otro apasionado de la magia, Paco Álvarez, conoció el Círculo de Ilusionismo Vallisoletano, una asociación que reúne a una treintena de aficionados y profesionales del abracadabra en Valladolid. La agrupación nació en 1988, en una reunión de amigos en el bar Zamora, y ahora está presidida por Samuel Arribas, hijo de uno de los fundadores y toda una institución en el gremio.
Con 14 años, Samuel ya hacía sus propios números e ingresó en un Círculo donde no caben los espías. «Puede entrar cualquier apasionado al mundo de la magia, pero el objetivo del socio no es coger el truco o desvelar el secreto, sino compartir enseñanzas que luego se puedan llevar a la práctica», cuenta Samuel. Por eso, antes de ingresar en el Círculo hay una pequeña entrevista con los aspirantes.
«Es un examen de afición, para demostrar la pasión que se tiene por la magia», cuenta Arribas, quien subraya que Valladolid, pese a no tener un tamaño muy grande, cuenta con un importante número de magos e ilusionistas. No solo hay cantera, sino muy buen nivel «y mucho compromiso con el sector». Valladolid ha acogido, de su mano, dos congresos nacionales de magia en 1995 y 2023.
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El Círculo de Ilusionismo Vallisoletano nació en el año 1988, cuando cuatro apasionados de la magia (entre los fundadores, aquí siguen Fernando Arribas y Antonio Bermejo) decidieron aliarse con dos objetivos fundamentales. El primero, compartir técnicas.El segundo, acceder a conferenciantes nacionales e internacionales que les abrieran los ojos a nuevas posibilidades y recursos del ilusionismo.
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