Rodrigo Jiménez
Valladolid

Las cicatrices de la pandemia: así nos ha cambiado

Después de tres años, las heridas menos visibles son todavía profundas. Las consultas psicológicas en casos de ansiedad, depresión, fobias, abusos y maltratos van en aumento, aunque la covid nos ha dejado también lecciones de vida

Laura Negro

Valladolid

Domingo, 19 de marzo 2023, 20:38

14 de marzo de 2020 es una fecha que llevamos grabada a fuego en nuestra memoria. Se decreta el estado de alarma y comienza el ... confinamiento. Lo que iban a ser 15 días se convirtieron en meses, que muchos vivieron como un auténtico suplicio. Las consecuencias sociales, económicas, sanitarias, laborales y políticas fueron devastadoras. También las psicológicas.

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La soledad, el estrés, el miedo, las pérdidas traumáticas y las preocupaciones laborales y económicas favorecieron la aparición de insomnio, depresión, ansiedad y fobias, que son ya consideradas otra gran pandemia silenciosa. Según la OMS, en 2030 los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo. El Norte de Castilla ha consultado con una experta en pedagogía y psicología, Natalia García Muñoz, que desde hace 10 años disfruta de una profesión que le apasiona. Y lo hace desde distintas vertientes. Desde la docencia, desde la consulta en su propio gabinete 'MasSanamente Psicología y Nutrición' y desde el acompañamiento terapéutico, como asistente personal en Fundación Intras. Está especializada en violencia de género y pertenece, además, al programa de atención psicológica de Violencia de Género de la Junta de Castilla y León.

Según esta experta, son varios los problemas psicológicos derivados de la pandemia, aunque éstos han evolucionado en el tiempo. «Al principio nos encontrábamos con muchos problemas de ansiedad, que ya de por sí, son los más habituales. Lo que ocurre es que la incidencia se disparó en todos los rangos de edad. A medida que las restricciones se fueron levantando y podíamos tener más relaciones sociales, se empezó a ver un aumento de los problemas depresivos», comenta esta psicóloga vallisoletana, que ve como el sistema se está saturando. «Desde mediados de 2020 las consultas no han dejado de aumentar. Muchos pacientes intentan acudir a la sanidad pública y en vista de que tienen hasta 6 y 7 meses de espera, acuden a gabinetes privados cuyas listas de espera son de 3-4 semanas. Esa temida quinta ola en la salud mental, la llevamos viviendo desde hace año y medio».

Ese aumento de la demanda de atención psicológica es especialmente llamativo en el público infantojuvenil y en temas relacionados con violencia de género. «Estamos encontrando muchos pacientes a partir de los 9 años y adolescentes, con autolesiones, síntomas depresivos y de ansiedad, que no encajamos en los trastornos más típicos. Es una población muy vulnerable, a la que el confinamiento le pilló en una época en la que debía desarrollar todas sus habilidades sociales. También hemos notado un aumento de abusos y agresiones sexuales a menores, tanto por parte de adultos como de menores», prosigue.

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La dependencia de las redes sociales es otro de los motivos habituales de consulta entre los jóvenes. «Cada vez más padres traen a sus hijos con la preocupación de que son adictos a las nuevas tecnologías y que se ponen agresivos si se las retiran. Los chavales se relacionan a través de dispositivos, con sus amigos, y también con desconocidos, con el riesgo que eso conlleva», explica. En cambio, a los más mayores, el hecho de no dominar el uso de las nuevas tecnologías, les ha cerrado puertas a la hora de relacionarse. «La soledad es un factor de riesgo grave para la salud física y mental. Por eso, desde Intras, acompañamos a esas personas para aliviar sus síntomas de soledad, tanto de forma presencial como telefónica. A estas personas, que son muy vulnerables se les ha visto un deterioro cognitivo importante», prosigue.

La pandemia ha sacado lo peor y lo mejor de cada uno. «Nos ha enseñado muchas cosas buenas, como a valorar a la familia, a ralentizar los ritmos, y a potenciar la empatía con los demás. Ha habido movimientos solidarios muy bonitos que a día de hoy se mantienen. También ahora somos más conscientes de lo que realmente importa y, en general se han potenciado los lazos sociales. También gracias a la covid, se ha reducido el estigma asociado con los trastornos mentales y desde las instituciones cada vez se promueve más la importancia de la salud mental. Los pacientes hablan más abiertamente con sus conocidos de que acuden al psicólogo, incluso los niños y jóvenes».

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Duelos patológicos

Los duelos traumáticos son otro escollo psicológico. Las medidas sanitarias que se aplicaron para controlar la pandemia, impidieron, entre otras cosas, la despedida de muchos seres queridos. Eso dificultó a muchas personas la aceptación y la adecuada superación de las diferentes fases del duelo. «Muchos se sienten culpables porque su familiar ha fallecido en soledad, o por no haberse podido despedir. Eso a nivel psicológico afecta mucho. Lo tratamos como un duelo patológico y les ayudamos a transitarlo. En ocasiones les recomendamos velar con un acto simbólico a la persona fallecida, para que puedan despedirse. Hay intervenciones especializadas para estos casos que aplicamos de forma individual y en grupo».

Para esta experta la escucha activa es el método idóneo para empezar a ayudar desde casa. «Sobre todo a los niños y jóvenes hay que hacerles sentirse escuchados y que puedan expresar como se sienten. No hay que juzgarles ni criticarles. Hay que reforzar su autoestima, sus habilidades e intereses y hay que dejar que se equivoquen, que de vez en cuanto también se aburran y descansen. Hay que normalizar el malestar y darnos permiso a encontrarnos mal», aconseja.

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«Ha sido lo más duro que he vivido en mi vida profesional»

José Manuel Sánchez Felipe, ante uno de sus coches fúnebres en el Cementerio del Carmen. R. JIMENEZ

El sector funerario vivió la pandemia en primera línea y en unas condiciones nada fáciles. Profesionales como José Manuel Sánchez requirieron de una gran fortaleza para sobrellevar la situación. «El desconocimiento y el miedo eran enormes. Fue desolador tener que retransmitir por videollamada los entierros, para que los familiares pudieran dar el último adiós a sus seres queridos», cuenta este funerario. «Entre los compañeros nos apoyamos muchísimo y hablábamos con la psicóloga del equipo. Eso nos ayudó. Ha sido lo más duro que he vivido a nivel psicológico y físico. No quedaba otra que sacar el trabajo adelante. De aquello, todavía queda mucho miedo y respeto al virus», dice.

«Me pilló sin trabajo, en la época más fastidiada de mi vida»

'Kiki' Fernández está buscando trabajo y vive actualmente en una casa de acogida de Cáritas R. JIMÉNEZ

Francisco'Kiki' Fernández es zamorano y lleva viviendo 12 años en Valladolid. La pandemia le coincidió en la época «más fastidiada» de su vida. Había perdido su trabajo y vivía prácticamente en la calle. «Soy montador de andamios y estructuras metálicas, pero por circunstancias de la vida, me vi en esa situación. Cáritas se portó fenomenal. Me propusieron pasar el confinamiento en las dependencias habilitadas en el Seminario para personas sin techo fijo. Yo era reacio, pero menos mal que acepté. Fue bueno para mí. Sólo tengo buenas palabras para Cáritas, Cruz Roja y sus voluntarios. Ahora vivo en una casa de acogida de Cáritas y no pierdo la esperanza de encontrar un trabajo».

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«Me enseñó a vivir el momento y a priorizar lo importante»

'La vallisoletana Laura López acompañó a muchos mayores en lo peor de la segunda ola R. JIMÉNEZ

Ansiedad y estrés. Así resume Laura López su estado anímico durante la pandemia. «Sobre todo a partir de la segunda ola», aclara. Desde hace 10 años trabaja como auxiliar de enfermería en una residencia de mayores. Su sector fue uno de los que sufrieron los efectos más devastadores de la covid. «En la primera ola no hubo contagios. Pasamos miedo, pero como todo el mundo. Sin embargo, en septiembre de 2020, entró de lleno entre los mayores. La angustia que vivimos al verles tan vulnerables, sigue latente. Veíamos que era letal. Fue duro porque también teníamos el miedo de llevar el virus a casa. Aquello me enseñó a vivir el momento y a dar prioridad a las cosas importantes».

«Lo único que pienso, es que estoy... y podía no estar»

Laura Castell se contagió de Covid en diciembre de 2021, desde entonces sufre las secuelas R. JIMÉNEZ

Laura Castell es agente comercial y está casada con dos niñas de 16 y 12 años. En el confinamiento, su mayor angustia era que se contagiaran sus padres. «Por lo demás, pude trabajar muy bien desde casa y cuidar de las niñas», cuenta. Lo difícil estaba por llegar. En diciembre de 2021 se contagió y pasó una neumonía bilateral severa. Desde entonces sufre covid persistente. «Me ha cambiado la vida. Tengo fuertes dolores musculares. Es duro querer bajar unas escaleras o hacer la compra y que tu cuerpo no responda. A pesar de todo, soy positiva. Lo único que pienso es que estoy… y podía no estar», dice Laura, que participa en un grupo de estudio de pacientes con covid persistente.

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«El fallecimiento de mi padre en aquellas condiciones me ha hecho más dura, más empática y más protectora»

Sara no se pudo despedir de su padre, Juan Manuel. Eso la marcó. Ahora es mucho más fuerte R. JIMÉNEZ

11 de abril de 2021. Es una fecha marcada en rojo en el calendario de Sara Merino. Ese día falleció su padre Juan Manuel por covid. Fueron momentos duros y de una incertidumbre que se acrecentó con la pena de no poder despedirse de él. «Al principio sentía mucha ira, rabia y me quedé pequeña, como mermada. He necesitado ayuda psicológica y para dormir y con el paso del tiempo, me he hecho más fuerte, más grande, más mujer. Ahora soy más dura, más empática y más protectora con los míos. Valoro cosas que antes no valoraba y he aprendido a exprimir la vida al máximo para quedarme con los buenos momentos. Ahora duermo mejor y eso también me da paz y calidad de vida», señala.

«A través de videollamada hice nuevas amistades»

Clara Holgado era una niña cuando estalló la pandemia. Hizo nuevos amigos por videollamada R. JIMÉNEZ

Clara tiene 15 años, es alegre y extrovertida. Echando la vista atrás, asegura que no tiene mal recuerdo del confinamiento, y que llevar una rutina le ayudó mucho. Lo que más echó de menos es estar con sus amigos y sus primos. «Entre los compañeros de clase hacíamos muchas videollamadas. Lo curioso es que a través de la pantalla, empecé a entablar una gran amistad, con gente con la que anteriormente no tenía tanta relación. Acabé haciendo más amigos», señala. «El hecho de pasar tanto tiempo con mis padres, me sirvió para reforzar aún más, la relación con ellos. En esa época maduré mucho, pero no sé si fue por la pandemia o por la edad que tenía en ese momento», concluye.

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«Ver fallecer a tantos mayores me afectó mucho y me hizo más fuerte»

Alicia Martínez estudiaba Psicología y trabajaba en una residencia de mayores en plena pandemia R. J.

A Alicia Martínez la pandemia le pilló cursando 2º de Psicología. En un momento tan complicado para los más vulnerables, decidió comenzar a trabajar como auxiliar en una residencia de mayores. «Al pasar tantas horas con ellos, se convirtieron en mi segunda familia. Ver fallecer a tantos de ellos, me afectó mucho. Fue duro y no se me va a olvidar nunca», dice, pero también reconoce que «me hizo fuerte y aprendí a valorar el tiempo con mi familia. Tenía 21 años pero al estar en primera línea, no tengo la sensación de haber perdido años de mi vida. La pandemia ha hecho florecer muchas depresiones y ansiedad, pero también ha ayudado a empezar valorar la importancia de la salud mental».

«Acabábamos de montar un negocio. Sufrimos bastante»

Carlos García inició el confinamiento con la preocupación de que acababa de abrir su nuevo negocio R.U.

A Carlos García y a su socio David Ricote las cosas les iban tan bien con su restaurante 'El Corral del Rosarillo' que decidieron emprender con un nuevo local, 'El Corral de Comedias'. Acababan de inaugurarlo cuando estalló la pandemia. «Pensábamos que iban a ser 15 días, pero se fue alargando y alargando. Fue un palo gordo. Cuando montas un negocio, lo haces con unas perspectivas y la verdad es que hemos sufrido bastante. Pensábamos en el local, en el negocio, en la familia, en los empleados que estaban en ERTE y también en nosotros mismos. Ha sido un proceso largo, pero afortunadamente hemos salido adelante con esfuerzo y apoyo. Los bares están volviendo a lo que eran», subraya.

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«La pandemia me ha enseñado a no mirar atrás ni para coger impulso»

Mª del Carmen pasó sola el confinamiento. Otras vivencias personales le han marcado más que la pandemia R. JIMÉNEZ

«A mí, afortunadamente, la pandemia no me ha cambiado la vida», señala Mari Carmen de Vega. Ella es una vallisoletana de 64 años que vive sola desde que se separó. «Durante el confinamiento no podía estar con mi hijo y ver las noticias era un horror, ya que sólo salían desgracias. Nunca me contagié y en ningún momento llegué a sentir miedo. A nivel personal he vivido muchas desgracias y esas son las que realmente me han marcado, pero la pandemia no ha sido una de ellas», dice esta veterana que si que reconoce que le ha servido para aprender algunas cosas importantes: «a ser cada día más dura y a mirar siempre hacia adelante. No pienso mirar para atrás ni para coger impulso».

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