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Una carta de una admiradora en la tumba de Concha Velasco, en el Panteón de Personas Ilustres de Valladolid. Vídeo Rodrigo Ucero

El Hilo

El cántabro que descansa en el Panteón de Ilustres de Valladolid y otros apuntes

Concha Velasco ha sido la última en ocupar uno de los sepulcros reservados a los vallisoletanos más relevantes. En este rincón del Cementerio de El Carmen que inauguró Zorrilla, están enterradas otras dos mujeres, la sobrina nieta del dramaturgo y la «mejor mitad» de Miguel Delibes

Berta Muñoz Castro

Valladolid

Sábado, 21 de diciembre 2024, 08:51

Hace unos días se ha cumplido el primer aniversario de la muerte de Concha Velasco. Los restos mortales de la actriz vallisoletana descansan desde el 3 de diciembre del pasado año en un rincón muy especial de la parte antigua del Cementerio de El Carmen. La eterna muchachita de Valladolid ha sido la última persona en recibir por parte del gobierno municipal el honor póstumo de ocupar una de las dieciséis tumbas del Panteón de Personas Ilustres. El primero en contar con el honor fue el poeta y dramaturgo José Zorrilla, luego llegaron otros once inquilinos. Abro hilo:

↓ La muerte de José Zorrilla a finales del siglo XIX llevó al Ayuntamiento de Valladolid a plantear la construcción en el Cementerio de El Carmen de un panteón donde reposaran los restos del autor de 'Don Juan Tenorio' y otros futuros «varones ilustres» de la ciudad. Para poner en marcha la empresa, impulsada entre otros por el poeta Emilio Ferrari, se consignó una partida de 17.572 pesetas. Del proyecto se encargó Aurelio Rodríguez-Vicente Carretero, escultor de moda en aquellos años y artífice del monumento al Conde Ansúrez de la Plaza Mayor, de la estatua de José Zorrilla y del busto de Miguel Íscar en el Campo Grande. Aprobados los planos y escogido el lugar –en la glorieta central del cementerio entonces y a la izquierda del camposanto, en la actualidad–, se colocó la primera piedra el 3 de mayo de 1896, día en que se llevaron allí temporalmente los restos de Zorrilla.

Panteón de Personas Ilustres, en el Cementerio de El Carmen. Rodrigo Ucero

↓ El fallecimiento de José Zorrilla en Madrid a causa de un tumor cerebral el 23 de enero de 1893 fue la primera gran muerte mediática de un literato en la España contemporánea. Los restos mortales del poeta fueron inhumados dos días después de su muerte en la sepultura número 14250 del patio de Santa Gertrudis, en el madrileño cementerio de San Justo –donde permanece su sepultura vacía– y exhumados el 2 de mayo de 1896 para ser trasladados a su Valladolid natal, como el dramturgo había dejado por escrito ante notario. El cuerpo de Zorrilla fue llevado a la capital del Pisuerga en tren, en el interior de una carroza de terciopelo negro diseñada por el pintor Ramón Padró y Pedret. La comitiva fúnebre formada por ministros y el entonces alcalde de Valladolid, Pedro Vaquero Concellón, llegó con retraso a la ciudad castellana porque la colosal carroza de siete metros de larga por otros tantos de alta que había costado la friolera de 8.000 pesetas –la mitad del presupuesto del panteón vallisoletano– se rompió durante el trayecto al pasar por un túnel.

El panteón se inauguró definitivamente el 4 de abril de 1902 con los restos de José Zorrilla.

↓ «No faltó un solo hijo de Valladolid para recibir al poeta en la estación del Campo Grande», narraba El Norte de Castilla. «Durante toda la mañana hubo gran animación en el Campo Grande para ver el paso de la fúnebre comitiva, pero esta no se organizó hasta las dos y media de la tarde, por ser preciso reparar la avería de la carroza. Cuando llegó la comitiva al cementerio, este se hallaba invadido por enorme muchedumbre. Junto a la fosa estaban el representante de la Reina, el ministro de Gracia y Justicia, los poetas Núñez de Arce, Cano y Ferrari, los señores Gamazo y Muro, el alcalde, el gobernador civil y la Comisión organizadora del traslado. Se rezó un responso y el féretro fue depositado en la fosa. Antes de que la tierra cubriera los restos del poeta, el señor Núñez de Arce pronunció un discurso», relataba la crónica.

Boceto del proyecto de Aurelio Carretero.

↓ Zorrilla inauguró el Panteón de Vallisoletanos Ilustres cuando el proyecto solo era una idea. El monumento aún tardaría seis años en ser una realidad. Los restos del insigne escritor fueron trasladados el 28 de febrero de 1901 a otra sepultura para continuar con las obras y devueltos de nuevo al panteón el 4 de abril de 1902, cuando fue inaugurado de forma definitiva. Al hacerse la exhumación de 1901 llamó la atención que, a pesar del tiempo transcurrido, ocho años ni más ni menos, el cuerpo del escritor se conservaba en perfecto estado. «Por la mirilla del féretro ha podido verse que el cadáver está casi por completo momificado. Tiene la cabeza inclinada hacia el lado izquierdo, conservando intactos bigote, perilla, melena y todos los rasgos fisonómicos», publicaba El Correo el 20 de febrero del primer año del siglo XX.

Las letras de bronce de la inscripción de la tumba de José Zorrilla costaron 140 pesetas. Hoy no queda ninguna. R. Ucero

↓ El poeta, que ha dejado su impronta en una de las vías más importantes de la ciudad, una plaza, el estadio y un instituto, fue el primero en llegar a un rincón especial que ha seguido sumando vallisoletanos decimonónicos y noucentistas. En el primigenio panteón de planta octogonal, presidido por la estatua en bronce de una mujer que representa a Castilla, están las tumbas de otros siete hombres ilustres de la ciudad. A la izquierda de Zorrilla está la sepultura de Emilio Ferrari (Valladolid, 1850-Madrid, 1907). Poeta, periodista y académico de la Real Academia Española con solo doce años publicó sus primeras líneas en El Norte de Castilla y en La Crónica Mercantil. En 1872 fundó junto con otros intelectuales el Ateneo vallisoletano y tras la muerte de Zorrilla heredó el oficio de cronista de la ciudad. Su nombre saltó a las primeras páginas nacionales el 22 de marzo de 1884, cuando, apadrinado por Gaspar Núñez de Arce, dio su ansiado recital poético en el Ateneo madrileño. Emilio Ferrari, «pálido y nervioso (…), negros el bigote y la perilla, cortados como los de un caballero de la Corte de Felipe IV», se erigió en «uno de los más inspirados y vigorosos vates de nuestra patria», resaltaba la prensa. Murió el 1 de noviembre de 1907 en su domicilio madrileño de la calle Almagro, acompañado de su mujer y su hijo. Al año siguiente, el Ayuntamiento de Valladolid decidió poner su nombre a la calle donde nació. Diez años después, el 4 de diciembre de 1921, su féretro llegó al Panteón de Ilustres de El Carmen.

Tumba del poeta vallisoletano Emilio Ferrari.

↓ A la derecha de Zorrilla se encuentra la tumba de Pío del Río Hortega. Nacido en Portillo, el eminente histólogo y científico, dos veces candidato al Nobel, falleció de un cáncer que él mismo se diagnosticó el 1 de junio de 1945, a los 63 años. Fue enterrado en el cementerio Chacarita de Buenos Aires, ciudad en la que residía desde 1940. No fue hasta 1986, con Tomás Rodríguez Bolaños al frente del Ayuntamiento, cuando se logró que los restos del investigador fueran trasladados a España. Toda la prensa dio noticia del acontecimiento, que coincidió con un viaje del alcalde de Valladolid a Buenos Aires del 2 al 12 de octubre de 1986 para asistir a un congreso. El 13 de octubre llegaron a Barajas, donde le esperaban dos ministros y el premio Nobel Severo Ochoa. En su camino a Valladolid, el cortejo escoltado por la Guardia Civil, paró en Portillo para que sus paisanos le despidieran. Ya en la capital vallisoletana, el patio del palacio de Santa Cruz fue el lugar de recibimiento de la ciudad antes de ser conducido al cementerio de El Carmen y enterrado en al lado de José Zorrilla.

Lápida del científico Pío del Río Hortega.

↓ Otras cinco personalidades descansan en el octógono. Para seguir con el mundo de las letras, llegamos a la figura del académico Narciso Alonso Cortés. Nació en Valladolid el 11 de marzo de 1875 y se doctoró en Derecho en la Universidad Central de Madrid. Aficionado a los toros, al teatro y a la zarzuela, en su juventud participó en las competiciones de bicicletas que se realizaban en el paseo del Campo Grande. Se casó el día después de Reyes de 1899 en La Antigua con Victorina Fernández-Vicario, con la que tuvo diez hijos. Fue miembro de la Real Academia Española desde 1946 y se distinguió como estudioso de Zorrilla. Murió en Valladolid el 19 de mayo de 1972. «Por su popularidad, por su dimensión humana, por su saber expuesto durante tantos años de una manera infatigable y callada, la muerte de don Narciso Alonso Cortés ha producido una honda impresión en la ciudad», que le despidió por todo lo alto, rezaba la crónica del día del funeral. Cuentan que el sepelio fue uno de los que más conciudadanos congregó en torno al panteón.

Portada de El Norte de Castilla del 21 de mayor de 1972.
La lápida de Narciso Alonso Cortés está prácticamente ilegible.

↓ Los restos del general José Almirante y Torroella (Valladolid, 1823-Madrid, 1894), considerado uno de los más importante tratadistas militares del siglo XIX, «célebre por sus exabruptos, temible por sus salidas de tono en la conversación y de trato difícil dado su mal genio» y los de Ricardo Macías Picavea (Santoña 1847-Valladolid, 1899) fueron trasladados al panteón el mismo día de junio de 1913. El profesor, periodista, político y novelista Ricardo Macías Picavea es el único 'morador' del panteón que no ha nacido a la orilla del Pisuerga. Vino al mundo de forma accidental en Santoña, donde estaba destinado su padre –teniente coronel de infantería–, pero pasó en la ciudad castellana la mayor parte de su vida. En Valladolid desarrollaría su actividad intelectual –fue director del Instituto Zorrilla y del diario 'Libertad' y profesor de latín y geografía– y daría rienda suelta a su gran dedicación: la actividad política. Mantuvo el acta de concejal en el Ayuntamiento Republicano de Valladolid desde 1891 hasta que abandonó voluntariamente en 1895. En 1897 y 1898, aspirando a convertirse en el novelista de Castilla (así le denominaría Emilia Pardo Bazán), publicó las dos partes de 'La Tierra de Campos', pero lo que le catapultó como una de las figuras más señeras del regeneracionismo fue la publicación un año después de 'El Problema nacional'. El 9 de junio de 1913, El Norte de Castilla publicaba una crónica con el traslado de los restos al Panteón de los Ilustres: «A las diez se hallaban en el cementerio todas las autoridades locales, el Ayuntamiento, comisiones civiles y militares y personas de las familias de Macías Picavea y Almirante. También había un público muy numeroso. Primeramente la comitiva se dirigió al sepulcro de Almirante y sus restos fueron transportados al panteón. Luego se hizo igual con los restos de Macías Picavea y sobre ambos se depositaron coronas de flores naturales. (...) Terminado el acto, la carretera del cementerio ofreció un aspecto animadísimo por los carruajes y tranvías que circulaban atestados de gente».

José Almirante y Torroella y Ricardo Macías Picavea fueron trasladados el mismo día al panteón.

José Muro López es otro de los privilegiados que yace en los ocho nichos diseñados por Aurelio Carretero a finales del siglo XIX. El abogado, catedrático y político representó a Valladolid como diputado republicano en las Cortes durante 23 años y fue ministro de Estado en la I República. Muy querido en la ciudad, el Ayuntamiento no solo puso su nombre a una céntrica calle el 27 de junio de 1894, sino que cedió el consistorio a la familia para instalar su capilla ardiente el 20 de junio de 1907, por la que desfilaron más de diez mil vallisoletanos antes de trasladarlo al Panteón de Vallisoletanos Ilustres.​

José Muro López fue enterrado en el panteón en junio 1907.

↓ Y llegamos al último morador del octógono primigenio: Vicente Escudero. En la segunda mitad de noviembre de 1980 se conocía la noticia de la agonía de Vicente Escudero, que vivía en Barcelona. El bailarín había expresado su deseo de ser enterrado en la tierra de la que bebió la sobriedad y hombría que trasladó al baile. Este diario encabezó una campaña a la que se sumaron la Asociación de la Prensa y de la Radio y Televisión junto al Ayuntamiento para pedir que el tratadista de flamenco reposara en el Panteón de los Ilustres de Valladolid. En su portada 26 de noviembre El Norte publicaba: «Este diario está dispuesto a asumir cuanto sea preciso en el traslado a Valladolid de Vicente Escudero». En la misma noticia reconocía que el Ayuntamiento ya estaba al tanto para «prever cuanto sea preciso». El día 4 de diciembre moría el coreógrafo y al día siguiente sobre las tres de la tarde llegaba el cadáver. Gregorio Peces Barba, Miguel Delibes, Mariemma o Manolo de Vega acompañaron la comitiva al Cementerio del Carmen para ocupar el último de los ocho sarcófagos disponibles en esa fecha.

El bailarín Vicente Escudero fue en 1980 el último en ser enterrado en el octógono diseñado por Aurelio Carretero.

↓ Con la sepultura del genial coreógrafo, el Panteón de los Ilustres se quedó sin plazas. El Ayuntamiento se vio entonces en la necesidad de ampliar el mausoleo. En 1989 se aprobó la construcción de otros ocho nichos –cuatro a cada lado del octógono– con un presupuesto de catorce millones de las antiguas pesetas (84.000 euros).

Plano de la ampliación del Panteón de Personas Ilustres firmado por el arquitecto Francisco Iturralde Falcón. AMVA

↓ Fue Rosa Chacel la encargada de estrenar la ampliación del monumento el 28 de julio de 1997 y también la primera mujer en ser enterrada en este rincón de personalidades hasta entonces reservado a los hombres. Con la muerte de la insigne escritora, sobrina nieta de José Zorrilla, el panteón dejó de denominarse de «Hombres Ilustres». La autora de 'Memorias de Leticia Valle' descansa lejos de su esposo, el pintor Timoteo Pérez Rubio, que murió en Río de Janeiro, donde pasaron parte de su exilio.

En la tumba de Rosa Chace siempre hay un clavel.

↓ Miguel Delibes descansa en el panteón desde 2010. Es el único ilustre que yace acompañado de un familiar, su esposa Ángeles de Castro, que había fallecido 35 años antes. Lo pidió el escritor expresamente, porque la del escritor vallisoletano fue una historia de amor con mayúsculas. Delibes dejó un legado que quedará por siempre latente en el mundo de la literatura y nunca dudó en reconocer la influencia que tuvo su mujer en la creación de sus obras. Decía que ella era su «primera y más crítica lectora». Tal era la admiración que tenía hacia ella que, cuando la conoció, empezó a firmar sus obras con el acrónimo MAX. Una romántica ecuación: 'M' de Miguel, 'A' de Ángeles y 'X' por la incertidumbre del futuro de ambos. «Porque con 100 pesetas mensuales que me pagaban en El Norte, tú me dirás si nuestro porvenir, como pareja, no era una incógnita, una X bien grande», recuerda el escritor Ramón García que decía Miguel Delibes. Tuvieron siete hijos. «Soy, pues, consciente de que con su desaparición ha muerto la mejor mitad de mí mismo», dijo en su discurso de ingreso en la Real Academia el 25 de mayo de 1975, unos meses después de que Ángeles falleciera.

Miguel Delibes y su mujer Ángeles Castro comparten nicho en el panteón.

↓ Concha Velasco ha sido la última en llegar al paseo central del Cementerio del Carmen hace poco más de un año. La polifacética actriz murió el 2 de diciembre de 2023 en Madrid y al día siguiente, después de un multitudinario oficio religioso en la Catedral de Valladolid, fue enterrada junto al resto de ilustres de la ciudad. En la lápida de la artista se pueden leer versos de Santa Teresa de Jesús. La familia de la gran dama de la escena ha escogido un extracto de la poesía 'Nada te turbe' para abrigar la tumba de la chica yeyé: «Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: Sólo Dios basta». Entre la actriz y Miguel Delibes quedan dos sarcófagos libres; otros tres esperan ocupantes a derecha de la tumba de Rosa Chacel. Que sigan así muchos años.

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