Calzados Lobo, referente de la alpargata y los 'pisamierdas', se despide
Ana Calzada, propietaria del comercio de Panaderos con matriz en una tienda fundada en Madrid en 1897, se jubila dando las gracias a una clientela fiel
Durante tres lustros ha sido el reino del esparto y un lugar de referencia para comprarse unos 'pisamierdas' en el centro de Valladolid. De todos ... los modelos y colores imaginables. Su fachada en rojo bermellón y esos estantes que acogen cientos de pares de alpargatas atados con gomas han sido un clásico cuando llegaba el verano y había que surtir a todos los miembros del hogar para que el caminar estival fuera cómodo, ligero y fresco. Con su matriz en la tienda fundada por Timoteo Lobo en la capital de España allá por 1897, Calzados Lobo, en el número 34 de Panaderos, echará el cierre próximamente por la jubilación de la que ha sido su propietaria, Ana Calzada, apellido que se ajusta como un guante a la actividad que ha ejercido.
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Fue en 2009 cuando esta comerciante dio un giro a su vida profesional y aceptó la propuesta que le hizo su familia de Madrid. ¿Y por qué no abres en Valladolid?, le plantearon. Y tomó la decisión. «Era una droguería que llevaba cerrada mucho tiempo; el local me gustó, aunque estaba plagado de palomas después de tantos años sin uso; lo preparamos, lo pintamos y empecé», rememora.
Su filosofía era clara: «especializarse» en un artículo, en este caso la alpargata, y ofrecer todos los modelos y paletas cromáticas posibles. La experiencia y el catálogo de la casa madre, un establecimiento que en la calle Toledo de Madrid llevaba siendo puntero desde finales del siglo XIX, ayudó mucho. Entonces, el comercio a pie de acera en Valladolid «no estaba tan herido como ahora», pero tenía claro que centrando la oferta al máximo las posibilidades de salir adelante eran mayores.
«Siempre con artículos cien por cien españoles, eso la gente lo aprecia, tenemos unos grandes fabricantes de calzado que lo hacen aquí, a 200 o 600 kilómetros, y con muchísima calidad», subraya. Y los clientes han respondido. «Aunque tengo ganas de jubilarme, solo puedo dar las gracias por estos años detrás del mostrador, el 99% de los que nos han visitado durante este tiempo han sido gente estupenda y fiel», valora Ana. Sí reconoce que la apertura de Río Shopping, primero, y la expansión de las compras 'on-line', más tarde, les han hecho mella a ellos y a muchos otros del gremio tradicional. Pero han resistido y se han adaptado a los tiempos con su propia web, aunque reconoce «competir con las grandes plataformas virtuales siempre es más complicado».
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La empresaria es una firme defensora del producto nacional por lo que al calzado se refiere, porque, recalca, «son gente que lo trabaja muy, pero que muy bien; la calidad española la buscan en todo el mundo, me encanta cuando entra gente de Italia o de otros países, que ven las alpargatas que tenemos y los precios que tenemos y lo valoran mucho», asegura.
Esta comerciante ha sido testigo del resurgir de un calzado, la alpargata, que nació siendo la suela de gente humilde, pero que ha evolucionado en diseño y prestaciones para convertirse en un indispensable en todas las casas sin excepción. «Durante estos años han venido familias enteras, las más numerosas incluso se hacían una foto con las bolsas frente al escaparate después de haber comprado para mayores y niños», recuerda con cariño. «El esparto es un producto natural, que al tacto con el pie y la piel es buenísimo y además los fabricantes han hecho diseños muy adaptados a la moda y a los tiempos», abunda.
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El inicio del verano siempre ha sido la temporada alta. Ana y su marido tenían que pedir el respaldo a los suyos para atender la demanda. «Había colas en la calle y tuvimos que empezar a dar turno y poner una pantalla para dar la vez», cuenta. En su almacén, es protagonista el calzado de esparto, pero también las manoletinas, sandalias menorquinas, la clásica loneta, bambas... y, cómo no, los 'pisamierdas'. De esta bota tobillera de piel de serraje, que en puridad se denomina 'safari' y que dependiendo del lugar donde se compren pueden llamarse 'pisacacas', 'guarritos' o 'carapijas', han despachado miles de pares.
En la familia ya no hay relevo generacional para continuar con el negocio -«nosotros hemos llegado hasta aquí-, aunque su propietaria considera que a la tienda aún le puede quedar recorrido. Porque todavía hay clientes a los que «les gusta entrar, mirar, tocar y probarse» in situ, más allá de ver en una pantalla del móvil los diferentes productos para meterlos después al carro de la compra virtual.
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«Han sido unos años estupendos, de verdad, he conocido a un montón de gente y hemos vivido un montón de experiencias, solo puedo dar las gracias a todos», concluye Ana Calzada, mientras los clientes que entran a media mañana en el local consultan modelos y se prueban el género, ahora en liquidación para acabar con el 'stock'. Después, llegará un merecido descanso.
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