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Foto tomada por Henar Sastre el 30 de enero del 2000, donde se aprecia la marca roja en el tronco del Pino Gordo.

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Foto tomada por Henar Sastre el 30 de enero del 2000, donde se aprecia la marca roja en el tronco del Pino Gordo.

Un árbol más ancho que alto con dos siglos de vida

Henar Sastre, fotógrafa de El Norte, inmortalizó al Pino Gordo en enero de 2000 para alertar sobre la inminente tala

Berta Muñoz Castro

Valladolid

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Domingo, 24 de febrero 2019

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Días después de que los vecinos de Santiago del Arroyo dieran la voz de alarma de la inminente tala del Pino Gordo para construir la Autovía de Pinares, Henar Sastre, fotógrafa de El Norte de Castilla, se topó con una imagen que tiene grabada en la retina: una máquina excavadora estaba a punto de echar abajo el árbol.

«Si paso cinco minutos después, se lo cargan. Recuerdo que era domingo (30 de enero del año 2000), iba con mis padres a Segovia y al pasar por el Pino Gordo me llamó la atención que una máquina estuviera haciendo una zanja a los pies del árbol. Paré el coche en el arcén y fui derecha al hombre que dirigía los trabajos. Al principio no me hizo caso, aseguraba que tenía órdenes de quitar el pino porque por ahí iba a pasar la autovía, pero después de mucho insistir, conseguí que hablara con un superior y parara las máquinas», explica Henar Sastre.

Unos días después, El Norte de Castilla publicaba una fotonoticia firmada por ella y titulada 'Salvemos al Pino Gordo'. De esta manera, el movimiento social de Santiago del Arroyo traspasó la frontera municipal y llegó a la Administración regional, que no tardaría en rectificar y tomar medidas para salvaguardar el árbol.

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«Hubiera sido una pérdida enorme, es un ejemplar de pino piñonero perfecto. Mi padre, natural de Santiago del Arroyo, me explicó que este árbol tuvo un hermano, que murió calcinado después de que un rayo le diera de lleno durante un día de tormenta», asegura.

Otro intento de tala en los ochenta

Pero esta no fue la primera vez que el Pino Gordo se salvaba de acabar convertido en leña. Cuenta Juan Carlos Olmedo, agente medioambiental de la localidad vallisoletana, que en la década de los ochenta, durante el ensanche de la CL-601 a punto estuvieron de hacerlo desaparecer. En este caso, la intervención del guarda forestal de Santiago frenó las intenciones del capataz de la obra con el mismo argumento que años después utilizaría Henar Sastre: era un árbol especial. «Tanto –destaca Juan Carlos– que este pino piñonero es más ancho que largo, mide 15 metros de alto y tiene una copa de 20». ¿Su edad? Según la muestra tomada hace quince días con una barrena de Pressler –un taladro que extrae un cilindro del tronco donde se ven los anillos de crecimiento–, alrededor de los 190 años. Ahí es nada.

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