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Crónica negra de Valladolid

La niñera que asesinó a una bebé de seis meses en Pajarillos

Rosario Romillo fue condenada a 15 años de prisión por matar a una pequeña a la que dio varios tortazos, zarandeó y golpeó en la cabeza tras enfadarse porque no quería comer

Ángela Gago

Valladolid

Jueves, 17 de julio 2025, 06:46

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Rosario Romillo Delgado había empezado su segundo mes al cuidado de Ana Helena, una bebé de seis meses. La progenitora no tenía con quien dejarla ese verano, había sido madre soltera por inseminación artificial y necesitaba la ayuda de una niñera. Alguien del trabajo le habló de esta mujer de 38 años, con dos hijos, divorciada y vecina de Laguna de Duero.

Eran las dos de la tarde del 9 de agosto de 2007. En un piso de la calle Salud, en Pajarillos, la niñera tenía que dar de comer a la pequeña, pero Ana Helena no quería comer. La cuidadora perdió los nervios y le propinó al menos seis tortazos. Después la zarandeó y terminó su ataque golpeando a la niña contra una superficie dura pero acolchada.

Casi un mes después de los hechos, el juez ordenó arrestar a Rosario, pero la mujer no se encontraba en su domicilio habitual de Laguna. Sin embargo, fue detenida -no opuso resistencia- en la localidad zamorana de Guarrate, donde estaba veraneando con su familia. Al día siguiente el magistrado la envió a prisión y dictó un auto para su imputación.

La testigo y la pediatra

Una vecina decidió saltar por la ventana del patio de luces para acceder a la cocina de la otra vivienda al ver a la cuidadora y percatarse de la situación. Se trataba de la única testigo de los hechos posteriores. La mujer recordó que ese 9 de agosto la cuidadora mostró una «frialdad excesiva» y que sostenía a la niña inconsciente «sin hacer nada».

Nadie había llamado aún a la madre de la niña, ni al 112. Tuvo que ser la vecina la que alertara de inmediato al Servicio de Emergencias, la pequeña de seis meses «estaba literalmente morada». La médico que llegó al domicilio corroboró que la cuidadora «aquel día no mostró sentimientos, como si el tema fuera ajeno a ella».

La pediatra de urgencias del Clínico que atendió a la bebé, al auscultarla observó que su patología no respondía a un atragantamiento, como aseguró la niñera desde el primer momento. Además, le introdujo una sonda por las vías respiratorias para demostrarlo. Tras observar las lesiones en la cabeza, decidió abrir un protocolo oficial en el que hizo constar su «sospecha de posibles malos tratos».

Un informe forense estableció que la capacidad intelectual de Rosario era límite, pero sin que se hubiera detectado un retraso mental. Así que era imputable desde el punto de vista penal al ser consciente de las consecuencias de sus actos.

Hematomas y cambio de versión

La bebé no soportó la violenta reacción de la niñera. El zarandeo le rompió dos vasos capilares del cerebro, que le provocaron sendas hemorragias internas, y el golpe posterior -una fractura del hueso orbital- un traumatismo craneoencefálico que llevó a Ana Helena al coma. Dos días más tarde, falleció en la UCI pediátrica del hospital de Burgos, donde tuvo que ser trasladada en helicóptero ante la gravedad de las lesiones.

Esta es la versión de todos los médicos que comparecieron en aquel juicio, celebrado en junio de 2009. Los forenses que se encargaron de la autopsia aseguraron que la niña estaba llena de hematomas -tenía al menos quince en ojos, frente, mentón y mandíbula- y que ninguno era compatible con un «cachete», como trató de justificar la niñera.

La cuidadora no reconoció su culpa: «No soy capaz de hacer daño a nadie y mucho menos a una niña», declaró ante el jurado popular. «No soy una asesina», insistió la niñera en el juicio. Aseguró que había dado de comer la papilla a la niña con total normalidad, que luego empezó a ver que le costaba respirar, por lo que trató de reanimarla hasta con un boca a boca infructuoso, y que fue en esas maniobras en las que Rosario le produjo las lesiones. Pero al final del juicio cambió de versión inicial. Tras escuchar todas las evidencias que había en su contra, dijo que la niña se le había resbalado mientras comía para tratar de justificar los golpes.

Pero las pruebas echaron por tierra las dos mentiras de la cuidadora en aquel juicio. Ni atragantamiento, ni caída fortuita. Los forenses explicaron que para que un bebé de seis meses tuviese esos gravísimos daños craneales, la caída tenía que haberse producido desde unos dos metros y apuntaron incluso que el zarandeo de la niñera fue tan brutal que la cabeza de la pequeña sufrió un movimiento más intenso que si hubiese estado dentro de un coche durante un accidente de tráfico.

El jurado popular la declaró culpable de un delito de asesinato y el juez la condenó a 20 años de cárcel, que se redujeron a 15 tras eliminar el TSJ la agravante de ensañamiento.

La próxima semana

El cadáver que apareció en un pinar de Olmedo.

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