«La Catedral de Valladolid necesita un nuevo museo»
Santiago Bellido Arquitecto y pintor figurativo que ha colaborado con sus dibujos en numerosas exposiciones
Vidal Arranz
Viernes, 12 de diciembre 2014, 18:34
Santiago Bellido es un hombre de personalidad mestiza. Su formación como arquitecto le permite ganarse la vida como profesor de Expresión Gráfica y Geometría en la Universidad Europea Miguel de Cervantes (UEMC), pero, además, su habilidad como artista figurativo le ha convertido en referencia habitual en las exposiciones institucionales de la ciudad.
'La Valladolid soñada' es la más reciente, pero antes aportó sus dibujos a 'Ríos de luz' y a la muestra dedicada a las localidades hermanadas con Valladolid. Bellido se cuenta entre los vallisoletanos satisfechos de su ciudad, pero no oculta su preocupación por dos asuntos: el vaciamiento del centro urbano y el mejorable estado de sus principales museos religiosos. En el caso del Museo Diocesano de la Catedral, tiene claro que «sería bueno hacer uno nuevo».
Su primer libro, 'Cuaderno de apuntes de un arquitecto', fue publicado por El Pasaje de las Letras, una de esas editoriales que hace años enriquecían la vida cultural de la ciudad y que han tenido que cerrar a causa de la crisis.
«Ser arquitecto marca. Ayuda a pensar lo que te rodea y ha condicionado mi orientación como artista figurativo», explica. Aún así, vive de su trabajo como profesor porque «es difícil sobrevivir como artista plástico en una ciudad como Valladolid, en la que la mayoría de las galerías han cerrado o lo están pasando mal, preocupadas por la supervivencia».
Y es que la poca clientela que antes adquiría obra artística, ahora ya no compra. «No se venden ni los formatos más amables ni las firmas más consagradas», asegura. Y aunque la falta de dinero es una de las causas, Santiago Bellido cree que no es la principal. «Hay gente con dinero, pero no les interesa lo que se les ofrece».
Temerosos de los riesgos
Tampoco ayuda que los vallisoletanos sean poco aventureros. «Somos muy del qué dirán, en todos los aspectos, no solo en el artístico, y eso nos hace ser poco arriesgados», opina. Y aporta un ejemplo muy gráfico: «Mis alumnos se avergüenzan de ir por la calle con la carpeta grande de dibujo porque les miran».
En el trasfondo emerge un cierto escepticismo hacia un arte moderno que no rechaza, pero con el que marca distancias. «Quizás hoy se piense demasiado en el arte como inversión, pero su verdadera finalidad debería ser encandilar al espectador. El arte tiene que intentar ser delicioso y, si es posible, sublime».
En cambio, el arte moderno «gira demasiado en torno a la subjetividad del artista, y tiene más atractivo intelectual que estético». Por ello, «requiere un discurso previo para poder ser entendido que no se facilita al público en general», lo que genera una cierta actitud de desconfianza.
Con todo, Bellido cree que la vida cultural de la ciudad es amplia y suficientemente diversa. «No está nada mal. Hay muchas actividades, y en distintos niveles, y cada uno se implica en lo que quiere».
En el terreno de la gestión municipal, Bellido destaca un programa como Creart que, a modo de ejemplo, ha facilitado el encuentro de los artistas locales con creadores de la talla de Antonio López y Cristóbal Toral.
Uno de los problemas es que muchas actividades culturales de iniciativa privada que se desarrollan en Valladolid «son demasiado pequeñas y, por ello, apenas tienen trascendencia».
La tendencia habitual es que «cada uno se conforma con lo que ya tiene. Y teme que, si se agrupa y da entrada a otros, pueda perder el control; el temor a que otros nos digan cómo actuar frena mucho».
Dentro de esa riqueza cultural de la ciudad destaca la oferta de museos, aunque en este campo el dibujante vallisoletano cree que existe margen de mejora. «Los museos sacros de la ciudad están muy poco cuidados y muy desfasados en su diseño y presentación», opina Bellido. «El de la Catedral, en concreto, contiene maravillas que lucirían mucho más en otros espacios. Un museo nuevo es el complemento que la ciudad necesita».
San Joaquín y Santa An
Pero algo parecido le ocurre al Museo de San Joaquín y Santa Ana. «Está mal iluminado y la disposición de las piezas no ayuda a su contemplación. Necesita una pátina de modernidad, se ha quedado estancado en su concepción».
Una buena estrategia de renovación es, a su juicio, la que está acometiéndose en el Museo Nacional de Escultura de San Gregorio, con participación de artistas jóvenes que interactúan con las obras clásicas.
No es su única sugerencia a una Valladolid que aspira al título de 'ciudad de museos'. En algunos casos, como en el Provincial de Fabio Nelli, Bellido detecta que el exceso de contenido, y su gran diversidad, pueden dificultar la comprensión y el disfrute por el espectador. «Sería más visitado si tuviera una línea expositiva más didáctica y clara», opina.
Otro problema común a muchos edificios es que no suele haber un acceso directo desde la calle a las salas en las que se exponen las obras. «Se obliga al visitante a buscarlas».
En el aspecto positivo, lo más destacable es, para Bellido, la positiva transformación que ha vivido la ciudad en las últimas décadas.
«A finales de los ochenta los vallisoletanos sentían su ciudad como fea, y eso ha cambiado. Y aunque la destrucción del centro histórico que se produjo en los años sesenta sigue ahí, poco a poco nos hemos ido equiparando con las ciudades de nuestro entorno». En este sentido, cree que aunque la política de mantenimiento de fachadas no siempre implica una recuperación real de los edificios, «al menos ha permitido salvar las calles».
«No estoy descontento con Valladolid. Estoy más descontento con la educación de sus vecinos». Y es que Bellido está convencido de que «el pensamiento positivo en torno a la ciudad haría más por ella que ninguna actuación concreta. Hay que aprender a disfrutar de lo que ya hay», dice.
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