Antonio Barrul, de «ochenta y tantos años», en su chabola. :: J. S.
VALLADOLID

«No tenemos nada y con nada seguiremos aquí hasta que Dios nos lleve»

J. S.

Jueves, 4 de noviembre 2010, 01:27

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Antonio Barrul, el eterno chabolista de «ochenta y tantos años» que fundó el poblado de Juana Jugan a finales de los años setenta, afronta su trigésimo primer invierno en su no menos eterna chabola. La edad no perdona y los achaques le obligan, a él y a su inseparable compañera, Adoración, a ayudarse de un bastón para caminar. «Los dos estamos enfermos de las piernas y otras cosas y queremos marcharnos de aquí, pero no hay posibles y ni coche tenemos, y así llevamos más de 30 años», lamenta.

Al patriarca -padre de nueve chicos y tres chicas- solo le queda un nieto y un vástago con «una enfermedad de la cabeza» viviendo con él. A cien metros se acaban de instalar otras tres familias formadas por otro de sus hijos y dos nietos. «No les dejé hacer aquí sus chabolas por miedo a que venga el Ayuntamiento y nos tire la nuestra», justifica Antonio, quien recuerda cómo su prole salió del gueto «porque estaban aburridos de la vida, aunque no les va bien».

El constructor del núcleo original, levantado al quedarse fuera su familia de los realojos del hoy desaparecido poblado de La Esperanza, confiesa que no le queda otra que «aguantar». Y así lleva tres décadas superando fríos, calores, lluvias e, incluso, un incendio que arrasó el gueto en 1998.

«No tenemos nada y con nada seguiremos aquí hasta que Dios nos lleve», anticipa el chabolista. Sin agua corriente, con la luz de un generador y al calor de su desvencijada estufa. Un año más...

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