Moviiing, all Pucela moving

Mira, si no lo digo reviento (¡move!), y como no quiero llenar las páginas de tripas y sangre (¡mueve!), pues lo voy a soltar ya (¡ole, vamos allá!): lo de anoche en la Plaza Mayor fue sencillamente a-co-jo-nan-te, «una marea de gente, todos diferentes, remando al mismo compás». Las comillas -si le pones música- son de Macaco, que ayer reventó las costuras de la Plaza Mayor y puso a bailar al mismísimo conde Ansúrez, que ya sabes lo sieso que es el tipo, que solo se mueve (¡move!) cuando tiembla el suelo a su alrededor (aaiiiay). Y anoche tembló. ¡Vaya que si tembló! Tanto, que si te acercas ahora por la plaza, seguro que la pobre todavía está tiritando solo de recordarlo.

Menudo fiestón el Macaco. La cosa ya prometía (y eso que yo no era muy fan) desde el primer momento, cuando empezaron a sonar los timbales y al segundo se animó la batería y luego las guitarras y luego unas voces entre árabes y flamencas (todas vienen del mismo cuenco) y luego unos platos de dj y luego un Dani Carbonell que, de 'puerto presente', se coloca en el medio del escenario, con su camiseta de hombrillo, sus botas, sus piernas flexionadas, su micrófono en la izquierda (es zurdo) y un brazo derecho que se mueve como una culebrilla hipnótica, como si tocara con sus manos un teclado vertical.

«Valladolid, ¿qué pasó?», saluda a gritos. Y lo que pasó fue que Valladolid se apuntó sin recato a la juerga, a la propuesta músico mestiza de Macaco. Al «agüi agüi, agüita». Al «aquí, ahora». Al «con la mano levantá». All Pucela moving. Y desde el primer momento. Hay grupos que racanean, que dejan la explosión festiva para el final, para que la peña se vaya a casa con buen sabor de boca. Grupos que dosifican fuerzas (o éxitos) y que se permiten un bajón a las primeras de cambio. Macaco ayer dijo que nanai, que de eso ni hablar, que aquí hay fin de fiesta desde la primera hasta la última y que más vale abrocharse los cinturones desde el minuto cero ('this is the life life best best, under your feet') porque hay amenaza de turbulencia fiestera. Lo demostró con 'Todos', la tercera pieza de la noche y donde la cosa ya explotó para no dejar de soltar metralla hasta el último golpe de batería.

Hasta con la nariz

Por el medio, sesiones guitarreras de 'gipsy swing' (vaya maquinita El Tinta, el colega que toca la guitarra eléctrica hasta con la nariz), mensajes hedonistas, naturistas, ecologistas... cantos a la madre tierra y a la multitud que sueña, coreografías efectistas que son aplaudidas por el respetable («vaya caña que tenéis compadres») y una bandera amarilla y azul que lanza mensajes marineros: «En el código de navegación, esta bandera significa quiero comunicarme», dicen los de Macaco, que a continuación se apuntan al 'comunication power' entre padres e hijos, entre colegas, entre países... Salieron con un poco de retraso al escenario (es verdad), la cosa fue cortita (también es verdad), pero vaya entrega durante el tiempo que duró el concierto, que vivió su punto g con 'Tengo' y, claro, 'Moving', que desembocó en uno de los aplausos más tremendos que se han escuchado nunca en la Plaza Mayor (yo diría que hasta El Canto del Loco incluido, pero también es verdad que tengo muy mala memoria).

Antes sonaron Ele de eme, grupo pucelano -promete, promete- que también logró una respuesta tremenda de sus paisanos, muchos de los cuales ya se saben los estribillos con los que abrieron una noche 'briribi bam briribi bam' (a mi esto del 'scratching' con las palabras no me sale tan bien como a Macaco) vibrante en la Plaza Mayor. ¡Guau!