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Pablo Gallardo convive en su propio patio con las piedras del castillo. :: LORENA SANCHO
VALLADOLID

Artesanía de otros tiempos

La historia le adjudica a Villalba de los Alcores gran fama en su gastronomía

LORENA SANCHO

Sábado, 4 de septiembre 2010, 02:59

Al vecino de Villalba de los Alcores Pablo Gallardo, la historia prácticamente se le mete en casa. Abre la puerta de su patio y se topa con un muro de piedra de grandes dimensiones que rodea el castillo del siglo XII. Aquí, a la sombra de una fortaleza atribuida a la orden Sanjuanista, este vecino saca agua de un pozo casi a diario sin reparar en los acontecimientos que la historia adjudica a este recinto con cubos de base cuadrada. «Bueno, la gente sí se sorprende, pero yo llevo aquí toda la vida y lo veo ya como algo normal», comenta sobre la curiosa ubicación de su vivienda.

El caso de Pablo Gallardo es uno de los más sorprendentes, pero no el único. Los restos de murallas, los cubos recuperados hace unos años como centros de interpretación del Medievo y el propio castillo se mimetizan con las pedregosas fachadas de este pueblo con encanto medieval. Prácticamente todo el pueblo está rehabilitado o conserva en buen estado la piedra originaria. Los desperfectos se limitan al deterioro que presenta la fortaleza, que está vinculada a la familia política del presidente de la II República, Manuel Azaña, quien se casó con una vecina del pueblo y cuentan que visitó Villalba en algunas ocasiones. Por entonces, este enclave medieval surtía ya los afamados caramelos que «hasta hace cuatro días» ha elaborado con mimo y atención Nino Rosales, que heredó la tradición confitera de su padre y abuelo para proseguir con los conocidos como 'Caramelos del Congreso'. «Hacía de todo, bizcochos riquísimos, mazapanes, caramelos, todo tipo de dulces, y si alguien le pedía recientemente un encargo les hacía el favor, pero ya está mayor, porque son 85 años», asegura Amada, «de su quinta», que cada tarde departe con su hermana Esperanza en un banco con vistas a la iglesia parroquial de Santiago Apóstol.

La artesanía y el esmero con el que este octogenario cuidaba su género pervive hoy en día en la elaboración de otro producto gastronómico de reconocido prestigio en el país; el queso de la familia Hernández García. La segunda y tercera generación de esta empresa familiar elabora al año unos 150.000 kilos de queso de oveja con la leche del entorno de Villalba. «La producción nos permite mimar cada queso, miramos mucho la conservación, la calidad, que la leche llegue al cien por cien. La diferencia es que antes comprábamos la leche a varias ganaderías de pequeños rebaños y ahora tenemos a lo mejor cinco o seis más grandes, porque tienden a desaparecer», explica Josefina Hernández, miembro de la familia propietaria. El queso de Villalba, que viaja a varias ciudades de España, realizaba hasta hace doce años su curación en las bodegas del castillo gracias a un acuerdo de arrendamiento, de ahí le viene el sobrenombre con el que se le conoce de 'queso del castillo'.

Huella histórica

La industria encuentra en este histórico municipio un importante lugar de la mano de las cuatro fábricas de muebles que emplean a un gran sector de la población y que recoge sus herramientas y los principales pasos del proceso en un Museo de la Carpintería. No es el único. La huella de la historia perpetúa en este enclave de diseño medieval en distintos centros museísticos y expositivos.

En su término se encuentra el despoblado de Fuenteungrillo, del siglo XIV, que recrea ahora una casa de la época, y cerca de Montealegre, entre bosques de encinas y robles, se asoma el Monasterio Cisterciense de Matallana, donde la Diputación abre al público un centro de interpretación de la naturaleza, un aula del palomar y numerosas actividades dirigidas principalmente a estudiantes. Ya en el propio pueblo, dentro de la iglesia de Santiago, la sacristía alberga otro museo que expone cálices, custodias y algunas tallas de otros siglos. Los elementos expuestos invitan a transportarse al Medievo que ensalzan los callejones por los que perderse por la villa de otro tiempo.

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