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LEONOR RAMOS
Domingo, 15 de agosto 2010, 03:14
Él es uno de los pocos jóvenes que cuando se levantó una mañana decidió quedarse en el pueblo que un día le vio nacer. Es joven, agricultor, marido, padre de un niño de tan solo cinco meses y un vecino de esos que participan activamente en todo lo que se organiza en Astudillo. Alfonso Retuerto, Alfonsín, como todos le conocen, de 32 años, es alegre, emprendedor, luchador y algo payaso -lo digo con todo el cariño-. «Cuando son las fiestas, siempre me invento alguna canción y se la canto a todos», explica jocoso. Alfonso fue el pregonero de las fiestas de Astudillo en 2000, y después de su discurso empezó a cantar, pero casi ni se le escuchó, porque el público comenzó a aplaudir por el gran discurso que acababan de escuchar.
Supo desde pequeño que quería trabajar en el campo, a lo que su padre se había dedicado toda la vida. Estudió, y sin pensárselo dos veces se dedicó plenamente a ello. «La verdad que siempre me gustó estar en mi pueblo y el trabajo de agricultor, y así seguiré el resto de mi vida», asegura. Ve con optimismo su futuro y el de la agricultura, aunque reconoce que «no corren buenos tiempos para esta actividad, pero hay que mantenerse por ser un sector imprescindible». Dice que la esencia de Astudillo sigue siendo la misma desde que él era pequeño, pero hay cosas que han cambiado. «Antes, nos juntábamos todos los niños y jugábamos al fútbol entre los barrios. Nos enfrentábamos, por ejemplo, los de la plaza con el barrio de Santa María o con el barrio San Marcos», cuenta. ¿Y quién ganaba siempre? «El barrio de Santa María, que es donde vivía yo», recuerda entre risas Alfonso. El número de niños ha descendido, pero todavía se mantiene. Este año por ejemplo han nacido dos niños, Aimar (hijo de Alfonso, de cinco meses) y Mateo.
De su quinta, pocos amigos viven hoy en día en Astudillo porque decidieron marcharse a otros sitios al ver que aquí no tenían trabajo. Además, Alfonsín es uno de los agricultores más jóvenes que tiene ahora el pueblo. «Quizás seamos otro compañero y yo los agricultores más jóvenes de Astudillo, porque el resto tienen más edad», dice. Tiene ganas de trabajar, y por eso ve el futuro con optimismo. «¿Dónde me voy a ir yo ahora? Así que tengo que tirar para adelante», dice.
Se casó hace cuatro años con Ainara. «Su padre es vasco y su madre es de Astudillo. y aunque ella siempre ha vivido en el País Vasco, solía venir en el verano y así nos conocimos», cuenta. A los 16 años surgió el amor, y años más tarde se hicieron novios. «Al principio no me gustaba venir al pueblo pero una vez que conocí a Alfonso venía muy a menudo», cuenta Ainara. Son las cosas del amor. Le costó quedarse definitivamente en el pueblo, pero ahora Ainara reconoce que está muy contenta en Astudillo. «A los dos nos gusta mucho la tranquilidad y aquí lo tenemos todo, porque la capital está cerca y aquí tenemos muchos servicios para vivir bien», explica Alfonsín.
Alternativas
«Seguramente, ahora en Palencia hay menos vida que en los pueblos», dice, y es que asegura que «el hombre del pueblo puede decir vamos a la ciudad o vamos a Valladolid o a donde sea, pero alguien que viva en la ciudad no tiene tantas alternativas, porque quizás está más encasillado».
Ainara siempre le dice a su marido que es «muy de Astudillo y que no hay quien le saque más de dos días de pueblo». Por fortuna tuvo la suerte de que ella se vino al pueblo, porque si no Alfonsín lo hubiese pasado muy mal.
Se le ilumina la cara cuando habla de Astudillo, y ahora también cuando habla de su hijo Aimar. «Espero que a mi hijo, cuando crezca, le guste el pueblo tanto como a mí, porque si no le tendré que convencer para que le guste», asegura, aunque, como dice Ainara, «como Aimar ha nacido aquí seguro que estará encantado de su pueblo».
Salimos los cuatro a tomar un café al bar de la plaza del pueblo. Todo el mundo se para a ver al pequeño Aimar, que antes estaba dormido, pero al salir a la calle se despertó y abrió bien los ojos. Se nota que Aimar también quiere disfrutar del pueblo, y ya es muy de Astudillo, al igual que su padre.
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