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CARTAS_OPINION

Gaza, zafarrancho de combate

AGUSTÍN REMESAL

Domingo, 6 de junio 2010, 03:18

Lo primero que me vino a la memoria al tener noticia del ataque israelí contra la flotilla humanitaria fue el nombre en clave pintado sobre la proa de un barco de guerra: U-234. Era el único navío armado que podría haber acudido aquella madrugada en auxilio de la flota solidaria, pero está fuera de servicio desde hace ocho años. La patrullera palestina marcada con ese anagrama yace desarbolada en una plataforma sobre ruedas y su carcasa forma parte del rosario de pecios que rodean el puerto de Gaza. En la U-234 paseó orgulloso el 'rais' Arafat por el largo de aquella costa mediterránea para anunciar que Palestina disponía ya de su propia armada: dos patrulleras egipcias de tercera mano compradas a precio de saldo.

Mal podrían haber acudido en auxilio de la flotilla de la libertad los barcos de guerra palestinos, hoy pura chatarra. Del combate librado a bordo del ferry turco 'Marvi Marmara' en la madrugada del pasado 31 de mayo no se ha escrito aún crónica cierta. El vendaval de acusaciones de las víctimas contra los comandos israelíes, su brutalidad y la masacre consiguiente no han tenido respuesta certificada por Israel, aunque con su habitual eficacia, la máquina informativa y propagandística de Tel Aviv ha puesto en circulación algunos datos equívocos y maliciosos: que las imágenes en vídeo de los heridos en el ferry fueron tomadas antes del asalto de los comandos; que en la cubierta se encontraron casquillos de munición no usada por esos comandos; que la mayor parte de los cooperantes llevaban en sus bolsillos gran cantidad de dinero.

No es la primera vez que la armada israelí prohíbe por la fuerza la entrada de barcos en el puerto de Gaza. El yate 'Dignity' logró recalar varias veces allí antes del bloqueo naval impuesto por Israel en la primavera del 2008, cuando ese barco con ayuda humanitaria fue abordado por fuerzas especiales y obligado a poner rumbo a un puerto del Líbano. El ferry 'The Spirit of Humanity' fue interceptado en julio del 2009; su cargamento fue decomisado, y sus 30 pasajeros, detenidos. He aquí, en resumen, el parte de esa batalla naval librada entre la buena voluntad y el coraje de organizaciones humanitarias y la prepotencia israelí insostenible y a punto de quebrarse.

Ante la presión de sus aliados más firmes, el clamor internacional y la amenaza de sus adversarios árabes, Israel se ve obligado a cambiar su estrategia marítima destinada a ahogar a los islamistas de Hamas en Gaza, para evitar nuevos episodios sangrientos que aumentarían su aislamiento cada día más rígido. Si el único objetivo de ese bloqueo es impedir la entrada de armamento en la franja, bien podrían ser autorizados los desembarcos controlados de ayuda humanitaria, de bienes de consumo y de materias primas para reactivar la economía agonizante y dar respiro a los habitantes de esa cárcel sin techo.

El episodio de la llamada 'Flotilla de la Libertad' obtendría así un éxito rotundo, a pesar de que durante la semana pasada se ha representado la gran celebración universal de la hipocresía. Israel esconde lo que sabe acerca del episodio para ocultar su vergonzante agresión y sigue firme en el propósito de emplear su fuerza descomunal incluso frente a enemigos inermes; Obama pide luz y taquígrafos para investigar los detalles del incidente en alta mar, sin condenar a Israel, agresor de navíos mercantes navegando bajo bandera de un miembro de la OTAN; la Unión Europea lamenta, condena, advierte, pide información, se inhibe y certifica como siempre su compromiso para librar el imprescindible suministro de ayuda humanitaria a Gaza, donde nadie sufre de hambre y sí de mucha desesperación; Turquía lanza la piedra, amenaza a Israel, sigue en su deriva proislamista y esconde la mano; Egipto abre su frontera con Gaza para demostrar a destiempo y sujeta a conveniente plazo su buena voluntad para ayudar a los hermanos palestinos; la Autoridad Palestina de la OLP y de Abu Mazen calla y otorga, a la espera cómoda y bajo protectorado de no se sabe qué circunstancias para negociar la paz, y Hamas mantiene su acoso ciego disparando sobre territorio israelí cohetes 'Kassam', mientras aprovecha esa frontera del sur para pasar más mercancías, por carretera o por más de un centenar de túneles, fuente abundante de poder y de beneficios.

En ese exiguo escenario medio oriental se libra desde hace varias décadas una guerra desigual y abusiva cuyas víctimas son los palestinos, quienes siguen sin tener ni Estado, ni ejército, ni barcos de guerra, ni mar propio, ni frontera respetada ni atisbo de prosperidad. Cada día que pasa, Israel les roba su tierra y su dignidad, metro a metro, infamia tras infamia. Las únicas embarcaciones que salen por la bocana del puerto de Gaza son las pequeñas barcas de pesca que ponen rumbo de madrugada hacia el oeste por si los barcos de guerra israelíes, en un insólito impulso de buena voluntad y misericordia, les permiten acceder a sus esquilmados caladeros de sardinas y gambas en constante merma, a menos de diez millas de la costa.

El asalto israelí a la flotilla humanitaria ha perturbado el tablero de ese complicado ajedrez en donde se libra la sórdida batalla entre ideologías y civilizaciones: Occidente democrático y liberal, frente a Oriente medieval e islámico. Y ésta puede ser una buena noticia. Sobre la arena de una playa de Gaza, siguen varadas las dos patrulleras palestinas convertidas en chatarra, el mismo estado de ruina que padece el proceso de paz entre palestinos e israelíes.

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