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JAVIER AGUIAR
Miércoles, 17 de marzo 2010, 02:13
Ese fin de semana de mediados de marzo, hace ahora treinta años, transcurría por los límites de una realidad en tantos aspectos similar a la de ahora. La primera de EL NORTE confirmaba el ya sabido hecho de que los ayuntamientos estaban arruinados, como lo siguen estando. 'Siete mil millones para cancelar las deudas de las corporaciones locales', decía el titular de la información sobre el Consejo de Ministros, presidido el día anterior por Adolfo Suárez, que aprobó dicha aportación.
Cuatro páginas adentro se hablaba de un problema que, también como hoy, parecía no tener solución. 'La manifestación del martes recogerá todo el descontento y malestar que existe en el campo', afirmaba el encabezamiento con un subtítulo más elocuente aún: 'Nos hemos unido porque la economía de los labradores y ganaderos está en ruina», denunciaban los líderes agrarios. «Este año presenta muy buenas perspectivas para el campo», había dicho el día anterior el ministro del ramo, «el señor Jaime Lamo de Espinosa», que, como ahora, remaba a contracorriente.
Hasta ahí todo normal. La noticia que superaba lo cotidiano era la crítica musical, que no encajaba con espíritu tolerante la llegada de nuevas tendencias y figuras. Alaska y los Pegamoides y Aviador Dro y sus obreros especializados, formaban el cartel del primer ciclo dedicado a la Movida madrileña. 'La nueva ola musical madrileña, demencial', era el titular con el que se le recibía.
De la hoy casi clásica cantante decía el crítico, cabreado por el retraso en el inicio del concierto: «Es una joven de 16 años, bajita y regordeta, que asida a una guitarra dice que canta». Conclusión: «La imagen que dejó ayer la nueva ola es como para decir adiós y desaparecer».
«Tíos de plástico negro»
A los del Aviador -«una burda copia»- les entendió menos todavía. «Los tíos enfundados en unos trajes de plástico negro, con gafas y en plan autómata fueron incapaces de hacer un solo tema completo por el caos existente en el escenario». Tan grave fue la cosa que «alguien del público gritó en el Teatro Valladolid: 'queremos a Miguel Bosé'». En fin, que había que recomendar a las autoridades un poquito de por favor: «El nefasto aborto de concierto debe hacer reflexionar a ciertos miembros del Ayuntamiento que están para otra cosa, no para programar a Raimon y ahora a estos elementos», que no tenemos un término medio.
Con todo, el fin de semana dejó un sabor a pérdida, la del 'amigo de los animales', cuya avioneta «capotó» en Alaska.
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