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El Pequeño Nicolás, momentos después de ser insultado en Barcelona por los CDR. D. Zorrakino-Europa Press

El Pequeño Nicolás la arma

El falso espía es detenido por intentar clavar un cuchillo al camarero de una pizzería. Montó una bronca cuando quisieron echarle del local por increpar a una empleada

ANTONIO PANIAGUA

Jueves, 21 de noviembre 2019, 07:57

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Manejar el cuchillo no es cosa de niños, salvo para el Pequeño Nicolás. Al impostor más célebre de la España actual se le está agriando el carácter. Se sabía que Francisco Nicolás Gómez Iglesias, que así se llama el muchacho, tiene la lengua afilada y un pronto pendenciero, pero no tanto como para imaginarlo en el corte a navaja del camarero. El falsario con pintas de pijo, ya con 25 años, fue apresado el martes por la Policía acusado de intentar agredir y apuñalar al trabajador de un restaurante de comida rápida de Azca, una zona de Madrid llamada con algo de grandilocuencia el pequeño Manhattan por los negocios que allí asientan. Por la noche muda de piel y abre las puertas de numerosos bares de copas y discotecas.

Quien se hacía pasar por joven talentoso al servicio del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) fue llevado a comisaría, adonde le acompañó un amigo, por resistencia y desobediencia a la autoridad. Dos hombres y un destino: pasar la noche entre rejas. Según los testigos, ambos tenían trazas de haber bebido.

Los dos amiguetes estaban comiendo en el restaurante Tepizzare Gourmet Food, cuando comenzó la trifulca. Quien se las daba de conseguidor y se jactaba de ser asesor de Soraya Sáenz de Santamaría, exvicepresidenta del Gobierno, demostró que tiene mal vino. Nicolás y el otro comensal se entregaron al deporte de increpar a una empleada sin que se sepa el motivo. Como el hombre de las múltiples caras y su acompañante siguieron incordiando, el encargado de la pizzería decidió que había llegado el momento de indicarles el camino de salida. Fue entonces cuando se inició la pendencia. Durante el forcejeo, Gómez Iglesias cogió un cuchillo que estaba sobre la mesa e intentó clavárselo a uno de los camareros que trataba de expulsarle. O el Pequeño Nicolás no entiende lo que es el derecho de admisión o se estaba rearmando, y no precisamente de argumentos jurídicos para su defensa. Por suerte el camarero se protegió como pudo del ataque, si bien recibió un puñetazo en la cara y sufrió cortes en las manos.

Cuando se presentó la Policía, los agentes se vieron obligados a reducir al amigo del Pequeño Nicolás, que andaba tan soliviantado que embistió contra uno de los funcionarios, el cual tuvo que ser atendido en el hospital La Paz aquejado de un esguince en una pierna. Lo que era una cita agradable acabó en una velada... de boxeo. Sobre el sedicente empleado de los servicios de inteligencia –últimamente no anda sobrado de ella– pesa el cargo de lesiones, mientras que a su colega abusón le ha caído una denuncia por mostrar poco afecto con las fuerzas de seguridad.

Mala racha

El amigo del Pequeño Nicolás y éste, que ahora mismo da la talla de matón, fueron puestos en libertad con cargos. Gómez Iglesias pasa una mala racha. El sábado apareció en la estación ferroviaria de Sants (Barcelona) y un miembro de los Comités de Defensa de la República (CDR) le dio una colleja. Fran, como le llamaban en los círculos de Nuevas Generaciones del PP, necesitó de la escolta de los Mossos d'Esquadra para ponerse a salvo. El incidente da idea de hasta dónde llegan las puertas giratorias en el campo de la usurpación de identidad: hoy eres rescatado por los Mossos de una encerrona independentista y mañana te encierran con independencia de tu estatus perdido.

La vida da muchas vueltas, como las puertas giratorias. En sus tiempos de gloria y fingimiento, Francisco Nicolás Gómez se presentó como hombre del CNI ante el abogado de Jordi Pujol, a quien trató de persuadirle de que era capaz de aligerar el calvario judicial del que fue 'molt honorable'.

Si fuera el personaje de un tebeo, el Pequeño Nicolás sería Mortadelo. Si fuera un entretenimiento, elegiría los múltiples dobleces de la papiroflexia. Pero como es de carne y hueso, tendrá que afrontar una situación judicial incierta. La Fiscalía pide para él siete años de prisión por los delitos de usurpación de funciones, falsedad en documento oficial y cohecho activo. En los tribunales no le ha ido hasta ahora del todo mal. Un juzgado de Madrid le absolvió el año pasado del delito de injurias y calumnias que le achacaban los servicios secretos. Todo porque había dicho que el CNI le pinchó el teléfono y urdió pruebas en su contra.

El esgrimidor de cuchillos de comida se ha disfrazado de emisario gubernamental, asesor de empresarios, enlace entre la Casa Real y la Moncloa y lobista, entre otras ocupaciones.

Dicen que las mentiras tienen las patas cortas. Relativamente. Cuando se desveló el montaje, el impostor se recorrió los platós de televisión a la velocidad del relámpago, la misma con que tejió un manto de mentiras con que embaucó a renombradas personalidades de la política y la empresa. ¿Purgará sus penas en prisión? Quién sabe. Es un maestro del escaqueo. Cuando la Policía registró su casa, le encontraron una sirena del cuerpo para sortear los atascos de tráfico.

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