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javier burrieza
Valladolid
Domingo, 31 de marzo 2019, 09:59
No es un pregonero de compromiso. Sabe y siente lo que piensa y además, de profesión, también se ha dedicado a difundirlo. José Ignacio Foces (Villavicencio de los Caballeros, 1963), subdirector de El Norte de Castilla, ha servido a la Semana Santa desde el periodismo y es, además, cofrade de la penitencial de Jesús Nazareno.
–¿Qué cara se le puso cuando le llamaron para ser pregonero de la Semana Santa de Valladolid?
–La cara no sé; las piernas creo que aún me tiemblan. Cuando me llamó el alcalde en enero, fue una impresión extraordinaria. Yo no reúno ninguna de las características propias que debe tener un pregonero al uso. Un pregón es un anuncio, como dice la RAE, pero que tiene algo extraño, ya que lo diriges a los que ya saben lo que es, porque lo viven.
–¿Por qué se hizo cofrade de Jesús Nazareno?
–Por azar, no lo aprendí ni en casa ni en el colegio; fue en el grupo de amigos, cuando uno de ellos me llevó a ver su cofradía y su imagen titular de la misma. Hasta ahí el azar y desde entonces, sin sabérmelo explicar ni siquiera a mí mismo, me quedé prendado de los ojos de la imagen del Nazareno.
–¿Es más cofrade de procesión o cofrade de acera?
–Yo creo que al cincuenta por ciento. No concibo la Semana Santa solo como la Semana de Pasión: se es cofrade durante todo el año. La procesión es el culmen pero no es el único fin del cofrade. He portado muchos años el 'Cristo del Agonía' en el Vía Crucis del Miércoles Santo con José María Benito como jefe de paso, compañero de la carrera y de la mili. Y así lo hice hasta que tuve una lesión en el hombro derecho, durante una de esas procesiones. Actualmente sigo participando como cofrade y procuro no faltar al Vía Crucis.
–¿Cuál es uno de esos momentos preferidos del pregonero?
–La Semana Santa es una suma de lugares. En uno de ellos se contempla una lección de sonidos y es a la puerta de San Pedro Apóstol, a las tres de la mañana del Jueves Santo, cuando se detiene la procesión de la Piedad. Cuando lo conocí, se interpretaba la Salve, entonces solo a la corneta: toda una impresión, una lección de esfuerzo. Y otro segundo momento es la subida de la procesión de Regla de Las Angustias por la calle Alonso Berruguete.
–¿Le parece afortunada esa expresión de que la Semana Santa de Valladolid es un museo en la calle?
–Hay que tratar de convivir con expresiones que escuchas fuera y dentro de España. Aquí tenemos la fortuna de tener la joya del Museo de Escultura y por esa simbología hay que admitirlo como tal desde el punto de vista artístico. La Semana Santa de Valladolid es mucho más que un museo en la calle; la parte de arte es un elemento más de esa cadena de aspectos y elementos que la configuran.
–¿Qué aportan los medios de comunicación a la Semana Santa?
–La difusión y la información. Pese a repetirse el hecho, hay que informar de todo y por supuesto que también de las novedades. Tener la dicha de que en Valladolid tengamos al decano de la prensa en España contribuye a que si alguien quiere conocer la historia de la ciudad a través de la Semana Santa, en su hemeroteca se tiene la mejor información global, aparte de los archivos de las cofradías.
–¿Hay comunión entre los vallisoletanos y su Semana Santa?
–Sí, y el que diga lo contrario es que no conoce Valladolid y a los vallisoletanos. Claro que hay comunión, aunque no es obligatorio acudir a todas las procesiones. El capuchón permite, con la cara tapada, observar mucho, más todavía si te dedicas a la información. Ves ese mundo más inescrutable, la mirada de alguien que está contemplando el paso de una imagen. Nadie sabe lo que le está pidiendo y diciendo. Es la llamada de la procesión y cada vallisoletano responde a ello, como cree que debe hacerlo. Se puede afirmar que hay tantas Semana Santas como vallisoletanos.
–No le voy a preguntar por las líneas de su pregón... Pero, ¿cuál ha sido la intrahistoria para escribirlo?
–Periodismo. Yo no soy más que un cofrade con la condición de periodista, o un periodista con la condición de cofrade. La esencia de un periodista son sus fuentes y he acudido a ellas, he visitado todas las cofradías, imaginando que el pregón se tratara de un gran reportaje global que tuviera que publicar en El Norte. Cuando di con esa fórmula supuso un alivio porque, después de que me lo encargara el alcalde, estuve muchos días sumido en la más absoluta oscuridad sobre cómo estructurar el pregón. Pregonar en Valladolid son palabras mayores.
–¿Qué asignaturas pendientes tiene la Semana Santa de Valladolid?
–Dando por hecho que las tuviera, a mí me gustaría que la ciudad tuviera una ruta turística a lo largo de todo el año sobre Semana Santa, hasta en agosto. Así existen en otras ciudades semanasanteras y yo creo que Valladolid tiene esa capacidad. Es tarea de las cofradías mostrar lo que tienen. El gran museo de Gregorio Fernández en la Vera Cruz es una cita inevitable, por ejemplo. Las cofradías enseñan la evolución de la ciudad, la sociedad, su urbanismo como tal. Pero me consta que algo se está haciendo para remediarlo. La segunda, los peligros de la 'internetización' de la vida, cuando los cofrades pasan de niños a adolescentes.
–¿El turismo beneficia el espíritu de la celebración procesional de la Semana Santa?
–Turismo y Semana Santa nunca son incompatibles. Los turistas son muy respetuosos con la Semana Santa. Y esta tiene tal fuerza que no acaba con ella ni la mayor masificación. Los imagineros tallaron sus obras para provocar que la piedad popular fluyera, pero también para que fuesen admiradas por todo el mundo.
–Y la política ¿se va a mezclar en esta Semana Santa de 2019?
–No se va a mezclar porque, en primer lugar, la Semana Santa es un fenómeno de tal dimensión que no hay hecho fuera de ella que la pueda hacer sombra; menos aún una campaña electoral. Y, en segundo lugar, y esto lo digo a favor de los políticos, tras cuarenta años de democracia son suficientemente respetuosos como para no mezclar. El mensaje político no cabe en Semana Santa. Valladolid, en Semana Santa, es mucho Valladolid.
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