«Tuvimos que ir a urgencias porque mis hijas estuvieron vomitando»
Lucía, su pareja y sus dos retoños de 1 y 4 años llevan casi dos semanas fuera de su domicilio en Segovia por las molestias del derrame
La intranquilidad, como el olor a gasoil, no se ha desvanecido. Aunque este jueves el Ayuntamiento de Segovia confirmó la existencia de un vertido de ... gasoil a la red de saneamiento por parte de una comunidad de vecinos de Santa Eulalia y a pesar de garantizar que no hay riesgo para la población, hay familias afectadas que no van a volver por el momento a sus casas. Lucía, su pareja y sus dos hijas de 1 y 4 años no piensan regresar. Llevan casi dos semanas en casa de unos familiares.
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El día 22 de enero empezó todo cuando notaron un fuerte olor, «como si se hubieran mezclado productos químicos». La peste no solo venía de la calle, también había impregnado la vivienda. La mujer, que pide preservar el anonimato de su familia, precisa que además percibieron «como una neblina, vapores». Sacó todos los productos de hogar, los limpió, se aseguró de que estaban bien tapados; pero el olor a gasoil persistía.
«Pensamos que podía ser de la comunidad nuestra», por lo que avisaron al casero y a otros residentes de los bloques 13 y 15 de Jardín Botánico. «Vinieron a revisar los tanques de gasoil y la salida de humos, pero no había ningún problema y dijeron que iban a mirar si pasaba lo mismo en otras comunidades», revela la damnificada. Esto fue el 30 de enero. El olor no se extendía de manera uniforme. De hecho, «había tramos en Jardín Botánico donde sí olía y en otros no».
«Te pican los ojos, la nariz, la garganta, toses... Además, hemos tenido que tirar un montón de comida y el agua del grifo sabe a gasoil»
Lucía
Vecina afectada por el vertido
Antes de las inspecciones, el 25 de enero, «mis hijas se pasaron la noche vomitando, primero la mayor y al día siguiente la más pequeña». Tienen los partes de urgencias. Las alarmas se dispararon y la pareja decidió mudarse temporalmente, aunque los bomberos les dijeran que el olor «no era incompatible con la vida».
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La pareja también arrastra molestias físicas. «Te pican los ojos, la nariz, la garganta, toses...», apunta Lucía. «Hemos tenido que tirar un montón de comida que estaba fuera, el pan Bimbo sabía a gasoil, el agua del grifo también», añade al referirse a los inconvenientes y gastos que les está acarreando el vertido.
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