La tradición de despedir el año corriendo hasta Navacerrada
Los pioneros del atletismo popular de Segovia corren los 28 kilómetros entre la Plaza Mayor y la cima serrana
Cuatro locos quedan un domingo de diciembre de 1985 para iniciar una tradición que el tiempo convertiría en gesta navideña: dos tercios de un maratón ... para subir desde Segovia al alto de Navacerrada. Una lucha contra la distancia, el desnivel y las inclemencias meteorológicas. Una tradición que han mantenido: siempre pusieron a un soldado en la cima, aunque aquello estuviera helado, aunque hubiera que correr con mascarilla. La edición del pasado domingo fue especial porque sirvió de homenaje póstumo a tres corredores clásicos: Miguel 'Levis', Luis Llorente y 'Tomasín'.
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Todo partió de un grupo de pioneros del atletismo popular segoviano que buscaba algo llamativo para las fechas navideñas. «Veíamos a los que se echaban a nadar en Barcelona para celebrar el fin de año ¿Qué podíamos hacer aquí para que saliera algo parecido?», explica Fernando Cuenca, uno de los veteranos. Desde el primer momento defendieron la idea: desde la Plaza Mayor de Segovia hasta la cima del puerto de Navacerrada, una broma de más de 28 kilómetros con unos 950 metros de desnivel positivo.
A las ocho de la mañana, en cuanto dan las ocho campanadas del reloj, salen corriendo, siguiendo el trazado clásico del Acueducto. «En principio es una marcha lúdico-festiva, lo que pasa es que eso no hay quien lo aguante y la gente corre». Como ocurre en marchas cicloturistas, llegar el primero nunca es baladí.
Ejercicio de nostalgia
Una vez en la cima de Navacerrada, tiran las fotos de rigor, esperan a los rezagados y cada uno se asegura el transporte para regresar y comer en hermandad. «Está abierto a todos, desde clubes al que va a su bola». Una veintena de corredores que transita por el arcén de la CL-601 por mantener la tradición, aunque hay otras opciones boscosas para unir La Granja con la cima. «Lo hacemos así desde el principio y nos da no sé qué cambiarlo». La sucesión de fotografías a lo largo de los años ilustra inviernos dignificados por la nieve, con el Azoguejo nevado y atuendos dignos más propios del esquí, y el formato benévolo de tiempos recientes, con vestimentas primaverales, aunque nunca faltan los gorros de Papá Noel.
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Los acompañantes y las familias de los homenajeados esperaron en la cima para un acto que tuvo lugar a eso de las 11:30 horas de un día soleado, pese al frío. Fue un acto informal, una sucesión de anécdotas que podría haber seguido hasta el anochecer. Las pintas del año de la Tana de las primeras fotos esconden un sinfín de recuerdos. Porque más allá de mantener la gesta navideña contra viento y marea, la subida a Navacerrada es un ejercicio de nostalgia.
Una odisea que, a su vez, plantea un reto de seguridad vial, por eso la actividad es una reunión informal de corredores que comparten trayecto y no un evento organizado para evitar responsabilizar a tercera partes en caso de accidente, que nunca se ha producido. «Vamos de uno y uno, con cuidado. Ha habido años que nos ha pasado la quitanieves soltando sal y no veas cómo escuecen las piernas. Nos ha pasado de todo, años de mal tiempo, con tormenta, un frío que pela». La Guardia Civil nunca ha pasado de la advertencia.
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Tiempo atrás había diplomas. No se repartieron este año, pero no faltó animación y hubo quien bailaba danzas populares en los cruces. Quien sube caldo, ofrece su furgoneta con calefacción o solo va a animar. Siempre ha sido un menú a la carta para sumar al máximo posible de adeptos. «Hay gente que a lo mejor corría de Segovia o La Granja. Otros que enganchaban en el puente de los Mosquitos. Se trata de compartir el día». Rubén Ortega fue el más rápido en completar el recorrido, con un tiempo de dos horas y 38 minutos; Ascensión Mateo fue la primera mujer (2h50m).
Tributo a tres clásicos
El evento sirvió de homenaje a tres clásicos de las carreras populares que han fallecido recientemente. Miguel González, conocido como Miguel Levis, fue un pionero de los maratones. Alguien que había practicado muchos deportes al aire libre – como natación, montañismo o esquí– que corrió en Madrid el primer maratón que se organizaba en España, en 1978. Se abonó a recorrer los 42,195 kilómetros por la capital y convirtió su experiencia en pedagogía.
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Si Levis fue el mentor, Luis Llorente fue un divulgador de la montaña. «Era de los de siempre», le recuerdan sus amigos, con su barba negra. «Desprendía vitalidad cuando le vías por la calle». Acabó corriendo maratones como preparación a sus odiseas montañeras y lo convirtió en un fin en sí mismo. Acabó completando en 2002 casi 900 kilómetros del Camino de Santiago en compañía de otros tres segovianos, corriendo una media de 80 kilómetros diarios.
Tomás González, alias Tomasín, más que correr maratones disfrutaba de las carreras haciendo de relaciones públicas, lo que le brindó un sinfín de amigos con zapatillas de correr por toda la geografía española, con el inconfundible gorro de lana con el que se presentaba a casi todas las salidas. Contagió ese entusiasmo a su hija, su yerno y sus nietas, que han mantenido la afición. «Tuvo hasta el último día una alegría desbordante que nos cautivaba a todos», recuerda Cuenca.
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