Un tesoro de 3,5 toneladas de pesetas rubias
Camilo Yagüe Gil, hostelero jubilado, guardó durante décadas las monedas de Franco y Juan Carlos I que los clientes iban dejando en 'el bote'
Camilo empezó a coleccionar pesetas rubias por practicidad. En el España, el bar de su padre, con quien trabajaba de chico, el resto de los cambios y las propinas generaban una cantidad de pesetas que después él se encargaba de cambiar en el banco. «Pero llegó un momento en que me cansé: valía más el esfuerzo de trasladar las pesetas que el dinero que te daban por ellas. Por cada tres kilos y medio de pesetas que llevaba me daban un billete de mil pesetas. Así que empecé a guardarlas masivamente», cuenta Camilo Yagüe Gil (Paradinas, 1954), que posiblemente esté en posesión de la mayor colección de pesetas rubias del mundo: tres toneladas y media.
El tesoro que este hostelero segoviano guarda en su casa de Torrecaballeros es el símbolo de una parte de la historia de España, numismática y política, pero también de toda una vida dedicada a la hostelería, primero en el bar de sus padres, el España, enfrente del Regimiento de Artillería, y después en otros establecimientos de grato recuerdo, como El Mesón de Camilo o el Mesón Eresma. «El año pasado, cuando el Banco de España fijó la fecha límite del 30 de junio para devolver las pesetas que quedaran en las casas, ni me lo planteé. Detrás de estas monedas hay muchos años de trabajo, de sacrificio, de buenos recuerdos... Desprenderme de ellas me da pena, la verdad, sobre todo si su destino es la fundición», confiesa.
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Cuando empezó a guardar pesetas, Camilo era un adolescente que echaba una mano en el bar de sus padres. «Se empezaron a acumular y la voz se fue corriendo, de manera que había mucha gente que me traía más. Personas muy conocidas que pasaban por allí dejaban las pesetas para 'el bote'. Me estoy refiriendo a Adolfo Suárez, que fue gobernador civil de la provincia, a Luciano Sánchez Reus, alcalde, o al torero Fernando Domínguez, entre otros», recuerda el hostelero, que lleva dos años jubilado.
Las tres toneladas y media de pesetas lucen en un arcón de forja y cristal que Camilo encargó fabricar para albergar parte del tesoro, porque hay pesetas en botes distribuidos por toda la casa. La pandemia aceleró su jubilación, y él y su mujer alquilaron el Mesón de Camilo, en Torrecaballeros. Por supuesto, el arca de las pesetas se fue con ellos. «Fue preciso echar dos viajes con el Patrol, porque el peso de las monedas volcaba el coche. Entre cinco personas llenamos varios sacos y los trasladamos a casa. Y en casa están», relata.
La posibilidad de desprenderse de sus queridas Rubias siempre ha estado ahí, no solo cuando el Banco de España ha apelado a la colaboración ciudadana para retirar todo el extinto circulante en pesetas. Camilo estima que, el cambio, habrá 6.000 euros (un millón de pesetas), pero es mayor el valor del cobre que contienen las pesetas: «Creo que, en estos momentos, el kilo de cobre se paga a 10 euros. Como son 3.500 kilos, estamos hablando de 35.000 euros, ¿no? ¿Que qué salida pueden tener? Se pueden fundir para hacer campanas, por ejemplo, pero no quiero pensarlo. Si algún día me desprendo de ellos es para que sobrevivan». No le han faltado ofertas y asegura que le han llegado a ofrecer hasta 40.000 euros: «Hay una bodega de la Ribera del Duero que me trasladó su interés. Las quería con cofre y todo, como objeto de decoración. Es una buena opción».
El tesoro de Camilo guarda pesetas de Franco y del rey Juan Carlos. La colección empieza con la tirada de 1944 y termina con la de 1982, la del Mundial, la última Rubia que se acuñó, porque desde ese año la peseta cambió de color: del amarillo del cobre al blanco del aluminio. «Hay muchas pesetas del '1', que se acuñaron en 1944, pero la mayoría tienen la efigie de Franco y del rey Juan Carlos. Están todas las series que se acuñaron entre 1947 a 1982», explica el coleccionista.
La colección empieza con la tirada de 1944 y termina con la de 1982, la del Mundial, la última Rubia que se acuñó
Contra lo que pudiera pensarse, el origen de la llamada Rubia no es franquista sino republicano. El apelativo lo estrenó la peseta de Aspe, acuñada en 1937 en territorio republicano, porque en el anverso llevaba la efigie de la República, una mujer joven con el pelo suelto y sin gorro frigio. El color dorado del latón hizo el resto. En el reverso había un racimo de uvas, símbolo de la abundancia. «Decían que aquella moneda era la perdición de los hombres, porque en sus dos caras reunía los principales vicios del hombre: el dinero, el vino y las mujeres», señala Javier García Herrero, de la numismática Doblón.
Valor numismático
Las pesetas que guarda Camilo carecen de valor numismático. Tampoco son de cobre puro. De 20 milímetros y 3,5 gramos, fueron fabricadas a partir de una aleación de cobre y aluminio, tanto las de Franco como las de Juan Carlos I. «La excepción es la famosa peseta de 1946, con el 48 en una de sus estrellas. La leyenda dice que el Caudillo, no conforme con su efigie, que tenía una especie de chichón en la cabeza, ordenó su retirada. En cualquier caso, hubo una partida que llegó a la calle y circuló. Esas monedas pueden valer 3.000 euros si están muy bien conservadas, 4.500 si el estado de conservación es excelente y ni se sabe si no han circulado. Pero encontrarlas es misión imposible», dice García Herrero.
El resto tiene muy poco valor, y si están circuladas, usadas, cero, en opinión del experto: «Tras el del 46, el franquismo aprobó cuatro diseños de pesetas rubias con la efigie de Franco, en 1947, 1953, 1963 y 1966. Hubo acuñaciones en los años 48, 49, 50, 51, 52, 63 y 66, aunque algunas se solaparon, porque en 1954 y 1956 hubo acuñaciones con los tipos aprobados en 1947 y 1954, respectivamente. Las tiradas con más valor, siempre que hablemos de monedas no circuladas, son las de 1947 (50) o la de 1947 (56). Las circuladas no valen nada. Muy poco. Ylas del rey Juan Carlos, menos. Incluso sin circular. Las últimas Rubias se acuñaron en 1982. Eran las pesetas del Mundial. Están muy devaluadas».
Camilo seguirá custodiando su arcón, al menos hasta que alguien ofrezca por él una cantidad que considere justa. En él se encierra toda una época.
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