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Mariano Herrero y Moisés Veguillas simulan la rivalidad de la Segoviana y el Real Ávila ante los autobuses de los equipos que conducen. A. de Torre
Fútbol

El Sego-Ávila se juega en las cocheras

Los chóferes de ambos equipos, compañeros en la empresa segoviana Siguero, explican cómo su figura va mucho más allá de conducir el bus

Domingo, 19 de octubre 2025, 12:13

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Que una empresa de transporte segoviana como Siguero lleve al Real Ávila por España es la prueba de que su rivalidad con la Gimnástica, a la que visita en el estadio de La Albuera este domingo a las 18:00 horas, es como la de los cuñados que rumian mucho, pero siempre comparten mesa. El blanco de los chistes es Mariano Herrero, el conductor durante casi una década de la Segoviana que ha llevado a los abulenses en alguna suplencia. Le llaman el infiltrado. Él responde: «Vamos a ver, una cosa es el trabajo y otra, la pasión. Yo estoy aquí para lo que necesitéis». Por eso les cuida como si fueran azulgranas, motivándoles con la misma música de AD/DC en la llegada al estadio. «Soy delegado, utilero, confidente… de todo».

Es un conductor futbolero, como también lo es Moisés Veguillas, el chófer titular del Ávila, con el que mantiene un pique sano. «Yo llevo al mejor equipo», presume este madrileño desde el bus contrario.

Cuesta imaginar la vida de Mariano sin un equipo, pues ya fue llevó el volante del Caja Segovia. Una vida en la carretera que no le ha impedido conciliar. «Mi mujer me conoció en la época en la que no pisabas por casa». Su compromiso con la Segoviana es tal que tiene ficha como delegado, un rol que asumió en enero en Irún cuando faltó el titular.

«Lo que pasa en Las Vegas...»

No lleva la ropa de la empresa, sino la del club, un acuerdo para ser, como decía Ramsés Gil, «uno más». Como decía el técnico saliente, «lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas». Y él es parte de ese régimen, por eso la plantilla del curso pasado se hizo una foto solo con él y puso fondos para regalarle un reloj. «Te lo cuento y casi se me saltan las lágrimas».

El reconocimiento a alguien que hace de todo, desde descargar el bus a ayudar al fotógrafo, Juan Martín, durante el partido, así que suele verlos con él, donde ataca la Sego. Echa una mano a recoger el vestuario o asegurar agua caliente.

Hasta hace poco, él mismo hacía los bocadillos, preparando el jamón o el queso en una mesa portátil que llevaba en el autobús. «Cada jugador se hacía montaditos de lo que quería. Ahora, como se va profesionalizando todo, lo traen empresas de catering», comenta Mariano. Con los años ha instalado un microondas, una cafetera y tiene el 'pincho' para ver la televisión. Tira de bagaje para recomendar restaurantes en la ida, el mismo cariño que le da al Ávila. «Primero el precio, luego poder aparcar. En ese orden».

¿Qué música suena en el bus?

Tras llevar el curso pasado a la plantilla del Ávila a Pontevedra o Coruxo, Mariano hizo esta temporada el primer viaje, a Astorga. Así le conoció Vitolo, uno de los clásicos de la plantilla. Hizo migas con su entrenador, Marc García, que le dijo: «A ver si el día que vayamos a Segovia nos puedes llevar tú y así no nos apedrean el autobús». En ese mismo tono jocoso, le preguntó la alineación azulgrana. Le dijo que 4-4-2. «Nos ha jodido, lleváis toda la temporada haciendo lo mismo…» Mariano sonrió: «Pues ya lo tienes».

Ramsés se sentaba en segunda fila, pero su sucesor, Iñaki Bea está en la primera. «Todo lo que tiene de 'burrote', lo tiene de espectacular. Lo que sabe... Te va contando historias…» Una garantía de no quedarse dormido. «No para», sonríe.

«Cada jugador se hacía montaditos de lo que quería. Ahora, como se va profesionalizando todo, lo traen empresas de catering»

Mariano Herrero

Conductor del autobús de la Segoviana

La otra es la música, un híbrido ochentero y noventero –desde Springsteen a Barricada– que Manu, el capitán, le aplaudió: «El primer conductor que lleva música decente, no el típico perrea chunda-chunda». Tras la victoria en Astorga, en Ávila le intentaron reclutar porque los calendarios de ambos clubes apenas coinciden. «Ya, pero es que tengo una mujer, eso sí que me cuesta el divorcio».

Una limitación que no tiene Moisés, que lleva tres años en Segovia tras transportar ganado bravo. A diferencias de otros servicios discrecionales como rutas escolares o excursiones, llevar a un equipo implica meterse en su rutina. «Me hizo bastante ilusión, la verdad. Igual a otro le cuesta más ir, pero es que yo lo prefiero, el fútbol me encanta». Por eso se ha tirado toda la vida jugando en ligas madrileñas. «Cuando coges confianza con la plantilla, vas fenomenal. No es lo mismo que hacer solo viaje, que no tienes mucho contacto con la gente».

«Casi todos llevan su móvil y los cascos. Van en asientos separados para ir más cómodos, aunque algunos vayan charlando»

Moisés Veguillas

Concustor del autobús del Real Ávila

Aunque su jornada empiece antes. En el último desplazamiento del Ávila, a Ourense, salió de Segovia pasadas las dos para recogerles en el Adolfo Suárez. «Casi todos llevan su móvil y los cascos. Van en asientos separados para ir más cómodos, aunque algunos vayan charlando», revela. Las primeras filas son para el cuerpo técnico. El viaje empezó a las cuatro, duró cinco horas y fue necesaria una parada, aunque a veces hace dos, en función del cansancio del grupo o de las exigencias del tacógrafo. «Siempre paramos en áreas de servicio grandes porque son bastantes». En el hotel, aunque estén todos en el mismo salón, los jugadores cenan por su lado –y lo hacen antes– y el 'staff' por el suyo. Con ellos, Moisés, que tiene su habitación individual. Hay hoteles con parking asegurado y otros en los que se tiene que «buscar más la vida». Siempre hace la llamada previa para recabar información.

Al día siguiente, desayunan juntos y los jugadores suelen hacer una rutina de activación pre-partido. Él siempre ve los partidos. «Donde ellos me digan; si no hay hueco en un sitio, me voy a otro». Por prudencia, vuelve al autobús unos minutos antes del final. De ahí, mismo protocolo de vuelta, para dejarles en Ávila de madrugada y guardar el bus en Segovia, junto al del rival de toda la vida. Dos clubes unidos en la intimidad de unas cocheras.

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