Fachadas de diferentes colores en el barrio de San José. Óscar Costa

San José, el barrio de Segovia que roza el efecto 'ciudad payaso'

El sistema SATE mejora el rendimiento energético, pero su aplicación sin criterios estéticos ha transformado barrios en mosaicos de colores incoherentes

Carlos Álvaro

Segovia

Miércoles, 13 de agosto 2025, 12:18

La preservación de la identidad arquitectónica de Segovia, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad, está ante un reto contemporáneo: las rehabilitaciones energéticas descoordinadas que en ... otras capitales españolas están dando lugar a un fenómeno muy paricular: el efecto de 'ciudad payaso'. El calificativo, acuñado por el arquitecto Ekain Jiménez, describe áreas urbanas donde los edificios, al incorporar sistemas de aislamiento término exterior (SATE), adoptan colores y acabados dispares, dando lugar a un caos visual que afecta de lleno a la personalidad de las ciudades.

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El impulso hacia la eficiencia energética, alentado por la concesión de subvenciones europeas y la necesidad de reducir el consumo y adaptarse a los objetivos climáticos, ha popularizado el uso del SATE en España. Se trata de un sistema que aísla térmicamente las fachadas y mejora el rendimiento energético, pero su aplicación sin criterios estéticos ha transformado barrios en mosaicos de colores incoherentes. En La Coruña, la proliferación de estas intervenciones, ha llevado al Ayuntamiento a promulgar una ordenanza pionera que establece directrices para preservar los colores y materiales originales de los edificios, especialmente los que encierran un valor patrimonial. Ejemplo de ellos son las Torres de San Diego, diseñadas por Santiago Rey Pedreira en los setenta, cuya estética prevaleció gracias a la coordinación entre el Consistorio, los arquitectos y los propietarios.

En Segovia, el riesgo de convertirse en una 'ciudad payaso' es incipiente, pero real. El casco histórico, protegido por el Plan Especial de Áreas Históricas (Peahis), cuenta con normativas estrictas que limitan las modificaciones en edificios catalogados. Sin embargo, los barrios construidos mayoritariamente entre los años setenta y ochenta cuentan con una mayor flexibilidad urbanística, lo que podría derivar en una fragmentación estética si las rehabilitaciones no se controlan.

Lo más parecido al efecto 'ciudad payaso' que en Segovia se ha acometido está en el barrio de San José. Edificado en los cincuenta para albergar población obrera, la intervención a través de las llamadas ARUS (Áreas de Rehabilitación Urbana) ha regenerado las fachadas de varios edificios, que han adoptado tonalidades anaranjadas y amarillas, lejos de la estética con la que fueron concebidos. «San José, un barrio obrero, de vivienda protegida, ha sido objeto de un ARUS que ha implantado el SATE en muchos de sus edificios. Y es cierto que se ha hecho sin un criterio estético, de ahí esos colores amarillentos, fosforescentes, que han llamado la atención para mal.

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Los edificios, sin un valor constructivo especial, diseñados en bloques en H, no obedecían más que a una necesidad de dotar de vivienda protegida o económica a la población, pero antes de la rehabilitación tenían una cierta uniformidad porque fueron construidos en la misma época, de forma simultánea y programada», explica Alberto López, que pone el ejemplo de un caso en el que se ha actuado con coherencia: la llamada Colonia Varela, en el paseo de Conde Sepúlveda. «Son edificios protegidos en los que no se ha intervenido con el sistema de aislamiento térmico. Sin embargo, se han rehabilitado de forma muy eficiente, muy escrupulosa, porque está protegido el volumen, está protegida la edificación existente y no se puede modificar. Y sí se ha conseguido conservar el valor que tienen en su conjunto, no por separado».

El presidente del Colegio Oficial de Arquitectos no es partidario de adoptar normativas estrictas que ahoguen la evolución de las ciudades y defiende un control estético «moderado» que contribuya a proteger la coherencia visual sin frenar la innovación. «Segovia debe evitar el caos estético, pero también la parálisis creativa que generan normativas demasiado rígidas», afirma López, que rechaza la idea de una ordenanza como la de La Coruña aplicada a Segovia. «Nuestra ciudad ya sufre un exceso de conservadurismo urbanístico. Necesitamos un equilibrio que permita una arquitectura contemporánea sin desvirtuar la identidad colectiva». En este sentido, su propuesta pasa por articular un sistema de supervisión que evalúe los proyectos de rehabilitación allá donde se lleven a cabo. Ante todo, este control debería preservar la armonía visual, especialmente en áreas construidas en las décadas de los setenta y ochenta, que representan dos tercios del tejido urbano de Segovia más allá del casco histórico.

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El caso de La Coruña ofrece lecciones valiosas. La ordenanza coruñesa, impulsada tras casos como el de la Torre Efisa, cuyo característico color mostaza fue reemplazado por tonos grisáceos, establece criterios para mantener la unidad estética de edificios singulares y barrios enteros. Un enfoque similar podría aplicarse en edificios emblemáticos de los barrios modernos de Segovia, ciudad donde la arquitectura contemporánea lucha por consolidarse ante el enorme peso del patrimonio histórico. La falta de control podría alterar la identidad de algunos barrios que reflejan una etapa muy concreta de la expansión urbana. Y aunque alejada de la monumentalidad del casco histórico, esta arquitectura también es parte de la biografía de la ciudad. Sin directrices claras, las decisiones individuales de las comunidades de propietarios podrían generar un mosaico visual incoherente, como ya se observa en algunas ciudades españolas.

«En Segovia, más pequeña que La Coruña y de características muy distintas, esa alteración de la identidad podría darse en barrios como La Albuera, el polígono de San Millán o en San José, donde ya está prácticamente hecho o acabado. Los bloques de Pío XII, por ejemplo, sí deberían ser rehabilitados porque presentan problemas de condensación e insalubridad, pero debería adoptarse un criterio unitario para todo el conjunto, o más o menos entonado para todo el conjunto. No hay muchas zonas más donde pudiera darse el efecto 'payaso' porque el resto de la ciudad es histórica o se ha desarrollado ya con una calidad constructiva mayor», señala Alberto López.

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Fachadas del casco antiguo de Segovia. Antonio Tanarro

El desafío segoviano, pues, radica en conciliar la modernización energética con la preservación de la identidad. El representante de los arquitectos aboga por un modelo de control basado en el diálogo entre arquitectos, urbanistas y el Ayuntamiento que evite la rigidez de una ordenanza estricta. «Mi consejo es que, cuando vayan a actuar sobre un edificio que forma parte de un conjunto, las comunidades de propietarios de ese conjunto hablen primero entre sí y después con un profesional, en este caso arquitecto, que investigue, tenga cierta sensibilidad y les asesore correctamente», apunta. López también considera necesario que las comunidades de propietarios conozcan todos los sistemas que hay, «porque el SATE tiene una variedad de color muy amplia, pero también de texturas que permite obtener una fachada con multitud de acabados, incluso de ladrillo visto, cerámicos, pétreos».

La experiencia de La Coruña demuestra que el control estético es viable y necesario para evitar el caos de las 'ciudades payaso'. En Segovia, un enfoque adaptado a su realidad -con énfasis en los barrios modernos y un sistema de supervisión flexible- podría garantizar que la ciudad mantenga su armonía visual mientras avanza hacia la sostenibilidad. La necesidad de este control es clara: preservar la esencia de Segovia es tan crucial como modernizarla.

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