El mejor guiso para el fin de fiestas
Los vecinos del barrio cuellarano de El Salvador repartieron este martes cerca de un millar de raciones de sus tradicionales patatas con carne
Los vecinos del barrio cuellarano de El Salvador pusieron ayer el broche a las fiestas del Henarillo -en honor de la Virgen de la Palma- ... con el reparto de cerca de un millar de raciones del tradicional guiso de patatas con carne, cita imprescindible para cientos de habitantes de Cuéllar y su comarca. Tras cinco días de intensa actividad, la Asociación Cultural del barrio y la cofradía de la Virgen culminaron el programa con su liturgia culinaria, convertida ya en seña de identidad del cierre festivo.
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Como es costumbre, la jornada arrancó a primera hora de la tarde con la pelada de patatas en el atrio de la iglesia, donde se dieron cita decenas de voluntarios. Unos se afanaban en preparar el sofrito a cubierto mientras otros organizaban en el exterior la logística de la leña, las grandes cazuelas, los cubos de agua y los bancos y mesas para que todo estuviera listo a la hora del reparto. La escena, tan repetida cada año, resume el espíritu del barrio: manos distintas coordinadas para un único objetivo.
La cocina se convirtió pronto en una coreografía de cuchillos, cucharas y cucharones. Cuarenta kilos de patata pelados y «cachados» por un equipo compuesto en su mayoría por mujeres. Les siguieron decenas de kilos de pimientos rojos y verdes, cebollas y ajos, varios kilos de carne y una docena de litros de aceite, aderezados con sal y pimienta. Faltaba, como repiten los veteranos, el ingrediente imprescindible: la alegría de hacerlo juntos. Encendidas las hogueras, llegaron los sofritos, el hervor amable y, para los más atrevidos, alguna cazuela con un punto extra de picante.
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Para ordenar la afluencia se instalaron vallas que canalizaron una cola que ya serpenteaba a las 21:30, hora fijada para comenzar a servir. Durante más de una hora, el barrio se convirtió en un ir y venir de cazuelas que se vaciaban al mismo ritmo que se llenaban los platos. El guiso se entregó de forma gratuita, acompañado de pan y un vaso de vino; quien quiso, dejó su aportación voluntaria para ayudar a sufragar parte de los ingredientes. La escena fue un desfile de fiambreras, cazos y cucharas, y de familias que esperaban turno con la paciencia de quien sabe que al final hay premio.
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Música
Mientras los organizadores apenas tenían respiro para cambiar perolas y rellenar platos, el atrio del Salvador vibraba con la dulzaina y el tamboril. La concentración de músicos, ya tradicional en este fin de fiestas, arrancó en torno a las ocho de la tarde con un pasacalles por el barrio y concluyó en el atrio, donde también ellos pudieron probar el plato estrella de la noche, fiel a un ritual que se repite año tras año: música primero, patatas después.
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