Jorge de Frutos: de «diamante» en Cantalejo a la selección
«Era ese uno de cada mil. Con esa velocidad y ese control, el resto es trabajo. Y él lo tenía», señala su entrenador en juveniles tras su debut con España
El móvil saturado de Jorge de Frutos en la noche del domingo, la consecuencia de su debut con la selección española en Turquía, llegó un mensaje de Jesús Agudíez, alias 'Aguri', su entrenador en el juvenil del Cantalejo: «Frótate bien los ojos y disfruta de este sueño. Enhorabuena, chaval. Jugador de la selección española. Qué locura. Siénteme muy orgulloso de lo que has logrado». Pudo ser un entrenador más en el crecimiento de un chaval de Navares de Enmedio hasta convertirse en el segundo segoviano en vestir la elástica nacional absoluta, pero fue algo más, una relación que se mantiene. Con él y otro amigo de Boceguillas completó aquel equipo recién ascendido a en la Regional de Castilla y León. No sabía nada de él, fue casual, un fichaje que se gestionó entre los propios chavales. Ahí se acabó su anonimato, pues a final de año hizo las maletas a Majadahonda y siguió el camino que tenía entre ceja y ceja. El resto es historia. «Era ese uno de cada mil. Si tienes esa velocidad y ese control de balón, lo demás es todo trabajo y trabajo. Y él lo tenía».
Aguri se hizo cargo del equipo que acababa de ascender desde Provincial a Regional. «Llamamos a varios chavales porque al final Cantalejo tiene los jugadores que tiene. Y entre unos y otros, que se juntan, se conocen de fiestas… Así consigues a los seis u ocho que te faltan». Su presencia en Sepúlveda, donde estuvo dos años, no pasó desapercibida para alguien que entrenaba al sénior. «Ese chico jugaba con los mayores siendo cadete, y, claro, te fijas. Cuando ascendimos con el juvenil, nos le ofrecieron, así que ya le vas a ver». La primera vez que habló con él fue para explicarle por teléfono los horarios de la pretemporada, como con el resto de recién llegados a los que no conocía. Un descubrimiento.
«Tenía algo diferente. Velocidad pura, mucha velocidad». ¿Qué le faltaba? «Todo. No tenía conceptos tácticos. Tenía mucha técnica, pero luego era muy nervioso, muy impulsivo. Llego hasta allá y reviento el balón. Aquí, poco le pudimos enseñar. Y en Majadahonda le enseñaron a tranquilizase, más que otra cosa, le pararon los pies». Sus hermanos mayores les llevaban en coche y, de paso, se quedaban a entrenar. Un diamante para un equipo modesto. «Es que podías jugar tranquilamente con el resto del equipo encerrado y ese chico a buscarse la vida. Había días que ibas a Burgos, te metían atrás y ganaba el partido él solo».
Para alguien con más de dos décadas entrenando chavales, aquello fue único. «Es algo innato, no lo ves en chicos de esas edades. Era todo con el balón en los pies. No le pidas un control o un pase al hueco, esas cosas no las tenía. Definición, sí, porque metió más de 20 goles y le sacaría cinco o diez al siguiente». Nada que ver con otros jugadores que llevaban con ficha desde los ocho o diez años, con más registros tácticos, pero sin ese duende. Ni su mentalidad. «Jorge tenía una cabeza amueblada. Un tío serio, currante. La diferencia entre llegar a Primera o no es tener las cosas claras, luchar por ello». Hoy, los juveniles suelen entrenar un día en Cantalejo; entonces, él llegaba desde el nordeste para cumplir hasta tres sesiones semanales. «Un chico que casi no había entrenado, pues cogió un físico, imagínate. Le ensañabas a colocarse, a como tiene que entender el juego, a defender un poco, esas cosas que se trabajan desde bien pequeño». Lecciones como mantener la posición. «Tú ves a chavales de siete años y van todos a por el balón. Tienes que entender que hay que esperarlo. Jorge era muy así y luego no llegaba arriba con la velocidad que tienes si te lo ponen al hueco».
Tras aquel año, el éxodo estaba asegurado. «Yo sabía que se iba a ir. Sé que le llamó la Segoviana y estuvo merodeando por otros equipos de División de Honor como el Adarve. Necesitaba competir en el nivel más alto. Y seguramente llegó más verde que otra cosa». Allí empezó su maduración, ese «bajar pulsaciones» para que todo fluyera que le llevaría con los años a Primera División. «Hay gente que me dice que Jorge ha salido por mí. Y no, yo he tenido la suerte de entrenarle. Tenía un diamante. A la larga dices, si le ha ido bien es que algo habrás hecho bien, aunque sea solo tratarle ese año o que no dejara el fútbol». Por eso han mantenido contacto con los años, desde mensajes a partidos in situ con el Rayo o el Valladolid. «Yo ya no soy madridista, soy del equipo en el que esté Jorge».
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Ahora ese equipo es la selección, así que cero dilemas. Tras el debut, como es habitual, los compañeros le firmaron la camiseta, un vídeo que ha publicado el combinado nacional. «Disfrútalo, que esto es la hostia», le dijo Carvajal. El segoviano no escondió la «alegría inmensa», acompañada, además, de una victoria. «Ha sido un partido muy completo, con estos jugadores es todo mucho más fácil. Ha sido un gran debut». Esa camiseta ya tiene destino, el bar de su padre, Faustino, en Navares de Enmedio. «Que la enmarque, que esté allí presente». En la casilla de salida.
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