El internacional de la Segovia vaciada
Jorge de Frutos se suma a la selección para los duelos ante Bulgaria y Turquía tras la lesión de Yéremi Pino, la guinda a una esforzada trayectoria
La nueva cima de la incipiente carrera de Jorge de Frutos fue una llamada de teléfono en la noche del lunes. Hizo las maletas y se incorporó a la concentración de la selección española en Las Rozas para preparar los dos partidos clasificatorios para el Mundial de 2026 ante Bulgaria y Turquía, a disputar a domicilio mañana y el domingo, respectivamente.
A sus 28 años, tras una lucha de años en la cantera del Real Madrid, buscando su sitio en Primera División, el atacante cada vez más versátil, ya asentado en el Rayo Vallecano, se convierte en el segundo segoviano internacional, 35 años después de que Luis Minguela lo hiciera en 1989 con el Valladolid. El vecino más ilustre de Navares de Enmedio, un pueblo que agoniza por debajo del centenar de habitantes cuando superó los 600. Un pequeñito grito de orgullo futbolístico de la Segovia vaciada.
La puerta de De Frutos a la selección se la abrió la baja de Yéremy Pino, jugador del Crystal Palace, inglés, que llegó a la concentración con molestias en el tobillo derecho, la guinda a un panorama de bajas. Así las cosas, el seleccionador nacional, Luis de la Fuente, le dio una oportunidad que premia su trabajo en el Rayo Vallecano. Alguien que ha logrado una consistencia en sus actuaciones que echaba en falta en los primeros años de su carrera. Y que ha sumado registros, capaz de desenvolverse en cualquier área del ataque, desde la banda a la posición de delantero centro. Velocidad, registros tácticos y calidad en el disparo. Lleva dos goles y dos asistencias en lo que va de curso. Es el único segoviano que ha marcado en Primera División en lo que va de siglo. Asier Arranz debutó con el Valladolid, pero no se asentó en aquel primer equipo.
Es un caso anómalo porque ha sido internacional absoluto sin haberlo sido anteriormente en ninguna de las categorías inferiores. Lo explica su infancia fuera del fútbol federado, una ficha que no se hizo hasta bien entrada la adolescencia. Era un chaval de calle, hasta que entró en el cadete del Cantalejo con 14 años, su opción más cercana. Su carácter descarado acabó en conocimiento del Rayo Majadahonda, con el que militó en División de Honor Juvenil para después asomarse a la primera plantilla en un clásico de Segunda B que consiguió ascender a Segunda.
Hasta que llamó el Real Madrid Castilla, con quien pasó por última vez por La Albuera, en un amistoso de 2018 ante la Gimnástica Segoviana que dominó a su antojo. A partir de ahí, se topó con el sino de una cantera grande: el abismo hacia el primer equipo, con el que tuvo la ocasión puntual de entrenar. Probó suerte con cesiones al Valladolid y al Rayo Vallecano, muestras insuficientes para derribar la puerta. Tuvo que salir de Valdebebas para encontrar su sitio. Primero, en el Levante y después, en el Rayo Vallecano, que ha presumido con orgullo de su convocatoria, pues es el cuarto internacional de su historia, tras Guzmán, Diego Llorente (hijo de un sepulvedano) y Luis Cembranos, el último en serlo, en 2000. Muy bien valorado por la afición vallecana, ha sido un fijo en las dos últimas campañas, superando en ambas la treintena de partidos.
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Más de 800 internacionales en un siglo de historia de selección española y solo dos segovianos. Una de las provincias más modestas, pero hay dos, Cuenca y Guadalajara, que aún no han tenido ningún nacido con la camiseta roja. El precedente lo protagonizó Minguela, que no solo fue convocado, sino que jugó media hora en Riazor (La Coruña) ante Polonia. Las circunstancias de los partidos dirán si el segoviano cuenta con minutos en las dos primeras citas valederas para un billete den el Mundial de 2026 de Canadá, México y EE UU. El siguiente escalón es sideral: una cosa es llegar a la selección y otra, ganarse minutos en una línea ofensiva saturada de estrellas. La Real Federación Española de Fútbol grabó su llegada por la noche al hotel de la concentración y el abrazo del seleccionador, que le esperaba en recepción para un acto que simboliza mucho. La llegada de un segoviano que jugaba en las calles de un pueblo en peligro de extinción al máximo nivel del fútbol español. Juegue o no, marque o no, vuelva o no, en un sello en el pasaporte que justifica una carrera deportiva.
«Es un sueño, algo inimaginable, pero estoy con muchas ganas»
Desde que Jorge de Frutos descolgó el lunes el teléfono para ir con la selección, ese móvil echa humo y no le sobra tiempo para mirarlo. «La verdad que tengo el WhatsApp lleno, llamadas también, estoy muy contento. Mi mujer, mi hijo, son los que están ahí apoyándome, mis padres, mis familiares, mi hermano, todos han aportado su granito de arena, y sin todos ellos no habría sido posible», subrayó en declaraciones a la Real Federación Española de Fútbol. Los que pusieron el balón en sus pies, los que jugaron con él, los que le llevaron en coche por la provincia para entrenar como adolescente. «Es un sueño, algo inimaginable, pero ya estoy aquí, con muchas ganas».La llamada de un seleccionador es el premio a muchos granitos. El último fue la gran actuación del Rayo Vallecano ante el Barça, al que sometió por momentos con un ataque descarado. Tras aquel partido, De Frutos disfrutaba de un lunes de descanso, en la previsibilidad de su hogar, cuando todo cambió. «Estaba cenando con mi mujer, el niño estaba ya dormido, así que una sorpresa muy agradable». Tras incorporarse de urgencia a la Ciudad del Fútbol de Las Rozas, estará disponible mañana en Sofía para visitar a Bulgaria a las 20:45 horas.
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