Una de las señas más significativas que todo hijo de Garcillán hace gala es, aparte de su carácter trabajador, su raigambre histórica, ya que no en vano muchos de los cesteros te hablarán de la Villa de Garcillán, apellido que arrastra en alusión al periodo en que fue villa y no pueblo.
De esa casa de hidalgos, que vertebró en su momento el municipio, hoy queda en pie su fachada aunque su mayor repercusión se traduce en el rico patrimonio de tipo religioso, siendo esta Casa un gran benefactor de la iglesia parroquial.
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En la iglesia de la Exaltación de la Santa Cruz, a pesar del magnífico ejemplo de retablo barroco del altar mayor, una obra que quizás el Obispado y la Junta deberían estudiar la financiación en su restauración, es quizás el retablo de San Sebastián el que acoge mayor interés por sus tablas que están atribuidas a Herrera.
Amén de otros importantes elementos patrimoniales de interés visitables en cualquier fecha del año, como la orfebrería, importantes pinturas o alguna talla de gran interés artístico y devocional, desde mi punto de vista la Semana Santa consigue que la iglesia se envuelva de una atmosfera en la cual parece que el tiempo es inalterable entre sus muros: las sargas.
Cada Martes Santo, la cofradía de las 5 Llagas tapa las capillas con las sargas que muestran escenas de la Pasión y a los Evangelistas, un elemento clave para entender la Cuaresma y la Semana Santa en Castilla y un ejemplo que tan solo pervive en muy pocos puntos de la provincia segoviana.
Poder admirar este patrimonio es sin lugar a dudas algo que debemos agradecer a nuestros antepasados y conservarlo se convierte en un deber para poder mostrar a las generaciones que nos precedan.
Garcillán tiene ese objetivo de cuidar lo hermoso que nos dejaron y mirar el futuro sin descuidar el pasado del que siempre podemos aprender.
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