Cerrojazo en el 70% de los bares y restaurantes de Segovia capital
El sector se plantea acciones de protesta como el corte de carreteras
El panorama es desolador. El cierre de bares y restaurantes repercute en el trasiego de la calle, incluso en el ruido cotidiano, más amortiguado estos ... días. En la Plaza Mayor solo está abierta la terraza del restaurante José, en la Calle de los Bares no se oye un ruido y en la avenida del Acueducto solo las conversiones de quienes disfrutan del café o la caña en la terraza de El Cochifrito alegran el ambiente. También impresiona el cierre absoluto de los emblemáticos José María, Duque y Cándido. «Volveremos con más ilusión y fuerza», reza el cartel que Cándido López ha puesto en la puerta del mesón.
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«Creemos que, en la capital, ha cerrado alrededor del 70% de los 350 establecimientos hosteleros que tenemos. En la provincia, de 700 bares y restaurantes, habrá cerrado completamente la mitad. Cada local es un mundo y tiene sus propias circunstancias. Las necesidades varían en función de las obligaciones económicas, es decir, si tienes trabajadores en ERTE, si estás tú solo y te puedes apañar abriendo la ventana y vendiendo unos cuantos cafés porque tienes que pagar un alquiler... La situación es dramática, lo he dicho en más de una ocasión, pero a ello nos han llevado con toda esta locura de improvisaciones y decisiones mal tomadas», se lamenta Jesús Castellanos, presidente de la patronal segoviana de hostelería, Hotuse-AIHS.
«Si te quitan la barra y no te dejan trabajar dentro, te cortan las alas»
«Había que abrir porque debemos dar un servicio mínimo a la gente y tirar para adelante. Es lo único que podemos hacer: trabajar y dar servicio».
Julián Conde atiende las mesas de la terraza. Hace frío pero es mediodía y el sol cae de plano en la avenida del Acueducto. Gerente del restaurante El Cochifrito, no dudó un momento en desplegar la terraza porque puede hacerlo. «No se está dando mal y hay bastante jaleo, sobre todo cuando hace sol. A la gente le gusta tomarse su caña, su café, y viene aunque haga frío. Están cinco minutos y se marchan», cuenta Julián, que no se plantea mucho si compensa o no abrir con la que está cayendo: «Si compensa o no no es lo que importa. De lo que se trata es de trabajar y dar servicio al cliente y, cuando pase todo esto, continuar ahí. Yo todavía tengo a dos personas en ERTE y seguimos cuatro trabajando».
Viendo el brío con el que estos camareros atienden las mesas de la terraza, nadie diría que el sector de la hostelería está atravesando una de las peores crisis. Julián comparte el enfado de otros colegas, y también el desánimo. «Es que parece que somos los culpables de la situación, cuando no es así, porque cumplimos estrictamente las normas. Limpiamos, desinfectamos..., todo. Cuando te quitan la barra, cuando no te dejan trabajar dentro, te están cortando las alas por todos lados. Estamos trabajando a un ritmo bastante menor, de ahí la indignación que sentimos, porque tenemos que hacer frente a muchos pagos y, de repente, de un día para otro, nos encontramos con el cierre».
En este tercer cierre del sector desde que empezó la pandemia de covid-19 han bajado la persiana más negocios que en el decretado en noviembre, quizá porque la experiencia no fue buena. La patronal no esperaba un cerrojazo tan grande. «Pensábamos que en los barrios se iban a animar, pero la mayoría ha decidido cerrar. En San Lorenzo, por ejemplo, o en Nueva Segovia están casi todos cerrados, ni siquiera sirven comidas para llevar. Se deduce que no les ha compensado. Y es normal. Hay muchos trabajadores en ERTE y el negocio es escaso», apunta Castellanos.
«Aceptamos la medida, pues la situación de la pandemia es más grave que en noviembre»
En la cervecería La Tropical, en plena calle de Cervantes, han optado por repetir la fórmula de noviembre: servir a través de la ventana y mantener abierta la terraza. Todo siguiendo estrictamente las medidas de seguridad que exigen las autoridades sanitarias. «Nos fue bien en noviembre y, ahora, por lo que vemos, nuestra gente está viniendo. La terraza, por ejemplo, se demanda mucho, aunque haga frío. Al margen de que se despache mucho o poco, lo importante es abrir el local y seguir trabajando», apunta Francisco Velasco, que ha notado cierta desinformación entre los clientes. «Muchos han venido pensando que estaba abierto con normalidad, no sabían que se ha decretado el cierre de la hostelería, con las excepciones que todos sabemos. Por lo demás, no ha sido nuevo para nosotros, porque ya contábamos con la experiencia de noviembre», añade.
Evidentemente, no es la mejor de las situaciones, pero Velasco asume las restricciones impuestas. El alarmante incremento de los contagios exige medidas excepcionales. «La situación, por lo que se ve, es más grave que en noviembre. Están subiendo mucho los contagios y también los fallecidos, y no veo oportuno emprender una guerra contra el que ha decidido cerrarnos. Nosotros lo aceptamos. No entendí que se permitiera celebrar la Navidad, y ahora tenemos lo que tenemos», dice Francisco Velasco mientras se dispone a despachar unos cafés para llevar. El cliente fiel siempre responde.
El desánimo cunde en el sector. La tercera ola de la covid arroja todos los días noticias muy preocupantes y no se ve la luz al final del túnel, pese a la llegada de las vacunas. «Los empresarios estamos muy desanimados. La experiencia de noviembre, con las comidas para llevar y los cafés en ventana no debió funcionar del todo, de ahí que esta vez hayan optado por cerrar más», dice el representante de la patronal hostelera. El fantasma de un cierre definitivo tampoco acaba de irse. Desde que comenzó la pandemia, en Segovia capital se han cerrado alrededor de 25 establecimientos hosteleros. «No somos de las provincias que más restaurantes o bares cierran. Valladolid y Palencia están peor en este sentido. Segovia resiste más, quizá porque tiene una actividad turística tan potente que siempre queda la esperanza de remontar con cierta rapidez. El hostelero segoviano está aguantando más, pero el riesgo está ahí, incluso para los negocios más consolidados. Lo estamos pasando realmente mal», subraya Jesús Castellanos.
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«Económicamente no nos compensa abrir, pero ¿qué hacemos en casa?»
Olga Jasinowska está al frente del restaurante Muñoz, situado en el corazón del barrio del Salvador, en la capital segoviana. Es horario de recreo y las plazas del Salvador y Día Sanz están llenas de estudiantes de los institutos Mariano Quintanilla y Ezequiel González. Hay aquí más bullicio que en la Plaza Mayor, que está muerta. «Tenemos abierta la terraza y hacemos comida para llevar. También gestionamos el hostal El Gato, en la plaza del Salvador, y allí mantenemos abierta la cafetería, solo para los huéspedes del hostal», informa la empresaria, que ha decidido abrir por seguir dando servicio a los clientes habituales: «Estamos atendiendo a la gente que viene todos los días, la gente del instituto, alguna comida para llevar.... Esta mañana, por ejemplo, hemos llevado varios termos de café al instituto, donde explotamos la cafetería, aunque la Dirección de Educación ha decidido tenerla cerrada todo el curso».
Con todas las medidas restrictivas que pesan sobre el sector hostelero, no compensa mucho abrir, pero se trata de mantenerse en pie. «Económicamente no compensa, ni mucho menos, pero ¿qué haces en casa? ¿Ver las noticias y deprimirte más? Aquí, por lo menos, ves a la gente que viene todos los días, que te agradece que le sirvas el café. Estamos dando un servicio y haciendo algo. Es mejor no pararse a pensar en lo que va a pasar», subraya Olga.
Cuando se declaró la pandemia, en marzo, al restaurante Muñoz no le quedó más remedio que acogerse a un expediente de regulación temporal de empleo. Todo ha empeorado después. «Al final hemos tenido que indemnizar al personal y está en el paro. Aquí solo quedamos mi marido, que es el cocinero, una chica y yo. En el hostal solo tenemos una camarera. Para este cierre, ni ERTE ni nada. Cuando vuelva todo a la normalidad, empezaremos de cero. Verdaderamente, ahora, no se ve salida por ninguna parte».
Cortar una carretera
De momento, los representantes del sector en la provincia no han decidido ninguna medida de protesta, tras la manifestación del pasado noviembre, pero no descartan elevar el tono reivindicativo. «Hay socios que piden acciones más contundentes y las tendremos que llevar a cabo, aunque hasta ahora hemos tratado de frenar la crispación. Visto que las manifestaciones y las concentraciones no dan resultado, si tenemos que cortar una carretera, lo haremos», amenaza el presidente de Hotuse-AIHS, indignado con las decisiones de la Junta de Castilla y León y molesto con la falta de receptividad que empieza a percibir en el Ayuntamiento: «Seguimos a la espera de que el Ayuntamiento nos dé una solución a todo lo que pedimos. Las reclamaciones para este año son las mismas: exención de la tasa de terrazas todo el año, de la de basuras como mínimo el primer cuatrimestre, del IBI en la parte que al Ayuntamiento corresponda, y una ayuda directa a los establecimientos que no tienen terraza».
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