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Martes, 26 de abril 2016, 11:44
El pasado año, Luciano G. Egido (Salamanca, 29128) publicaba con la editorial Visor La razón de la sinrazón, un ensayo con el subtítulo Contribución a la lectura del Quijote que veía la luz con motivo del cuarto centenario de la publicación de la segunda parte de la obra magna de Miguel de Cervantes. Ahora, cuando se acaba de cumplir el cuarto centenario del fallecimiento del escritor madrileño, Egido vuelve a las librerías con La sinrazón de la razón (Visor Libros, 22 euros), un exhaustivo ensayo de cerca de 600 páginas en el que completa «una lectura moderna» de El Quijote, apoyada en «el valor de la sinrazón, o sea el fondo inconsciente del conocimiento y de la experiencia».
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El libro que vio la luz en 2015 recogía la reflexión de Egido en torno a las razones y motivos que llevaron a Cervantes a escribir El Quijote prácticamente al final de su vida. «Intentaba buscar la razón de la sinrazón del Quijote, analizando su biografía, sus experiencias literarias y una serie de elementos objetivos que yo comentaba. La idea era que aquel texto fuera una especie de prólogo para lo que ahora verá la luz: una lectura capítulo a capítulo de El Quijote, pero empezó a cobrar vida propia y acabó publicándose de forma independiente», detalla a Ical.
Con el título de ambos libros, Egido juega con una de las frases recogidas en el primer capítulo de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, donde Cervantes atribuye a Feliciano de Silva las siguientes palabras: «La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura».
«Esa frase siempre se ha tomado como una especie de broma, pero yo creo que de broma no tiene nada. Es una logomaquia, un juego de palabras divertido pero que tiene un significado lógico: la razón de la sinrazón es la razón del libro, la vida de un loco; y la sinrazón de la razón es el contenido del libro, que para mí es un libro en el que el subconsciente de Cervantes, o sea la sinrazón, tiene su razón. El libro no es una locura; lo es dentro de un contexto racional tradicional, pero encierra una razón especial, relacionada con el subconsciente descubierto por Freud. Hay una parte previa u oscura de lo que llamamos racional, que es el libro, y eso es lo que da juego para interpretarlo de una manera correcta», recalca.
En su lectura del libro, Egido concluye que El Quijote «es la defensa del yo individual, frente a la sociedad y frente a la historia». «Hoy, cuando nos amenaza el absolutismo y el fundamentalismo, es una teoría hoy filosóficamente muy aceptada. En El Quijote, Cervantes, a partir de unos elementos autobiográficos, se defiende frente a la invasión del pensamiento único, de todas las cosas que hoy día amenazan al yo individual», esgrime.
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Para el escritor salmantino, la imposición en nuestros días del pensamiento único es consecuencia de la globalización, que en su opinión no se restringe en absoluto a aspectos meramente económicos, sino que también atañe a aspectos «intelectuales, de pensamiento y de moral». «Hay una aceptación de una moral colectiva y si no la aceptas te marginan, que es lo que padecía Don Quijote. Por eso Don Quijote tiene una dimensión crítica que para mí es fundamental en su lectura: todos a su alrededor le pegan le apalean, lo rechazan y se ríen de él y de sus ideales, mientras que él es un hombre bueno que quiere el bien y ayudar a todos, pero la gente no está por eso, está por otras cosas», plantea.
Exaltación del 'yo'
Así, la obra desarrolla la hipótesis de que El Quijote exalta un yo, señero y cerrero, excepcional y único, original hasta la extrañeza y la locura, rodeado y atacado por una sociedad beligerante, que trata de contradecirlo, negarlo y anularlo, hasta conseguir devolverlo al redil de la normalidad irrelevante. Esta idea básica se ve confirmada y reafirmada por las numerosas historias confluyentes que rodean la historia principal y que amplían la defensa de la individualidad voluntariosa, fundamentalmente femenina, que se esfuerza por deshacer los prejuicios sociales sobre la condición de la mujer, históricamente determinada.
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La sinrazón de la razón propone una lectura «minuciosa», capítulo a capítulo, de la obra magna cervantina, rehuyendo plantear tesis filológicas para centrarse en las aportaciones literarias. «Para mí es más importante el estilo que las ideas filológicas, aunque el libro también tiene su parte filológica y lingüística», señala. Así, en cada capítulo se incluye un comentario general, el comentario del autor de alguna frase concreta que le resulta especialmente significativa, y un análisis de los procedimientos estilísticos utilizados: las metáforas, las comparaciones o las enumeraciones utilizadas.
«El Quijote corre el riesgo de convertirse en un libro de especialistas, que propicie la investigación de aspectos puramente filológicos. Lo que pretendo yo es hacerlo accesible a la gente normal, no sólo a los eruditos», señala.
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