Un Guiness para Amador
Un artista del municipio serrano de Las Casas del Conde busca aparecer en el libro de los récords con sus más de 5.000 cucharas talladas
ISABEL GARCÍA / ICAL
Lunes, 21 de marzo 2016, 12:53
Las Casas del Conde es un pequeño municipio de la Sierra de Francia que con solamente 50 habitantes censados y unos 30 viviendo en su casco histórico, nada tiene que envidiar a las grandes urbes en lo que a referentes culturales se trata. En sus, apenas dos kilómetros cuadrados de superficie y ya a las afueras del pueblo, junto al Vía Crucis, se encuentra la casa, más bien museo, de Amador Hernández, que sin saberlo y gracias a su don, se ha convertido en un lugar de peregrinaje constante de turistas atraídos por su concepción del arte.
Publicidad
Con sorpresa y casi incrédulo, Amador abre la puerta de su morada a todo aquel que se topa con esta llamativa casa convertida en museo. Sus colores y formas en la fachada no logran pasar desapercibidos y son muchos los que se acercan estupefactos de encontrar esta maravilla en medio de un paraje natural en plena Sierra de Francia. Siempre tímido y con pocas palabras, Amador atiende cortésmente a todo aquel que se interesa por su labor en el arte de tallar hierro y madera.
«Con seis años gané mi primer concurso de pintura», informa mientras apunta al certificado que da fe del triunfo. Desde entonces, y hasta la fecha, no ha parado de dar rienda suelta a su imaginación y todo de una forma autodidacta, según apunta. «Ni he ido a clases nunca, ni he tenido ningún maestro, todo lo que se puede ver en mi casa ha nacido de mi, simplemente imagino algo e intento trasladarlo a algún material para darle sentido».
Este frutero de profesión consigue dar forma a cualquier madera que se le ponga por delante y ahora se ha marcado como meta conseguir entrar en el libro Guinnes de los récords con más de 5.000 cucharas talladas que cuelgan del techo de su improvisado taller. «Empecé hace cuatro años a tallar las cucharas pero llevo más de veinte dedicándome a esto. La gente no logra valorar de verdad el tiempo que se emplea en cada una de las piezas así que, de alguna manera, entrar en el Guinness es una forma de que se reconozca mi trabajo», apunta Amador Hernández.
No obstante, para conseguirlo necesita patrocinadores y un buen desembolso de dinero del que hoy por hoy carece. «Aunque dedico mi vida a esta pasión, la verdad es que no se puede vivir de esto», manifiesta un sincero Amador que, pese a todo, se niega a vender sus tan elaboradas piezas y las acumula cual tesoros en las estanterías de su hogar. «Solamente en alguna ocasión y por tratarse de alguien especial, he hecho algún encargo».
Publicidad
Artista naif
Sillas, morteros, arcones, esculturas, mesas, todas sus obras rezuman las características que se presuponen a los artistas naif, en la que la espontaneidad y el autodidactismo son las señas de identidad y en las que Amador encaja aunque viva ajeno al término. «No me inspiro en nada en concreto ni sigo ninguna técnica, simplemente plasmo lo que me viene a la cabeza en ese momento», explica un sencillo Amador restándole mérito al incalculable valor e interés que despierta su trabajo.
Entre sus creaciones, según afirma, no hay ninguna predilecta pero si guarda un especial cariño a las esculturas y a una de las cunas que talló. «Es una de las piezas a las que más horas he dedicado». Y es que, Amador se atreve con todo y se aprecia su mano hasta en los detalles que adornan la fachada de la casa de su madre. «Fue una de las primeras cosas que empecé hacer», apunta.
Publicidad
Sus vecinos están encantados con su arte y hasta muchos le han ayudado para que pudiera difundirlo. «Durante algunos años he acompañado a Amador a un concurso que celebra la Federación de Organizaciones de Artesanos de Castilla y León pero no ha tenido suerte», apunta una de sus vecinas.
Olivos
Amador crea como el árbol crece y una de sus últimas inquietudes ha pasado por tallar imágenes en los troncos centenarios de los olivos que se encuentran al final del pueblo, en el Vía Crucis. Se trata de rostros en color que aunque apelen de alguna manera a una simbología religiosa, el propio creador lo desmiente.
Publicidad
Puede que este artista local nunca llegue a exponer sus obras en las grandes galerías de arte o a ser reconocido por el gran público pero tiene el calor y el estilo del que muchos, ya famosos, carecen.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión