El colegiado cántabro López Toca muestra la tarjeta amarilla a Weissman tras una entrada en la que el israelí no llegó a tocar al rival. A. Mingueza

La vara de medir

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El autor aprovecha el pésimo arbitraje sufrido por el Real Valladolid este domingo para criticar duramente la caída libre en la que ha entrado el nivel arbitral desde la implantación del VAR

Alberto Cuesta

Lunes, 13 de diciembre 2021, 17:28

Me presento aquí para abrir un melón que tenía bien guardado desde que comenzó la temporada, pero que está asomando tanto la cabeza que no ... me queda más remedio que sacar. Quiero hablar de los árbitros. Aprovecho una jornada en la que hemos ganado para que no crean que vengo buscando ningún tipo de vendetta. Simplemente creo que después del enésimo arbitraje desquiciante es un buen momento para hablar de ello. Y ahora, utilizando una referencia que a quien la entienda le prometo lealtad eterna, «vamos a la almendrilla».

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El nivel general del arbitraje ha decaído desde la implantación del VAR. No manejo los datos de los que disponía el ya expresidente de los árbitros Velasco Carballo cuando pretendía hacernos creer que su colectivo, ayudado por la tecnología, tenía un 98% de acierto, pero he visto los suficientes partidos durante toda mi vida como para notar que hay diferencia. Y no les culpo. En realidad, los trencillas son víctimas de un comité (CTA) opaco, anticuado y enemigo de la autocrítica real y de una asociación internacional (IFAB) que modifica unas normas que no necesitan cambios y retoca otras provocando que pierdan todo el sentido. Hace no demasiado todo el mundo sabía, sin bufanda de por medio, qué eran una mano y un fuera de juego. Ahora se necesita una ingeniería aeroespacial.

Siendo sinceros, a los árbitros, como individuos y no como colectivo, tampoco se lo ponen fácil ni sus jefes ni algunos futbolistas, cada vez más, que son tan mentirosos que no le dicen la verdad ni al médico y se hacen trampas jugando al solitario. Aun así, víctimas o no, los arbitrajes que está sufriendo esta temporada el Real Valladolid son más dramáticos que pedirle la lista de Schindler al Padrino para salvar al soldado Ryan en el Titanic. Y no necesariamente porque le perjudiquen, sino por la diferencia de criterio que es, de largo, el mayor error que puede cometer un árbitro. Lo que recibe el Pucela fuera no lo tiene después en casa. Por no hablar de los seis penaltis en contra (pitables todos, dicho sea de paso) y los cero a favor. No se trata de recibir arbitrajes que nos beneficien porque sí, sino de que todos los equipos, desde el primero al último, reciban el mismo respeto y sean tratados como iguales. Cosa que, por cierto, no ha pasado nunca y no tiene pinta de que vaya a pasar.

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