El Pucela pone el fútbol, el Espanyol los puntos
A pesar de la derrota, el Real Valladolid de Diego Cocca sigue dibujando una dinámica ascendente y mereció vencer de forma holgada a un rival que vivió de dos chispazos. Es el camino a seguir
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Javi Sánchez, papá, por ti, por Moro
Moro dibuja su enésima gambeta. Enfila el camino hacia el interior, con filo y piernas. Sus señas de identidad armadas en una arrancada brava y ... decidida. No pudo disparar porque chocó y su clavícula reventó la caja fuerte del Real Valladolid y la libreta de Cocca, que tendrá que ver ahora cómo suple al mejor futbolista de su plantilla. Javi Sánchez vio la acción con perspectiva, desde atrás. Su corazón se encogió como el de Catoira, Ronaldo y toda la afición del cuadro castellano. Moro es mucho Moro. Como si se tratase de un conjuro, el central agarró la pelota, la aplastó sobre el césped, la válvula hacia fuera. Empeine interior y roce con los tres dedos. La bota plana y la pelota en la escuadra. No hay mejor reacción a una lesión traumática que un golazo para empatar un partido que el Pucela tuvo que haber ganado por goleada.
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El equipo de Cocca compite, juega y domina
La distancia entre el Real Valladolid de Cocca y el de Pezzolano resulta inasumible para el Real Valladolid. Más allá del resultado, da la sensación de que la entidad castellana ha perdido deliberadamente una vuelta. No sé si el argentino obrará el milagro, porque el fútbol va más allá de las sensaciones, se detiene en los puntos, el escenario donde se forjan los éxitos y los fracasos. Prefiero descender así, qué quiere que le diga. Al menos hay un plan para defender, siempre con las líneas bien atadas, y para atacar, con dinamismo en la circulación del balón, solidaridad en las marcas y atrevimiento para tocar, moverse y romper el espacio en el dibujo del rival. La forma de alinear, de competir, de separar el grano de la paja y de jugar al fútbol se acomoda en las antípodas del Pucela timorato, absurdo y caricaturesco del uruguayo, que recibirá como premio un finiquito millonario.
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Hein no está en su salsa, ahora llega tarde
A Diego Cocca le falta asegurar la última frontera. El fútbol tiene estas cosas. Hein salvó a Pezzolano y con el argentino casi siempre llega tarde. Ayer pudo hacer más en el primer gol. En el segundo bastante tuvo con evitar el pelotazo en la cara. El arquero blanquivioleta no está en su mejor versión. Y en un equipo como el Pucela, donde el gol se cotiza como el Bitcoin en la investidura de Trump, que el guardameta se muestre firme representa el seguro, la red bajo el alambre. El meta del Espanyol, sin embargo, sí fue capaz de quebrar el ímpetu del Pucela. Rompió el mano a mano de Rosa, voló para partir el disparo sutil de Moro a la escuadra y se limitó a verla pasar en las oportunidades de Amallah y Marcos André, que la mandaron fuera.
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El Espanyol vive de dos chispazos, el Pucela del fútbol
El duelo de ayer escenificó la cruda pelea entre el fin y los medios, el debate entre el hincha práctico, que construye su discurso sobre el resultado, y el aficionado de toda la vida, que agradece el juego, la actitud y la forma de encarar el reto. No es lo mismo perder haciendo el ridículo, que caer dominando, atacando, defendiendo con tensión y disfrutando de ocasiones suficientes como para ganar de forma holgada. Por porcentaje, la derrota de ayer suele ser un accidente. De diez, con ese fútbol y esas ocasiones, el Pucela debería ganar 8,5. Ayer perdió, pero dio la cara. Así sí. La carrera hacia la permanencia comienza aquí. El Espanyol, aunque se hizo con tres puntos vitales, estuvo a merced del Real Valladolid. Ganó por dos chispazos. Cocca debe seguir haciendo autocrítica y construyendo un futuro lúcido.
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Una derrota así asienta las bases para un futuro mejor
Hacía muchos meses que el Real Valladolid no pisaba el césped a domicilio con personalidad, las ideas claras y la confianza intacta para creer en sus posibilidades. Lo hizo ante un rival directo, que no demostró mucho más que saber aprovechar dos jugadas aisladas, la primera un golazo y la segunda un cañonazo con la cabeza. En el medio de esas dos acciones, el Pucela fue mucho mejor, disfrutó de ocasiones para haber goleado y no consiguió al menos un punto porque Marcos André, Kike o Rosa no estuvieron finos. Con Pezzolano, el balón circulaba como un tractor en medio de una autopista. El cuero parecía una forma irregular, una esfera picuda con pinchos que se enterraban sobre el césped para transformar el fútbol en una película muda, a cámara lenta. Ahora todo es diferente. A poco que el mercado de invierno sonría, Cocca podrá construir algo potable. Entre tanto, Juric barre, Mario conecta, Kike imagina, Moro desborda y André hace su papel de 'nueve'. El resto se convierte en un ejército comprometido y solidario que por fin busca algo más que dejar pasar el tiempo. Hay que seguir intentándolo.
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