El Pucela dimite en la batalla del antifútbol
Al Real Valladolid le entra la tiritona en el segundo tiempo y vuelve a ser un guiñapo a manos de un equipo más sólido mentalmente tras el descanso
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La batalla por encontrar el oro en el antifútbol
No me imagino a un friki del fútbol, en general, soportando más de diez minutos del Getafe-Real Valladolid. No apto para ningún público. El ... panenkita vomita y el clásico dimite al segundo pelotazo. Uno ve el partido porque tiene algún interés, profesional o de corazón. Qué manera de practicar el antifútbol. Y en esa batalla de la nada, el choque se enredó en una pugna por ver quién encontraba el oro con un juego más arisco. El Pucela tuvo sus opciones al contragolpe. El conjunto madrileño descubrió sus costuras en el despliegue y los de Pezzolano acariciaron la gloria a trompicones. Era atinar con una combinación rápida en la salida. Corte de balón, pase preciso, carrera afilada en superioridad y definición. Sylla la tuvo tras un pase de Moro. El gol no llegó y el Getafe despertó en la segunda parte para atrapar el tesoro con el tanto de Álvaro Rodríguez y la espantada en el despeje de Latasa para fabricar el 2-0 de Nyom.
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Ponga un Milla en su dibujo si quiere una vida mejor
No sé lo que estarán pensando Catoira y sus superiores para reforzar al Real Valladolid en el mercado de invierno, pero si nadie cae en que el verdadero problema de este equipo radica en que no hay metrónomo, sin criterio en la zona donde se cuecen los encuentros, a partir de enero la única incógnita residirá en ver cuándo llega el descenso de forma matemática. El Getafe tiene los mismos recursos, o incluso menos, que el cuadro castellano, pero su 'cinco' es un centrocampista de verdad. Marca la pauta, defiende, gestiona la pelota, se incorpora cuando procede y cierra cuando no hay alternativa. Al Pucela le hace falta un Milla. Mientras Pezzolano sigue experimentando, el conjunto blanquivioleta se desangra sin argumentos. El técnico intenta detener la abulia defensiva acumulando futbolistas en la retaguardia, pero la vida sigue igual. Los boquetes cada vez son más groseros porque el problema no habita en el número, sino en la calidad, en la actitud de un equipo que tiene efigie de calavera.
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Moro y diez más, el único que cambia el paso
La Morodependencia resulta ya insultante. El Pucela no tiene más. Pezzolano apostó por el mismo dibujo e idéntico sistema. 5-3-2 en ataque, 5-4-1 en defensa. Da igual el número y el planteamiento. El único argumento es Moro. Pero Moro no puede con todo. Y si, cuando Moro juega, el que tiene que embocar no está en el sitio, como ayer Sylla, el Real Valladolid se convierte en un despojo. El conjunto castellano es una marioneta que solo dibuja alguna mueca cuando el catalán toca la pelota. Hasta ese momento, los partidos son una ofensa al fútbol. Juma parece Beckenbauer. Poco más que añadir. En el centro del campo nadie es capaz de dar sentido al juego. Los laterales se han contagiado de la decadencia. Anuar ha perdido el empuje y sin arrestos su juego se queda en nada. Mientras tanto, Iván Sánchez sigue en el limbo, Mario Martín está crucificado, a Juric le castiga el primero y arriba la única esperanza es Sylla. ¿Amallah? Cómo estará el resto. Latasa va camino de ser el bluf del curso. La vida en blanco y violeta.
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Pezzolano pierde el duelo de gallos contra Bordalás
Pezzolano y Bordalás pertenecen a la misma escuela. Más artimaña que fútbol. El fin justifica los medios. El abrazo que se dieron antes del inicio del encuentro fue una pantomima. Cuando el balón ejecutó la primera vuelta, cada uno se enfrascó en su papel de técnico canchero. El fútbol es otra cosa. Me quedo con la educación y el talante. Escapo de la marrullería y la protesta infinita. El aspaviento es peor que el criterio, que la mesura. No gana el que aplica la pillería más sibilina, sino el que juega mejor y marca más goles. Es la teoría, pero en la realidad, el duelo se convirtió en una batalla de gallos mal entendida, en la que Bordalás devoró a Pezzolano, que vio la tarjeta roja en el descanso tras encararse con el técnico rival en el túnel de vestuarios. Con lo que se juega el Pucela, poco que añadir. Que el entrenador se deje enredar, explica muy bien la locura en la que se ha instalado el Real Valladolid.
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Una nueva debacle, ¿y ahora qué?
El pozo de la tabla se le está quedando pequeño al Real Valladolid. El conjunto castellano es penúltimo, con dos puntos por delante del Valencia, que tiene tres partidos menos. Por encima, el Espanyol tiene un tanto más y dos encuentros menos, y Las Palmas, que tiene que jugar y está tres puntos por encima. Muy mala pinta. No son solo las sensaciones, son los resultados y la situación clasificatoria. ¿Y ahora qué? ¿Nadie va a dar una vuelta al libro? ¿Pezzolano sigue siendo intocable? No sé lo que hay que hacer, pero está claro que el inmovilismo solo sirve para seguir ensanchando un agujero que va camino de convertirse en un socavón inabarcable.
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