Atletismo copioso, fútbol canino
«El Pucela salva un punto gracias a un gazapo del portero visitante. Entre el gol y el empate, partido nulo de un equipo sin ideas, sin luz ni argumentos»
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De la opacidad a la luz en cinco minutos
El Pucela pasó de la tiniebla al amanecer en cinco minutos. No embocó cerca del arco. Para qué. El quiebro a la sequía llegó desde ... 30 metros. André puso la primera piedra y Federico metió el empeine, con calidad y sutileza, para peinar el flequillo del defensa y partir en dos el mal fario que acompaña al cuadro castellano en las últimas semanas. Así es el Real Valladolid, capaz de fallar a dos centímetros de la última frontera y afortunado para pisar el círculo rojo de la diana en el momento más inesperado. Alfonso Herrero, el portero del Málaga, puso de su parte. Se embolicó en el sobeteo de la bola y tropezó con Marcos André. Es uno de los riesgos más absurdos del fútbol moderno. No pasa nada por pegar un pelotazo en un momento de angustia, un instante límite. Es incluso sano, porque no hacerlo provoca que el método se convierta en un sainete.
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2
Lachuer, como Paquirrín en una biblioteca
Guillermo Almada insiste con Lachuer en una especie de media punta fortificada, con poco filo y mucho despiste. Una trinchera donde hace falta el cielo abierto. El francés se siente incómodo. Va de allá para acá, deambula por un espacio desconocido. Lo intenta, pero rinde mejor quince metros por detrás. Su aportación se encoge y el equipo cortocircuita en el espacio del césped donde hay que aplicar imaginación. De hecho, apenas entra en contacto con la pelota. No le llega. Se ve que el técnico confía en que algún día se adapte. Mientras tanto, la pizarra del uruguayo seguirá desperdiciando talento en un espacio determinante. Que el visor del enganche tenga más retroceso que avance, explica las dificultades innatas que tiene el Pucela para generar oportunidades de calidad. Tuvo una, en el área pequeña. No supo definir. No es su sitio. Almada Tardó 64 minutos en situar al mediapunta real, Chuki. ¿Saldrá en diciembre?
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Marcos André en modo guerrero hasta que salió tocado
Marcos André sigue firme en la posición de 'nueve', al menos en la libreta del técnico. Almada ha entendido que resulta más eficaz en el vértice. La lógica, en las antípodas. La realidad es que su posición es un parche, porque el brasileño no es un delantero centro al uso. Es más un segundo punta con libertad de movimientos, con espacio para exprimir su potencia y buscar la capacidad de sorpresa para que los centrales no tengan tan fácil la marca. Aportó más en la guerrilla que en la definición. Terminó el partido antes de hora, con la mano agarrada al muslo y los fantasmas de su fragilidad física entregando el protagonismo de la vanguardia a Latasa, cuya única esperanza radica en una buena banana de Alejo. Federico y Amath no están para eso.
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Meneo táctico de Funes a Guillermo Almada
El Real Valladolid juega a impulsos. Depende de carambolas, de apretones del defensa y cantadas del portero. No genera fútbol elaborado, no tiene un plan ofensivo aseado. Quiere jugar por las bandas, pero se topa con el contrapié de sus extremos. Aspira a la eficacia y se estampa contra su nula capacidad para convertir en gol las ocasioncitas. El balón sigue de paseo, ha dejado de ser un arma para convertirse en una comparsa. El Málaga confió en su planteamiento. Toque, ocupación lógica de los espacios y salida acerada. Así llegó el empate, con paciencia y definición. Torres se quedó con el molde. Niño le descubrió las vergüenzas con un cabezazo sonrojante. El Pucela percute y corre, no pierde la esperanza, pero cuando la historia se repite cada semana, puede ser momento de revisar el método y dar la vuelta a la pizarra. Con este plan y estas prestaciones, no da ni para ganar al Málaga, mucho más lúcido con el balón.
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5
Las bandas a contrapié obturan cualquier plan
André no es un nueve al uso. Latasa tampoco, pero tiene centímetros. Le falta colocación para llegar antes que el defensa, eso sí. El caso es que el fútbol suele definirse por los costados. El equilibrio entre el exterior y el interior supone la diferencia entre la mediocridad y el brillo. Con los perfiles a contrapié, al Pucela siempre le sobra un quiebro. Es la maniobra natural para colocar el balón en la bota buena. Y en ese acomodo muere la sorpresa y decaen las opciones de que el cuero aterrice con ventaja en la anatomía del delantero de turno. El Málaga apareció en Zorrilla como un equipo más trabajado, con una idea muy concreta. Le puede salir mejor o peor, pero no abandona su identidad. Del Pucela solo sabemos que corre y curra. Con eso no da. Ante el Málaga marcó con fortuna y gracias. Más allá del gazapo del portero rival, todo fueron uys, empujes y cabezazos contra una realidad que va camino de meterle en el sótano de la tabla.
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