Lachuer se queja tras una acción en el derbi. R. Jiménez
El análisis

Ni propuesta ni ejecución en el Real Valladolid

«Es palmario que, salvo Stanko Juric, nadie pide, busca o se atreve a jugar la pelota; por tanto, ni juego, ni pausa»

Domingo, 28 de septiembre 2025, 22:28

No suele ser inteligente focalizar las derrotas en determinados nombres, por mucho que resalte su poco o nulo hacer, porque, como sentenció Alfredo Di Stéfano, ... nadie es más importante que el resto del conjunto. Ni aún tratándose de derrotas especialmente significativas, no entiendo de derrotas dulces, por aquello de la rivalidad regional. Y es que como entrenador, la derrota suele resultar especialmente dolorosa porque viene a expresar que o tú te has equivocado o los que tú has escogido, han obviado tu explicación.

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En nuestro caso, mi impresión es que ni entrenador ni jugadores supieron llevar a efecto una propuesta mal diseñada y posteriormente peor ejecutada.

Algo que en clínica se podría asociar a elegir el antibiótico no idóneo para combatir una infección conocida, aún teniendo mejores fármacos para llevar a cabo el tratamiento eficaz y marcado en protocolo.

Un protocolo, el futbolístico, que exige compensación tanto entre líneas como entre hombres y que obliga a poseer las armas necesarias en juego y condición para ganar el duelo, o al menos poderle pelear en igualdad desde el comienzo.

«Hemos pasado de ser un equipo aguerrido y presionante a uno timorato, dubitativo e insípido, hasta escuchar el toque a rebato de los cambios»

Algo que en el Real Valladolid viene sucediendo desde el inicio de la competición cuando ya quedó claro quiénes sí y quiénes no valían para el empeño. Un tiempo que nos ha servido para comprobar como el criterio técnico prevalecía hasta llegado el momento de unos cambios que siempre han venido a señalar a los mismos.

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Es palmario que en este Real Valladolid, salvo Stanko Juric –¡cómo se notó su ausencia!– nadie quiere buscar o pedir la pelota, acercándose al central, para comprometerse a ordenar el pase y la pausa necesarios a fin de que fluya el juego. Un alguien que, cuando no la tiene, busca y pelea con su par para recuperarla porque sin ella no sabe jugar.

Ahí nacen y mueren nuestros males porque sin ella no somos nada, pero con ella perdemos lo poco que somos al no saber jugarla con criterio desde dentro hacia afuera penetrando por banda en busca del centro o el pase que culmine en remate.

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En estos últimos partidos en Zorrilla, el primer cuarto de hora de nuestro equipo se ha distinguido por ser un periodo donde el desnudo de ideas y la falta de intensidad del grupo propiciaban goles y ocasiones rivales para desesperación de todos, entrenador incluido.

En el derbi, salvo Biuk que en esa primera mitad llevó el peligro más palpable al área leonesa, el equipo se enredó en un quiero y no puedo donde la escasa calidad, la falta de empeño y la opacidad de ideas de los hombres de esa zona de creación, dejaron el camino expedito a una Cultural mucho más simplista, eficaz y pragmática en su juego con premio incluido.

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Hemos pasado de ser un equipo aguerrido, presionante y llegador con más garra que estilo, a convertirnos en un equipo timorato, insípido y dubitativo... hasta escucharse el toque a rebato.

«Colgar en el perchero el criterio técnico continuista y buscar soluciones de juego es lo aconsejable»

Algo que se inicia con la entrada de otros jugadores y que por cuestiones de minutaje viene a cruzarse con la imprecisión que genera la prisa y que alumbra un final contracorriente y agónico en el cual unos días se gana y otros, como este domingo, se pierde.

En todo caso el síndrome del mal estudiante que deja para el final lo no estudiado a su tiempo y al cual el temario le acaba ahogando.

Colgado en el perchero el criterio continuista del cuerpo técnico, bueno sería repasar vídeos y buscar soluciones de juego e idoneidad de jugadores, con la misma vehemencia con la que protestamos al 'referee', tarjetas rojas incluidas.

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La única tozudez que admite el fútbol es la de escoger siempre a los mejores, ponerles en su sitio y pelear a muerte.

No es poco, creánme.

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