Eusebio, la magia del futbolista tenaz
«Además de tener la posibilidad de conseguir un título, y nada menos que ante el Atlético, se nos abría la opción de jugar en Europa por primera vez»
José Anselmo Moreno
Valladolid
Jueves, 27 de junio 2024, 06:55
Eusebio era la magia de un futbolista empeñado en ser profesional como fuera. Era el cerebro por excelencia del Real Valladolid, el hombre que pensaba en el campo y veía los pases imposibles. Los que no veía nadie. Sin embargo, Pucela contuvo no hace mucho la respiración por su estado de salud, de su cerebro precisamente, un coágulo del que fue intervenido tras una caída accidental.
La noticia impactó en Pucela, donde había establecido su residencia en 2019 para atender sus negocios y la gestión de la fundación que lleva su nombre, a la que se entrega con causas sociales de todo tipo e iniciativas enmarcadas en el deporte base.
El chaval que empezó a jugar dando patadas al balón contra la pared de la iglesia de su pueblo (La Seca) pudo comprobar tras su percance cómo dejó huella en muchos lugares y el cariño que se le profesa. Curioso lo de la pared de la iglesia, con el paso del tiempo, descubrió que allí consiguió parte de su técnica.
Cuarenta años después de la Copa de la Liga, recuerda que esa temporada 83/84 debutó como futbolista del primer equipo el día de Año Nuevo, en Sevilla contra el Betis y que la liga fue complicada. «Lo sufrimos mucho pero al final conseguimos el objetivo de mantenernos, y empezamos a jugar aquel torneo nuevo, la Copa de la Liga. Habíamos trabajado mucho por quedarnos en Primera, ese trabajo nos mantuvo en un nivel físico muy alto y afrontamos las eliminatorias de la Copa con mucha seguridad, eliminando a rivales como el Zaragoza, el Betis o el Sevilla», agrega.
Alguien que después ganó muchos títulos, dice que en su primera temporada como futbolista, jugar ese torneo fue «maravilloso. Además de tener la posibilidad de conseguir un título, y nada menos que ante el Atlético, que tenía un equipazo, se nos abría la opción de jugar en Europa por primera vez», recuerda con la ilusión de cuando a uno las cosas no le han pasado nunca.
Como resumen de la final, evoca que en el partido del Calderón empataron y no pasó mucho pero que en Zorrilla la eliminatoria estuvo muy igualada. «Yo jugué hasta los últimos minutos y me cambiaron por Paco Fortes, que revolucionó el partido con esa mentalidad que tenía para recibir el balón, regatear y dar pases de la nada», subraya.
«Cuando me cambiaron me fui al vestuario, por lo que no me enteré de la celebración en el campo, me enteré en el vestuario, y allí lo celebramos cuando todos llegaron», agrega. A la pregunta de por qué se marchó al vestuario, dice: «No lo sé, era muy joven, tenía 20 años y yo creo que me faltó disfrutarlo en el campo con mis compañeros».
Sobre la celebración posterior afirma que no hubo nada: «Al día siguiente nos fuimos de vacaciones, cada uno a un sitio, yo me fui con Paquillo, compañero del juvenil, a Linares pero, aunque no lo celebramos como merecía, para mí esa copa siempre será especial, el primer título que gané y encima con el Real Valladolid».
Eusebio jugaba muy bien al fútbol y eso de jugar «tan bien» fue un problema con el primer entrenador de aquella temporada, José Luis García Traid. Comentaba de él que «solo sabía jugar al fútbol» y cuando dijo eso, en una rueda de prensa, un periodista local (Javier González) le respondió: «Esto no va de jugar al parchís, míster».
Ya con Redondo y Cantatore se asentó como titular junto a su amigo Juan Carlos, con el que también jugó en el Barcelona, y con quien cantó el histórico gol de Koeman de cuya celebración Juan Carlos salió «tuerto» por el codazo de un compañero al abrazarse. Cuánto se pudo reír Eusebio de aquello. Juan Carlos y Use son inseparables, incluso en plena convalecencia se retaban al padbol.
Hasta convertirse, con 24 años, en uno de los referentes de aquel inolvidable Barcelona, su carrera encierra jugosas anécdotas. La primera fue el día en que le hicieron la prueba con el Real Valladolid durante un amistoso en Pedrajas. José Antonio Tejedor, entonces entrenador de categorías inferiores, le dijo al mentor de Eusebio: «¿Qué me traes aquí? Este chaval tendrá que crecer, no le dan de merendar o qué, si está escuchimizao».
Ese mentor era Damián Recio, que era alcalde de La Seca y que había sido también jugador del Real Valladolid, de modo que utilizó sus contactos en el club para que Eusebio pasara esa prueba. Al poco de empezar aquel partido en Pedrajas, Tejedor le guiñó un ojo a Recio y dijo: «Tu chico es canela, hace jugar a todo el equipo».
Más tarde, el chaval de la tierra del verdejo ganó de blaugrana, entre otros títulos, cuatro Ligas, una Copa del Rey y una Recopa de Europa. Además, repartió lecciones de fútbol y generosidad en 243 partidos con el Real Valladolid, 203 con el Barcelona, 67 con el Celta y 27 con el Atlético de Madrid.
De juvenil parecía tener diez años más que sus rivales, jugaba de interior y tanto su calidad en el pase como su cambio de ritmo le convertían en un jugador atrevido e insolente para su edad. Al subir al primer equipo, a pesar de jugar entonces con futbolistas de notable clase, como Moré o Jorge Alonso, el chaval de La Seca era ya «el tiralíneas» del equipo.
La precisión de su fútbol no era común el año de su debut en Primera, el toque no aparecía demasiado en los futbolistas de la época. En la España del «tiki taka», por ejemplo, Eusebio hubiera encajado como un guante, pero muy pocos había entonces con su talante y su perfil de futbolista que inventa, que «dibuja» fantasía y que añade un impecable punto de cohesión al juego de sus compañeros. Después llegó su faceta de entrenador en varios equipos.
Todavía como jugador, Eusebio entró por méritos propios en la galería de leyendas del fútbol español el día que se convirtió en el primer futbolista de campo en superar la cifra de 524 partidos jugados en primera por Manuel Sanchís. Después han superado su marca, pero para la historia ha quedado ese dato.
Parte de su familia sigue viviendo en La Seca, donde todo empezó. Curioso lo de este pueblo, de apenas mil habitantes y que ha dado a España dos internacionales: Goyo Fonseca y el propio Eusebio, ambos presentes en aquella plantilla del año que fuimos los mejores.
Suplemento especial de los 40 años de la Copa de la Liga, el sábado 29
Son múltiples los factores que deben concitarse para que un club humilde como el Real Valladolid, a años luz en presupuesto de los grandes transatlánticos del fútbol español, conquiste un título nacional. Y todas esas circunstancias confluyeron hace cuarenta años para hacer realidad el que hasta la fecha sigue siendo el único trofeo oficial de la entidad blanquivioleta en sus 96 años de historia. Aquella imagen icónica de Pepe Moré levantando la Copa de la Liga, que hubo de pasar por los líquidos de revelado para ser publicada dos días después, continúa en el imaginario de los aficionados más veteranos. Y con esa foto acaparando la portada, El Norte lanza el sábado día 29 de junio un Suplemento Especial para recordar de la mano de los protagonistas todos y cada uno de los detalles que rodearon aquella gesta.
Una temporada irregular en lo deportivo, en lo que a la liga doméstica se refiere, que acabó en celebración gracias a una plantilla que se nutrió de la cantera y que hubo de sobreponerse a un cambio de entrenador. El relato de cómo se llegó a conquistar el título, las múltiples anécdotas que dejó el proceso para llegar a levantar el trofeo, y las vivencias de los jugadores que pasaron por aquel vestuario forman parte del Especial que publica El Norte de Castilla. También una conversación entre el director deportivo (Ramón Martínez) y el entrenador de aquel equipo (Fernando Redondo), que cuarenta años se han vuelto a encontrar para repasar, ya con la perspectiva y el poso que deja el paso del tiempo, todo lo que rodeó y acompañó a aquel éxito deportivo.
Un suplemento que es una pieza de coleccionista para los aficionados más veteranos del Real Valladolid, y que se entiende también como una lección de historia para los más jóvenes que no disfrutaron de aquel hito y que solo lo conocen por boca de sus padres y abuelos.