Camilo Segoviano, el alma del Pucela

La desaparición del que hombre que definió el estilo de lo que es un delegado pone fin a una parte capital de la historia del Real Valladolid

JAvier Yepes

Miércoles, 22 de julio 2020, 22:04

Podríamos convenir que su vida deportiva se resume entre un silbato y un brazalete. O si ustedes lo prefieren entre la labor arbitral y la ... tarea de delegado; y podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que en ambas marcó época y estilo.

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De porte elegante, hablar pausado y sabedor de que quien mejor escucha es quien mas acierta, ayer el Pibe Aramayo recordaba la anécdota.

«Oiga Don Camilo ¿quien es el mejor arbitro hoy»? le preguntaban los jugadores del equipo con ánimo de polemizar sobre el asunto. Dejando correr el tiempo y con voz pausada les respondía «¿De qué partido?»

La idea de que en el fútbol, como en la vida, cada situación tiene su protagonista y su momento, y que la sensatez para encontrarla era la clave del éxito quedaba patente.

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Una sensatez que Ramón Martínez y Santiago Llorente pusieron de manifiesto al hacerle participe a Gonzalo Alonso, como presidente del Real Valladolid, de una necesidad imperiosa. Se trataba de encontrar una persona íntimamente ligada al fútbol, que representase al club y al equipo en todas sus actuaciones, dentro y fuera del terreno de juego. Una personalidad definida, por su estilo y forma de desenvolverse en los ámbitos en los cuales un equipo de primer nivel debe de hacerlo.

Y para ello, la petición era clara: «Gonzalo, hay que traer al club a Camilo Segoviano, el presidente del Colegio de Árbitros».

Porque, efectivamente, estamos hablando de Camilo Segoviano Francisco (Ciguñuela, 18-07-1931-Valladolid, 21-07-2020) el nieto de don Patricio Segoviano, veterinario de La Pedraja, a quien sus padres Ricardo Segoviano y Adela Francisco remiten allí para que pase los primeros catorce años de su infancia. Nueve hermanos eran una carga excesiva en aquellos momentos.

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Accede como árbitro de vocación tardía a los 26 años, en el año 1957, y lo termina en 1964. Árbitro de Regional y linier de Primera División con el internacional vallisoletano Narciso Barrenechea. Secretario del Colegio Oeste de Árbitros durante tres años, en 1967 accede a la Presidencia. Trece años, hasta que en 1980 cesa en su labor. Dejaba tras sí un colegio remozado en su totalidad y una nueva sede; y por encima de todo, una dignidad reconocida en el estamento arbitral.

Hombre de máxima confianza de José Plaza, presidente del Colegio Nacional, desarrolla funciones como informador nacional, inspeccionando las actuaciones de los colegiados, para todo el Norte de España, así como el representante del estamento en la sede de Mundial 82 en Valladolid.

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En el Real Valladolid y a lo largo de trece temporadas dejó su sello y su impronta guardados en su sempiterno bolso negro colgado al hombro, del que sacaron enseñanzas José Ramón Yarza, Paco Santamaría, Victoriano Pérez 'Fito' o Paco Torices, como más signitifcativos..

Cuando le preguntaba por «aquel equipo habitual» que complementaba al estamento técnico en los partidos, Camilo me respondía «Mira Javier, el pibe Aramayo, Tico, Luismi, el doctor… no son solo lo que desarrollan… son mis amigos».

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Delegado de Cantatore, Azkargorta, Antonio Santos, Pérez García, Skoblar, Redondo, Maturana, Boronat, Saso, Mesones, Esparrago, Benitez y durante nueve jornadas un servidor, a todos nos acompañó a firmar a la caseta del árbitro y con todos viajó. Pero don Vicente y el Pacho le marcaron de forma especial.

Su relación con Cantatore le otorgó el Don y ya, a partir de ahí, nadie se lo negó. Eran realmente amigos. Con el Pacho sostuvo una relación especial, porque el colombiano se hacía querer.

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