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Diez meses de restricciones, de normas, de abrazos no dados, de quedadas pospuestas y de cumpleaños pausados y relegados al ya famoso «cuando se ... pueda». De confinamientos a cierres perimetrales, a bares cerrados, a vacaciones perdidas y a horas muertas en casa. La pandemia ataca a la salud física de las personas y daña la economía, pero también atenta contra la salud mental. Ana Sánchez creó el Instituto Palentino del Duelo en junio, para hacer frente al dolor derivado del coronavirus, de las pérdidas, de las situaciones, de todo, dentro del gabinete de psicopedagogía que dirige en la calle Becerro de Bengoa desde hace diez años. «Estoy trabajando con terapias individuales, pero no llegan a salir grupos. Veo que a las personas les cuesta hablar sobre eso, que es algo que pasará, que no creen que necesiten terapia», reconoce.
Trabaja con familiares que han perdido a un ser querido por casos de covid y con las depresiones y la ansiedad que padecen muchas personas, derivadas de la pandemia. «Yo no lo había tenido tantos casos de depresiones. Sobre todo es gente mayor que se encuentra sola, aislada, los hijos no pueden ir a verles los domingos, tampoco quedan con la vecina o hacer alguna actividad en un centro social y se sienten muy solos», explica. «Ven que esto se va alargando mucho y te dicen que ya están cansados y quieren abrazar a sus nietos», agrega.
Trabaja con ellos con las técnicas que puede –modificación de los pensamientos irracionales y su detección, técnicas de relajación, de distracción...–, ahora que no se recomienda hacer vida social. «Les busco vídeos para que hagan gimnasia en casa, cada uno adaptado a su edad y sus posibilidades y actividades cognitivas. Les mando psicoestimulación, unas fichas con unas sopas de letras u otros ejercicios para que se entretengan y no se deterioren sus capacidades cognitivas. También las videollamadas o simplemente una llamada para seguir manteniendo el contacto, que es muy importante», sentencia.
La ansiedad y la depresión no afectan solo a personas de edad avanzada, también está apareciendo en niños. «No pueden salir, ni jugar con los amigos, algunos han aumentado de peso. Y los padres les limitan el uso de la tablet, que es normal, pero ahora tampoco tienen cómo entretenerse y entonces aumentan los conflictos familiares», señala.
A todas las restricciones y miedos se añade el toque de queda, impuesto por la Junta a las ocho de la tarde en todo Castilla y León. «Cuando ves coartada tu libertad también aparece ansiedad e inseguridad, el no tener control sobre tu ambiente, sobre lo que tú hacías... Es un poco la pérdida de control y de indefensión y desesperanza. Ahí surgen ya pensamientos más fatalistas, cuesta más encontrar la esperanza...», explica la psicopedagoga.
Después de tantos meses de limitaciones, esta última exigencia para controlar los contagios de la pandemia, se convierte en una nueva losa, un nuevo varapalo. «Surge el aburrimiento, la irritabilidad o la impulsividad. Crecen los conflictos familiares y los pensamientos más catastrofistas», afirma. «El toque de queda es algo nuevo, una situación a la que la mayoría nunca se ha enfrentado y también depende de tus capacidades de adaptación, porque hay personas que se adaptan mejor y logran sobrellevar estos cambios», agrega.
Ana Sánchez subraya la importancia de no crear expectaciones porque, entonces, la caída es más brusca. «A ver qué pasa con la Semana Santa, han dicho. Pues es mejor no anticiparse porque luego llega la frustración. Si te agarras a una cosa como tu salvación y no llega, pues a la gente le cuesta más mantener las normas», incide.
Junto a la depresión y la frustración, sigue existiendo, desde el comienzo de la pandemia, el sentimiento de culpa. «No por los contagios, nadie me lo ha verbalizado en sí, sino por el sentimiento de culpa de no poder acompañar en la situación de duelo, eso sí», explica. «No poder realizar la despedida como uno quisiera. Eso también genera que cueste más superar el duelo», concluye.
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