Luis Carlos Puertas, en La Palma. El Norte

Un palentino entre cenizas y magma

Luis Carlos Puertas, técnico de la Red Sísmica Nacional, ha trabajado en la isla de La Palma en labores de mantenimiento y medición de gases del volcán de Cumbre Vieja

Domingo, 5 de diciembre 2021, 08:55

Han pasado 77 días desde que el volcán de Cumbre Vieja en la isla canaria de La Palma concentrase en una sola imagen la atención ... de todo el país. Desde ese 19 de septiembre, el asombro y la curiosidad aunque también el temor, la impotencia y la tristeza por parte de quien lo está sufriendo en carnes propias han copado portadas de diarios y titulares en televisión. Una situación que no parece revertirse en estos días, tras la apertura de un nuevo foco emisor que se sitúa en la cara norte del volcán. «Es imposible dar una fecha del final de la erupción. No puede ser de un día para otro, tiene que bajar la sismicidad y la erupción, perdiendo fuerza y será poco a poco», reconoce el palentino Luis Carlos Puertas, técnico de la Red Sísmica Nacional dentro del Instituto Geográfico Nacional (IGN), que durante ocho días ha vivido el fenómeno en primera persona. Este joven de 34 años confiesa que no se esperaba ver lo que ha visto, pese a seguir a diario la erupción a través de la prensa. «Es impresionante y una de las más impactantes experiencias que he vivido», reconoce.

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Durante ocho días ha cambiado un despacho de Madrid, donde trabaja habitualmente diseñando mapas, instrumentación o en las labores de mantenimiento de las bases sísmicas que hay repartidas por todo el país, por el terreno de La Palmas. «El IGN, aparte de la Red Sísmica, tiene otro departamento que es la Red de Vigilancia Volcánica (RNVV). Nosotros contamos con estaciones sísmicas y ellos controlan esa sismicidad en Canarias, que es dónde suelen estar los volcanes. Cuentan con estaciones geoquímicas que miden muestras de agua y gases y que hacen mediciones de deformaciones con GPS y redes topográficas. También tienen gravimetría y geomagnetismo. Esos cinco estudios componen esa red de vigilancia que vigila los terremotos y su deformación», explica Luis Carlos, que durante esos ocho días en La Palma realizó tareas de apoyo, puesto que en la RNVV apenas hay cuarenta personas trabajando entre Madrid y Tenerife. «Hemos ido a ayudar como personal de apoyo para trabajos de campo», añade.

La erupción está siendo controlada desde el primer momento por el IGN. «Semanas antes de la erupción se estaba viendo que se estaba elevando el terreno. Primero unos milímetros, hasta llegar a los 20-25 centímetros en el momento de la erupción. También se mide a través del satélite (InSAR). Gracias a ello se previno la erupción y se evacuó a la gente porque todo se monitorizó desde el principio», explica el palentino, que actualmente se encuentra en Granada haciendo Estudios de Caracterización del Suelo para controlar posibles terremotos en España y sus proximidades.

Cuando Luis Carlos y el resto de sus compañeros llegaron a la isla, el llamado tremor volcánico (vibraciones volcánicas prolongadas que se relacionan con la circulación de fluidos dentro del edificio volcánico) estaba estabilizándose en un nivel bajo. «Eso hizo esperar que la erupción fuese acabando, pero no ha sido así y, durante la semana que estuve, regresó la actividad con fuerza», explica el técnico, que durante su estancia en La Palma notó dos terremotos fuertes. «Uno me despertó y otro me pilló cenando, de 4,8 y 4,9 grados, respectivamente».

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Allí pudo observar cómo las estaciones de medición que se encuentran repartidas por la isla se encontraban sepultadas por extensas capas de ceniza que inutilizaban el material, en un paisaje que cada vez se parecía más a un paraje lunar en vez de a un lugar de ensueño, como había sido hasta entonces. «Había capas de hasta cinco centímetros y muchos de los paneles solares que proveen de energía a las estaciones estaban prácticamente enterrados», afirma Luis Carlos.

Este fenómeno ha mostrado su cara más asombrosa, pero también la más amarga. Cientos de personas lo han perdido todo, desde pertenencias personales hasta sus propias viviendas. «Lo peor es ver las caras y la desesperación de la gente de allí. Muchas personas han perdido sus casas, y otros no pueden acceder a ellas porque están en zonas de exclusión y se encuentran viviendo en hoteles o residencias», afirma el joven palentino, que pese a esos momentos angustiosos, reconoce que la gente es realmente amable.

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«Cuando te veían con el chaleco del IGN te trataban mejor. Había un hombre que era voluntario del Ayuntamiento de El Paso y nos llevaba siempre comida, además de ayudarnos», explica. «Tiene familia en Las Manchas, el lugar donde el cementerio quedó sepultado por la colada. Ha sido devastador ver al hombre sollozando mientras la lava sepultaba panteones y sepulturas», añade.

Para evitar problemas más graves, el comité técnico evalúa cada día lo que ocurre para ver si se puede entrar o no a las diferentes zonas de exclusión. «Siempre vamos con los medidores y lo que más se detecta es dióxido de azufre. Para trabajar vamos con máscara», afirma el técnico, que confiesa que el pueblo canario es consciente de la situación. «Nos agradecen que estemos allí. Solo podemos monitorizarlo para que no haya peligro. De hecho, está siendo una de las erupciones más monitorizadas de la historia por la cantidad de medios que lo siguen a nivel internacional», señala.

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El propio Luis Carlos tuvo problemas a la hora de ir y al volver de la isla por culpa de las tremendas erupciones volcánicas que propulsaban cantidades ingentes de ceniza al aire. «El aeropuerto de La Palma estaba cerrado porque estaba lleno de ceniza. Parece como si nevara constantemente y la sensación es de impotencia, porque por mucho que barras, vuelve a salir una capa importante. La zona de exclusión al suroeste de la isla estaba llena de ceniza, vi un campo de fútbol sepultado donde apenas se distinguía el larguero de una de las porterías», agrega. De hecho, muchos de los habitantes afectados vuelven a entrar en las zonas de exclusión cuando les está permitido para poder dar de comer a sus mascotas o animales, puesto que no pueden llevárselas consigo a los hoteles o residencias.

Pero el trabajo de este técnico le lleva también a controlar los movimientos sísmicos que se dan en la Península, mucho más activos en el sur. «El nivel es más denso en lugares como Granada, Murcia o Alicante que en el norte, aunque también se le presta mucha atención a zonas de los Pirineos o Galicia», explica.

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Aunque la provincia de Palencia escapa a terremotos de alta intensidad, ya ha contabilizado siete seísmos desde que se tienen registros en 1924, aunque la red comenzó a funcionar en condiciones en 1962. «Se trata de terremotos que apenas se han notado entre los habitantes de la provincia», reconoce.

El devastador terremoto de Lisboa de 1755 contribuyó enormemente al nacimiento de la sismología moderna, y la capital y la provincia de Palencia se vieron afectados, ya que la torre de San Miguel casi se desplomó y tuvo que ser protegida. Además, afectó a la estructura del castillo en Torremormojón, lo que pudo ser una de las causas de su posterior derrumbamiento.

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Durante ocho días, Luis Carlos ha podido vivir 'in situ' una situación que pocas veces se repetirá. Caminar a 30 metros de un río de lava, entre parajes que parecen sacados de una novela utópica, bañado por una lluvia constante de ceniza... Pero seguirá trabajando para ayudar evacuar a la población ante este tipo de fenómenos.

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