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El obispo pide «empuje» a los más jóvenes para lograr la paz en el día de San Antolín
Los fieles abarrotan la Catedral y las colas se multiplican en el momento de besar las reliquias del santo al final de la eucaristía
Y llegó el día grande, el que llena la ciudad de fiesta, de celebración, de diversión, de música y de orgullo. Orgullo por lo palentino, ... con el himno escuchado en silencio o cantado a pleno pulmón, con las bandas doradas sobre vestidos y blusas de mujeres y niñas, y con los gritos de 'Viva San Antolín', seguidos de aplausos. Este 2 de septiembre, la ciudad de Palencia se convirtió, un año más, en una fiesta. Con gigantes y cabezudos, con peñas, con vermut en familia o con amigos, con eucaristías por el patrón, con agua bendita y con música, de charangas o de la Banda Municipal de Palencia, siempre fiel a la cita.
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La Catedral de San Antolín, del patrón de la ciudad, abrió sus puertas para la celebración litúrgica, que se extendió en cuatro eucaristías, a las 9 y a las 10 en la cripta, a las 11:30 en el crucero de la seo, oficiada por el obispo de Palencia, Mikel Garciandía, y a las 13 horas en la Capilla del Sagrario. Sin duda, la que más fieles acogió fue la dirigida por el prelado, que contó también con el coro Regina Angelorum de Grijota y Mariano Miguel como organista, en la que faltaban bancos, sillas y casi hasta muros en los que apoyarse para escuchar su palabra.
Recordó como el Día de San Antolín, los palentinos van al templo gótico «a honrar la memoria de un diácono de la Iglesia del siglo IV», quien eligió dar la cara por Jesús, Salvador de la humanidad. «Antolín fue servidor de la comunidad cristiana, y su ministerio le llevó a la coherencia hasta el final. Y mil setecientos años después, Dios Padre sigue honrándolo a través de cada uno de nosotros», sentenció el obispo.
Rememoró cómo en Apamea de Siria derramó su sangre, y desde Pamiers, en Francia, sus reliquias llegaron hasta Palencia. Alentó a los fieles a alejarse de la mediocridad porque «soy mediocre cuando me aparto del seguimiento de Jesús, y me convierto en guardián del viejo paradigma, del 'siempre se ha hecho así', del 'no hay nada que hacer', del 'no tenemos remedio'. Y soy santo cuando no me conformo, no me resigno y lucho».
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Quiso centrar su mensaje en los jóvenes que acudieron ayer a la eucaristía, porque la Catedral se llenó de personas mayores, de niños, de sillas de bebé, de familias y de jóvenes. «Ayudadnos con vuestro empuje a que nuestro corazón y nuestra alma no se marchiten, ayudadnos a que no dejemos de soñar un mundo nuevo, en paz, en armonía, en justicia, mundo en el que la sociedad se va haciendo y tejiendo como comunidad… Esa es una tarea irrenunciable de los cristianos, y de todos los hombres y mujeres de buena voluntad», aseveró el prelado.
Quiso enseñar, durante la homilía, la diferencia del significado de la palabra 'perfecto', ya que en el Nuevo Testamento no tiene el sentido usual que en el idioma castellano. «En griego, paciencia y perfección, hypomoné y téleios significan literalmente aguante y decisión firme de ir hasta el final».
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Este año, la Diócesis de Palencia ha escogido el lema 'Creando Puentes' como símbolo de paz, como contrapunto a las contiendas. «Lo que se hace en la guerra es destruir los puentes, cortar las comunicaciones, aislarnos en bandos. Seamos hombres y mujeres de paz, forjadores de vínculos, fraternos y serviciales», animó a todos los palentinos, que este martes festivo acudieron con sus mejores galas hasta la tercera catedral más grande de España. «Pido a nuestro patrono su intercesión a cada uno de nosotros, para que protagonicemos un año de reconciliación, de escucha mutua, de cuidados a los más vulnerables, a los últimos», agregó Mikel Garciandía.
Tras la celebración religiosa, en la que el obispo se acordó de las personas sordas, que cada vez tienen más accesibilidad en la Catedral con la misa en lenguaje de signos y nuevos paneles informativos permanentes con un QR que enlaza a un vídeo en los principales monumentos de la propia seo, se formaron varias filas entre las paredes del templo que puso su primera piedra en 1321. Una de ellas para besar las reliquias del Santo, una tradición que se lleva a cabo una vez concluida la misa. La otra cola tenía otra finalidad, bajar a la cripta visigoda y beber agua bendita por San Antolín, espera que llegaba hasta el exterior a través del claustro renacentista.
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En la plaza de la Inmaculada, bailes regionales y música para continuar con la jornada festiva. Las peñas, con sus vehículos decorados, sus charangas y su lluvias de caramelos, comenzaron la fiesta al término de la eucaristía, jolgorio que se extendió hasta la Plaza Mayor, en un desfile dirigido por los gigantes y cabezudos, que provocaron las risas y algún que otro gesto de susto entre los más pequeños. Algunos se escondían tras las faldas de sus madres y otros buscaban con picardía a los cabezudos, que les perseguían con las escobas, entre sonrisas y aplausos infantiles.
Y con música y ritmo se llegó hasta la Plaza Mayor, donde esperaba el templete delante del Ayuntamiento. Allí se subieron los representantes institucionales y la Banda Municipal de Música de Palencia. Después de disfrutar de unos bailes regionales en el centro de la plaza, llegó el momento del himno de Palencia. Algunos grababan con sus móviles la actuación, otros tarareaban la letra, mientras que unos pocos la cantaban a pleno pulmón. Tras ese momento único de unión entre todos los palentinos, llegó el aplauso final y los vítores de '¡Viva San Antolín!'.
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Y la fiesta siguió, por las calles, por las plazas, por los Cuatro Cantones, Alfonso VIII, el Paseo del Salón o el recinto ferial. La ciudad celebró con fervor a su patrono bajo un día caluroso, que a veces engañaba y obligaba que ponerse la chaqueta. Pasó el Día de San Antolín, pero las fiestas se alargarán hasta el domingo.
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