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Noemí Villamuza esboza una Palencia de paisajes, recuerdos y olores en el pregón literario
La ilustradora de cuentos evoca el valor social de su profesión y reivindica el fomento de la lectura desde la infancia
¿Puede hacerse literatura sin palabras? Noemí Villamuza lo logra a través de sus lápices. Simples herramientas de madera y grafito, que se desgranan sobre ... un papel para abrir el corazón, para contar historias, para permanecer en el recuerdo. Así es la profesión de esta palentina que en la noche de este jueves cautivó a su paisanos en la primera de las citas de apertura de las fiestas de San Antolín, el pregón literario.
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Porque esa ilustradora, que lleva Palencia en el corazón, que fantaseaba con «el interior de las casas antiguas de la Calle Mayor» o que contaba «las piedras de la iglesia de la Huerta de Guadián logró, esta vez sí con palabras, a las que acompañó, cómo no, de una cuidada selección de imágenes, emocionar a todos los asistentes al teatro, demostrando que un simple dibujo, unos trazos en un papel pueden decir tanto, allanar caminos, acercar almas y aflorar sentimientos como el más profundo de los discursos.
Porque Noemí Villamuza no dudó en aderezar su pregón con una emotiva historia vivida en primera persona sobre las dificultades de integración en el aula de su hijo de unos pequeños refugiados sirios, traumatizados por la guerra, la vida en los campamentos, la huida y la sinrazón. Fue el dibujo de uno de los padres el que abrió la brecha, el que borró el miedo y abrió los corazones de los niños, de los padres, de los profesores, que encontraron a través de esos simples trazos en una papel un camino hacia la confianza y la comunicación. «Nunca me habían transmitido tanto sin palabras», explicaba profundamente emocionada esta ilustradora palentina, a quien un dibujo, precisamente un dibujo, su vida, su profesión, su sueño, le llegaba a dejar sin habla.
Titulada en Bellas Artes y especializada en Diseño Gráfico, esta palentina nacida en 1971, logró convertir el sueño infantil, el amor por los cuentos y los dibujos, en una forma de vida, una profesión que le ha llevado al reconocimiento por todos los rincones del mundo y a alcanzar algunos de los galardones, de los premios más destacados en este ámbito laboral. Por ello, su nombre puede encontrarse en las portadas de decenas y decenas de libros, para niños y mayores, en cualquier biblioteca del mundo, aunque como ella misma reconoce, por el momento, solo como ilustradora. «Muchas veces me preguntan por qué no me lanzo a escribir, me da respeto... pero además estoy encantada acompañando a los autores, aprendo de su narrativa, disfruto con sus tramas, con su filosofía, con su sentido del humor», señalaba durante el pregón, al tiempo que acompañaba estas palabras de una encendida defensa de la lectura.
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«Abrir libros, cerrar pantallas»
«La compresión lectora pasa por un momento complicado... Los jóvenes cada vez leen menos, cada vez nos cuesta más concentrarnos... ¿Qué hacemos? Muy sencillo, abrir libros, cerrar pantallas. Tan sencillo, tan complejo... Charlar con ellos de lo que leemos, leer juntos... ¿Leer en voz alta, hacer talleres de cómics, clubes de lectura, quedadas virtuales para compartir libros, volver a escribirnos cartas?», se preguntaba Noemí Villamuza, mientras celebraba la belleza de un trabajo como el suyo, que, sin embargo, no se encuentra exento de sinsabores. «Aunque estoy aquí para celebrar mi oficio y contaros cosas bellas, también es sacrificado este trabajo. Las horas y horas de espalda doblada dibujando, las crisis creativas, los pagos que se demoran, los precarios derechos de autor en este país, y ya no hablemos del 'hazme un dibujito rápido, qué te cuesta'», lamentaba, en una velada reivindicación profesional, extensiva a todo el ámbito creativo español.
Pero no quiso la pregonera recrearse precisamente en esos aspectos negativos, sino glosar fundamentalmente la importancia social del dibujo, su omnipresencia a lo largo de la historia humana, desde aquellas representaciones rupestres que hoy se conservan como fieles testigos de un modo desaparecido modo vida o desde los mosaicos romanos, como los de La Olmeda, hasta el sinfín de profesiones actuales en cuya base se encuentra siempre el dibujo, aunque ni siquiera lleguemos a ser conscientes de ello. «Los planos de una casa., la arquitecta; los patrones de un vestido, el modisto; el story board (viñetas) de una película, el director de cine; el emplatado de una receta, el cocinero; el diseño de un coche, la ingeniera industrial; el esquema del campo de juego, la futbolista; la composición de una portada, el diseñador...», fue desgranando para concluir, «desde que el mundo es mundo, dibujamos».
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Y ese mundo de Noemí Villamuza, en el que el dibujo siempre se muestra perenne, también flota un claro poso de Palencia, de su Palencia infantil, de su bagaje familiar: «Un paisaje cocinado con ingredientes de mi memoria, lleva sensaciones, lugares y personas queridas, son parte de mis ilustraciones inevitablemente. El amarillo intenso de los girasoles del pueblo en Julio, Las caminatas por el Monte con olor a tomillo, Los catálogos de ropa femenina de aquella boutique, (fantástico material para copiar dibujando). Las sopas de pan de mi abuela, las gamas de rojos y rosas del cielo en los atardeceres del verano en Cisneros. Las bicicletas y las pipas. El chocolate muy caliente, los churros y el vasito de leche fría al lado. Los helados infantiles con las primas y el abuelo, Vestidos blancos de tirantes, polos de nata. Los cómics de Mortadelo y Filemón en la galería acristalada en casa de mis primos. Crecer en un hogar de seis. Sentir que dibujar me daba refugio. La bancada de piedra y hierro bajo los árboles del Salón en los recreos del instituto. Los sellos del abuelo, con sus dibujos exquisitos y diminutos. Las nieblas de invierno los domingos. Las bufandas que picaban. Contar las piedras de la Iglesia de la Huerta Guadián. Fantasear con el interior de las casas antiguas de la Calle Mayor. Una profesora de literatura que creyó en mi talento. Una madre valiente y generosa que respaldó mi decisión de volar lejos. Los lápices de tinta de la mesa de oficina mi padre. La nobleza y la bondad de mi padre. El calor de mis hermanas: sois mi paisaje palentino».
Todo un «paisaje de palabras» que Noemí Villamuza quiso ofrecer como su particular tributo a Palencia.
La alcaldesa anima a presumir «sin complejos» de esta tierra
Emocionada por el pregón pronunciado por Noemí Villamuza, la alcaldesa de Palencia, Miriam Andrés, agradeció el regalo de esta «experiencia emocional compartida» y destacó el saber hacer de la pregonera en la combinación de un relato con las imágenes, «contándonos en trazos lo que expresas con palabras». La alcaldesa, que obsequió a Noemí Villamuza con una miniatura de homenaje a la mujer palentina y una imagen del Cristo con una de sus ilustraciones, quiso también lanzar una encendida petición a vecinos y visitantes para que se unan con entusiasmo al espíritu festivo de San Antolín. «Veamos nuestro espacio público como ese gran salón de casa en el que disfrutamos con los nuestros y recibimos a los de fuera. Las fiestas nos ofrecen la mejor oportunidad para encontrarnos y construir nuevos recuerdos». En todos los asientos del teatro, los asistentes pudieron encontrar el texto del himno a Palencia y una ilustración de la propia Noemí Villamuza.
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