El ser humano, como dios infalible de una civilización que se define como avanzada científica y tecnológicamente, se muestra incapaz de vencer a un ínfimo ... virus que, a su vez es capaz de matar millones de humanos y arruinar económicamente el planeta. Nos creemos dioses controladores de los ciclos naturales y la realidad nos demuestra, a diario, que el clima ya no es estacional, las estaciones han perdido su tradicional e inmutable espacio y tiempo de vida, frío y calor se entrecruzan y se sobreponen sin sentido.
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La personalidad humana es, ni más ni menos, que una desordenada e imprevisible sucesión de estados de ánimo. Es la influencia ambiental la que forja la personalidad, es el poder seductor de los hechos. La experiencia humana es la realidad del pasado, el presente desconfía de la experiencia adquirida, porque la única experiencia que nos ofrece la realidad es que nosotros y la propia Naturaleza somos cambiantes. La libre opinión es deudora de una cultura específica, heredera de prejuicios e influencias del rebaño social. ¿Cuál es la libre opinión?
Tal vez estemos cerca del agotamiento de la especie y no queramos asumirlo. Vivimos ignorando olímpicamente que dejaremos de existir y ni aun muertos comprendemos que el destino de los muertos no era el de los dioses. Es posible que la Naturaleza ya no impida el contagio del mundo, es planeta es ya un virus infinito como la hidra del mil cabeza del que saldrá, pero no lo hará ni limpio ni indemne.
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