Rosalía presentó por sorpresa su nuevo disco 'Lux' en Callao el pasado mes de octubre. EP
El faro de Aqualung

Hágase la LUX

«Rosalía, como hizo en su día Leonard Cohen, ha impregnado su música de espiritualidad, rastreando las grietas del cuerpo, porque, como dijo el poeta canadiense, hay una grieta en todo y así es como entra la luz»

Sábado, 6 de diciembre 2025, 08:45

Hace no mucho hablábamos en esta misma columna de 'Templo', la maravilla que parió Aute hace ya casi 40 años. 'Templo' es un monumento a ... la carne, la Capilla Sixtina a 33 rpm, un universo erótico-religioso con múltiples referencias a textos evangélicos, un auténtico canto de amor y erotismo tomando como base la liturgia de la misa cristiana, el disco más asombroso, vanguardista y memorable no solo de Aute sino de toda la música española. Apenas se enteró nadie (y sigue sin enterarse). En cambio, ahora todo el mundo se ha enterado, gracias a una bestial maquinaria publicitaria, de lo nuevo de Rosalía que, de alguna forma, retoma esa espiritualidad, esa utilización de la liturgia cristiana para componer una muy particular misa pop. He de decir que, con mucha reticencia, pues nunca me llamó la atención Rosalía (yo me quedé en Jethro Tull, Pink Floyd y el rock de los 70), me he metido en vena estos últimos días el disco y confieso que, tras escucharlo más de una docena de veces, LUX me parece una puñetera obra maestra, un álbum que hace saltar por los aires el pop masticado y domesticado que copa las listas de éxitos, un disco extraordinario lleno de canciones de incendiaria belleza. Un álbum conceptual estructurado en cuatro movimientos donde conviven, como en 'Templo', lo sagrado y lo carnal. Un disco que es una auténtica locura en la que cohabitan lo clásico y lo electrónico, lo celestial y lo humano, temas con ritmo de vals y aire fronterizo, rumbas, fandangos, fados, ópera, pop, funk, música de cámara, bulerías, cantes y aires flamencos acompañados de orquesta, coplas espirituales, bases de trap mezcladas con el club y la liturgia, todo ello aderezado con una prodigiosa voz estremecida, doliente, aflamencada, operística, y con unas letras muy trabajadas y con un envidiable aliento poético. Un viaje espiritual que comienza como un abrazo divino que recuerda a un réquiem y termina con un auténtico réquiem en el que asistimos al entierro de la propia Rosalía sobre el sonido solemne de un órgano. LUX es un experimento único en catorce idiomas que responde más a la idea de una sinfonía que a la de un álbum pop. Es asombroso, lírico, titánico, espiritual y carnal. Es excesivo, ambicioso, exquisito, sorprendente e innovador. Sólo podemos alegrarnos de que una rareza así esté triunfando en un mundo dominado por la música chicle. Rosalía da prioridad al concepto de álbum (una historia con principio, desarrollo y cierre) frente al revoltijo de singles inconexos que es lo que hacen ahora los cantantes, regala tres canciones en el álbum físico (y no en el digital como hacen los demás) y, en un mundo en el que abundan conciertos donde no hay rastro de músicos, nos es lícito imaginar ahora un estadio lleno con gente joven viendo una orquesta. Hablamos de una obra que, a pesar de ser anticomercial, ha volado la cabeza a todo el mundo y ha recibido las puntuaciones más altas que se recuerdan por parte de todos los medios especializados del planeta. Hay que ser muy ingenuo y/o malintencionado para creer que todo lo que está sucediendo con LUX se debe al marketing. El que se convierta en el álbum más escuchado del mundo (desbancando a la mismísima Taylor Swift), el más reproducido en Spotify, portada en Times y superando todos los records habidos y por haber, no puede ser sólo cosa del, por otro lado, brutal e inteligentísimo lanzamiento comercial que han hecho del disco. Hay algo más. Mucho más. No sabemos si LUX acabará sentándose en la mesa de 'Templo', de 'El patio' o de 'Omega'. El tiempo lo dirá. Lo que sí resulta evidente es que este álbum está a años luz del 99% de los discos que se escuchan y que copan las listas de éxitos en España (y diría que también en el mundo). En fin, Rosalía, como hizo en su día Leonard Cohen, ha impregnado su música de espiritualidad, rastreando las grietas del cuerpo, porque, como dijo el poeta canadiense, hay una grieta en todo y así es como entra la luz. Una luz que nos atrapa ya para siempre y que nos eleva el alma. Rosalía dijo un día: hágase la LUX. Y la LUX se hizo.

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